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Batalla de los Mástiles o de Finique 665
Muawiya ibn Abi Sufyan tanto como gobernador de Siria y posteriormente como Califa (661–680), lideró el esfuerzo musulmán contra Bizancio, especialmente con la creación de una flota que desafió a la armada bizantina.
Los árabes lograron superar su temor al mar, y adoptaron la ciencia náutica bizantina, ideada por su propio enemigo, inaugurando, merced a los procedimientos de Muawiya, una nueva e importante era.
En el año 649, realizó la primera salida naval árabe, de la que resultó un pacto de no agresión con Chipre, isla que pasó a ser tributaria, pero no fue ocupada por los vencedores.
En el 654, se establecieron en Rodas.
En 655, Muawiya emprendió una expedición en Capadocia mientras su flota, bajo el mando de Abu’l-Awar, avanzó a lo largo de la costa del sur de Anatolia. Es posible que el emperador Constante haya considerado como más peligrosa la parte naval de la invasión, por lo que preparó un gran número de barcos para enfrentarse al ataque musulmán.
Las dos fuerzas se encontraron de la costa del monte Finike en Licia. Según el cronista del siglo IX Teófanes el Confesor, mientras el Emperador se preparaba para la batalla, soñó una noche que se encontraba en Tesalónica; al despertar relató el sueño a un intérprete quién dijo: «Emperador, desearías no haber dormido ni haber visto ese sueño de tu presencia en Tesalónica.» Según el intérprete, la victoria se inclinaría a los enemigos del Emperador.
Cuando los barcos se acercaban al lugar del enfrentamiento el emperador Constante levantó una cruz e hizo que sus hombres entonaran salmos, los árabes respondieron levantando la luna creciente e intentando ahogar los cantos de salmos recitando pasajes del Corán. Tanto la cruz como la luna creciente fueron puestas sobre sus respectivos mástiles durante el enfrentamiento, siendo una de las razones del nombre de la batalla.
Cuando las dos flotas se encontraron, Constante atacó sin dudarlo. El Emperador no se molestó en poner sus barcos en formación y planear su ataque. Los árabes no tenían experiencia en la guerra naval y esperaba aplastarlos en un solo asalto.
Al principio el viento soplaba en contra de las naves árabes, es decir, era favorable a los bizantinos, pero pronto dejó de soplar completamente. Los árabes utilizaron una táctica sin precedentes de atar sus barcos con cuerdas y cadenas formando “una gran isla” para que fuera imposible penetrar en su formación. Los árabes se acercaron a los bizantinos con esta sólida formación y corrieron a las cubiertas de los barcos bizantinos que no podían maniobrar.
Los barcos se vieron envueltos a tan corta distancia que sus mástiles se enredaron y por eso el abordaje se denominó “batalla de los Mástiles”. La batalla naval se convirtió en una batalla cuerpo a cuerpo, como si estuvieran luchando en tierra. Y parece que este tipo de conflicto dio una ventaja a los árabes, quienes, además, mostraron una habilidad marinera superior a la esperada.
Por otro lado, en este lío, los bizantinos sufrieron una falta de coordinación y liderazgo. La batalla duró casi dos días. Al final, los bizantinos fueron fuertemente derrotados. Según el cronista del siglo IX Teófanes el Confesor, “el mar se cubrió de sangre y las olas amontonaron los cuerpos en la orilla”. Aunque superados en número, los árabes salieron victoriosos. Mientras los bizantinos huían, una tormenta diezmó lo que quedaba de su destrozada flota.
Los árabes resultaron victoriosos en la batalla, a pesar de que las bajas fueron muy altas en ambos bandos, el emperador Constante a duras apenas logró huir a Constantinopla. Según Teófanes, logró escapar al intercambiar uniformes con uno de sus comandantes.
La sorprendente derrota de la flota imperial por la joven armada musulmana fue de una importancia crítica: abrió el Mediterráneo, hasta entonces un «lago bizantino», a la expansión árabe, y comenzó una serie de conflictos navales sobre el control de las rutas marítimas del Mediterráneo que duraron siglos.
El estallido de la Primera Fitna o Primera Guerra Civil Musulmana en el 656 concedió una pausa preciosa para Bizancio, que el emperador Constante II (641–668) utilizó para apuntalar sus defensas, extender y consolidar su control sobre Armenia y sobre todo para iniciar una importante reforma de su armada.
Primer asedio árabe de Constantinopla (674-678)
Tras su victoria en la Primera Fitna, Muawiya lanzó una serie de ataques contra las posesiones bizantinas en África, Sicilia y Oriente. La campaña del 669, demostró claramente a los árabes la posibilidad de un ataque directo a Constantinopla, así como la necesidad de contar con una base de abastecimiento en la región. La encontraron en la península de Cícico (Cyzicus) en la orilla meridional del mar de Mármara, donde la flota de Fadhala ibn Ubayd invernó el 670/1. Muawiyah entonces comenzó a preparar su asalto final a la capital bizantina. Primero se aseguraron puntos fuertes y bases a lo largo de la costa, y después Cícico sería la base desde donde, Constantinopla sería bloqueada por tierra y mar.
En consecuencia, en 672 tres grandes flotas musulmanas fueron enviadas para asegurar las vías marítimas y establecer bases entre Siria y el Egeo. La flota de Muhammad ibn Abdallah invernó en Esmirna, una flota bajo tal Qays (tal vez Abdallah ibn Qays) invernó en Licia y Cilicia, y una tercera flota, bajo Jalid, se unió a ellos más tarde. Según Teófanes, el emperador Constantino IV, al enterarse de la aproximación de las flotas árabes, comenzó a equipar su propia flota para la guerra.
En 673, otra flota árabe, bajo Gunada ibn Abu Umayya, capturó Tarso en Cilicia, así como la isla de Rodas. Esta última, ubicada a medio camino entre Siria y Constantinopla, se convirtió en una base de abastecimiento y centro para las redadas navales musulmanas. Su guarnición de 12.000 hombres era rotada regularmente a Siria, una pequeña flota fue adjudicada a ella para la defensa y la incursión, y los árabes incluso sembraron el trigo y trajeron los animales para pastar en la isla. Los bizantinos intentaron desbaratar los planes árabes con un ataque naval contra Egipto, pero fracasó. A lo largo de este período, las incursiones por tierra en Asia Menor continuaron, y las tropas árabes invernaron en el Imperio Bizantino.
En 674, la flota árabe zarpó de sus bases en el Egeo Oriental y entró en el mar de Mármara. Según el relato de Teófanes, desembarcaron en la costa de Tracia cerca de Hebdomón en abril, y hasta septiembre se enfrentaron constantemente con las tropas bizantinas. Como dice el cronista bizantino: «Todos los días había un enfrentamiento militar desde la mañana hasta la noche, entre los salientes del la Puerta Dorada y el Kyklobion, con ataques y contraataques«. Entonces los árabes partieron y se dirigieron a Cízico, levantando un campamento fortificado para pasar el invierno. Esto estableció el patrón que continuó durante el asedio: cada primavera, los árabes cruzaron el Mármara y asaltaban Constantinopla, retirándose a Cízico a pasar el invierno. De hecho, el «asedio» de Constantinopla fue una serie de enfrentamientos alrededor de la ciudad, que duraría 4 años. Mientras tanto, los eslavos atacaron Tesalónica y ayudaron a los árabes a sitiar Constantinopla por tierra.
Los detalles de los enfrentamientos alrededor de Constantinopla no están claros, ya que Teófanes condensa el asedio en su relato del primer año, y los cronistas árabes no mencionan el asedio, sino que simplemente proporcionan los nombres de los líderes de expediciones no especificadas en territorio bizantino. Así, de las fuentes árabes solamente se sabe que Abdallah ibn Qays y Fadhala ibn Ubayd asaltaron Creta e invernaron allí en 675, mientras que en el mismo año Malik ibn Abdallah dirigió un ataque a Asia Menor. Los historiadores árabes Ibn Wadih y al-Tabari informan que Yazid fue enviado por Muawiya con refuerzos a Constantinopla en 676, y registra que Abdallah ibn Qays dirigió una campaña en 677, cuyo objetivo es desconocido. Al mismo tiempo, los bizantinos tuvieron que hacer frente a un ataque eslavo en Tesalónica y los ataques de los lombardos en Italia.
Tras sucesivos asaltos no consiguieron superar las murallas. Entre los muertos en los ataques estaba Abu Ayyub al-Ansari, el portaestandarte del Profeta y último sobreviviente de sus compañeros (ansar). Su tumba en Eyüo es uno de los lugares más sagrados para los musulmanes en Estambul.
Finalmente, ea principios de 678, Constantino IV resolvió enfrentarse a los sitiadores árabes en un ataque directo. Su flota, equipada con fuego griego, engañó a la flota árabe. Ambas flotas se enfrentaron en la batalla de Syllaeum o Silaeo, en Pamfilia, al sur de Turquía, siendo la primera vez que se registra el uso del fuego griego, la flota árabe fue derrotada, cuando la flota árabe se retiraba, sufrió una tormenta que destruyó casi todas sus naves.
Para más información ver el capitulo “los bizantinos” – “Imperio Bizantino temprano”
Guerra en Oriente
Las Guerras Sarracenas de Justiniano II (685–695 y 705–711), último emperador de la dinastía Heracliana, «reflejó el caos general de esta época«. Tras una exitosa campaña alcanzó una tregua con los árabes, acordando la posesión conjunta de Armenia, Iberia y Chipre. Sin embargo, al quitar a 12.000 cristianos mardaitas de su Líbano nativo, eliminó un obstáculo principal para los árabes en Siria. En el 692, tras la desastrosa batalla de Sebastópolis, en que los bizantinos dirigidos por Leoncio, fueron derrotados debido a la deserción de Nébulo y más de 20.000 eslavos por los malos tratos infligidos, los musulmanes invadieron y conquistaron toda Armenia.
Después de 712, con la dinastía Isauríca, el sistema defensivo bizantino empezó a mostrar signos de colapso: los ataques árabes penetraban cada vez más en Asia Menor, las fortalezas fronterizas fueron atacadas y saqueadas en repetidas ocasiones y las referencias a la reacción bizantina en las fuentes se hicieron cada vez más escasas. Mientras Filípico transfería un ejército desde el thema Opsikion a patrullar los Balcanes, los omeyas bajo al-Walid I incrementaron las incursiones a través de las debilitadas defensas de Asia Menor.
Segundo asedio de Constantinopla (717-718)
Después de su muerte del Califa al-Walid I, su hermano y sucesor Sulayman (Salomón) (715-717) tomó el proyecto de la conquista de Constantinopla, de acuerdo con cuentas árabes debido a una profecía de que un califa con el nombre de un profeta capturara Constantinopla; Sulayman era el único miembro de la familia Omeya para llevar tal nombre. Según fuentes sirias, el nuevo califa juró «no dejar de luchar contra Constantinopla hasta haber agotado el país de los árabes o haber tomado la ciudad«. Las fuerzas omeyas comenzaron a reunirse en la llanura de Dabiq al norte de Alepo, bajo la supervisión directa del Califa. Sin embargo, como Sulayman estaba demasiado enfermo para hacer campaña, confió el mando a su hermano Maslama ben Abd al-Malik Ibn-Marwan.
El ejército y la armada del Califa, liderados por Maslama, alcanzaban los 120.000 hombres y 1.800 barcos de acuerdo a las fuentes. Independientemente del número real, era una fuerza descomunal, mucho mayor que la del ejército imperial. Afortunadamente para León y el Imperio, las murallas de la ciudad que daban al mar habían sido reparadas y reforzados recientemente. Adicionalmente, el emperador firmó una alianza con el khan búlgaro Tervel, que estuvo de acuerdo en atacar por retaguardia a los invasores.
El 15 de julio de 717 se presentó frente a la muralla exterior de Constantinopla. Intentó inmediatamente un ataque pero fue rechazado por las máquinas de guerra de los bizantinos.
Malasma comprendió que lo mejor era reducir la ciudad por el bloqueo e hizo excavar una trinchera de circunvalación y de contra-circunvalación para bloquear la ciudad.
La flota llegó el 1 de septiembre a Constantinopla y el 3 del mismo mes continuó hacia el Bósforo, una parte navegó al sur y otra al norte para cortar los suministros por mar, y otra parte se quedó delante de la ciudad. León esperaba con su flota en el Cuerno de Oro, la entrada estaba protegida por una gran cadena que se podía subir o bajar. Salió con sus naves atacando las galeras enemigas con “fuego griego”, destruyendo 20 y capturando muchas más.
A medida que el asedio se adentraba en el invierno, las negociaciones se abrieron entre las dos partes, ampliamente reportado por fuentes árabes, pero ignorado por los historiadores bizantinos. El invierno de 718 fue extremadamente duro; la nieve cubrió el suelo durante más de tres meses. A medida que se agotaron los suministros en el campo árabe, comenzó una terrible hambruna: los soldados comieron sus caballos, camellos y otros animales, y la corteza, las hojas y las raíces de los árboles. Barrían la nieve de los campos que habían sembrado para comer los brotes verdes, y según se informa, recurrían al canibalismo y comían sus propios excrementos. En consecuencia, el ejército árabe fue devastado por las epidemias; con gran exageración, el historiador lombardo Pablo el Diácono dijo que el número de sus muertos de hambre y enfermedad fueron 300.000, una exageración.
Mientras tanto, el califa Sulaymán, que acudía hacia el asedio con tropas de refuerzo, murió repentinamente. Fue sucedido por Omar II, fanático religioso pero mal militar. El cerco árabe continuó.
La situación parecía mejorar en primavera, cuando el nuevo Califa, Omar II (717-720), envió dos flotas a la ayuda de los sitiadores: 400 buques de Egipto bajo un comandante llamado Sufyan y 360 barcos de África bajo Yezid, cargados con refuerzos, suministros y armas. Al mismo tiempo, un nuevo ejército comenzó a marchar por Asia Menor para ayudar en el asedio. Cuando las nuevas flotas llegaron al mar de Mármara, se mantuvieron su distancia de los bizantinos y anclaron en la costa asiática.
La mayoría de las tripulaciones de las flotas árabes estaban compuestas por egipcios cristianos, comenzaron a pasarse a los bizantinos a su llegada, informando del número y estado de la flota egipcia. León se hizo a la mar y cayó sorpresivamente sobre las naves árabes que estaban completamente descuidadas. Destruyendo la flota enemiga.
Esta sorpresiva acción fue seguida por una victoria en tierra: sus tropas lograron emboscar al ejército árabe que avanzaba por Asia Menor bajo un comandante llamado Mardasan y destruirlo en las colinas alrededor de Sophon, al sur de Nicomedia.
León había conseguido en el frente diplomático que el kan búlgaro Tervel, al mando de tropas búlgaras, marchara contra Maslama al que derrotó en una batalla al sur de Adrianópolis, en la que murieron 22.000 musulmanes. Para aumentar el terror se difundió el rumor que un ejército franco se estaba preparando para defender, por tierra y por mar, a los cristianos.
Este último desastre hizo que el califa Omar llamara a Maslama para que levantara el asedio, lo que sucedió el 15 de agosto de 718, justo un año después de su inicio. Maslama embarcó los restos de su ejército y lo trasladó a la costa asiática del mar de Mármara sin ser molestados por los bizantinos. Su flota se dirigió al Helesponto pero su flota perdió más barcos en una tormenta en el Mar de Mármara, mientras otros barcos fueron incendiados por las cenizas del volcán de Santorini y algunos de los supervivientes fueron capturados por los bizantinos. Teófanes afirma que de las 2.000 naves que la componían la flota, solo se salvaron sólo cinco. Fuentes árabes afirman que en total 150.000 musulmanes perecieron durante la campaña. La victoria de León III fue decisiva en la preservación del Imperio.
Batalla de Akronion (740)
La mayoría de las guarniciones árabes fueron retiradas de los distritos fronterizos bizantinos que habían ocupado en el período previo al asedio, a pesar de que sus consejeros lo disuadieron de tales acciones drásticas. En Cilicia, solamente Mopsuestia permaneció en manos árabes como un baluarte defensivo para proteger Antioquía. Los bizantinos incluso recuperaron algún territorio en el oeste de Armenia por un tiempo. En 719, la flota bizantina asaltó la costa de Siria y quemó el puerto de Laodicea y, en 720 o 721, los bizantinos atacaron y saquearon Tinnis en Egipto.
En 723 el califa Hisham ibn Abd al-Malik (723-743) ascendió al trono de los omeyas en Damasco. Aunque en un primer momento dedicó su atención a la construcción de grandes infraestructuras, en 726 comenzó de nuevo la ofensiva contra el Imperio Bizantino.
Durante los siguientes años, retomaron las incursiones de forma regular, cada verano se iniciaban una o dos campañas en Anatolia, llegando en algunas cerca de Constantinopla.
En el 379 conquistaron de la ciudad de Ancira (actual Ankara). Durante el año 740, Hisham preparó la mayor expedición de su reinado, que puso bajo el mando de su hijo Sulayman Ibn Hisham.
De acuerdo a la crónica de Teófanes el Confesor, la fuerza omeya totalizaba unos 90.000 hombres. De estos, 10.000 hombres, con armamento ligero, fueron enviados a realizar incursiones en la costa occidental de Asia Menor, mandados por Yazid ibn al-Ghamr. Fueron seguidos por 20.000 más acaudillados por Abdallah al-Battal y al-Malik ibn Su’aib, que marcharon en vanguardia a través del thema de los Anatolios en dirección a la localidad de Akroinon. La fuerza principal, compuesta por 60.000 hombres (posiblemente una exageración de las fuentes) y comandada por Sulayman, se internó en la región de Capadocia.
León III se enfrentó a ellos en Akroinon (Frigia). No se conocen los detalles de la batalla, pero sí se sabe que el Emperador obtuvo una victoria aplastante sobre sus enemigos: los dos comandantes árabes perecieron, así como la mayor parte de su ejército.
Esta victoria abrió el camino para una postura más agresiva por parte de los bizantinos, puesto que en el 740 realizaron una incursión naval en las costas de Siria, cosa que no hacían desde 719, y atacaron en el 741 la importante base árabe de Melitene.
Para más información ver el capítulo “los bizantinos” – “la dinastía Isáurica”