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Orígenes
Los escitas estaban entre los primeros pueblos en dominar guerra a caballo. En el siglo IX AC que posiblemente asolaron dinastía Zhou de China. En el siglo VIII AC, el emperador chino Hsüan o Xuan del imperio Zhou (827-782 AC) emprendió una ofensiva militar contra los »bárbaros occidentales», expulsándoles de sus territorios lo que provocó una oleada de emigración hacia el oeste. En este éxodo, los escitas lucharon contra los masagetas, cuyo nombre significa grandes escitas, de ma que significa grande y sagetas que significa igual a escitas. Curiosamente en chino, ma significa varias cosas, entre ellas significa «caballo».
Al parecer tuvieron poco éxito luchando contra estos nómadas y una parte se dirigió hacia Bactria dando lugar a los escitas sakas o shakas, y otra parte siguió a los territorios ocupados por los cimerios, que se encontraban en las estepas Pónticas al norte de Crimea, expulsándoles de allí. Una parte de los escitas cruzó el Cáucaso y se dirigieron a Urartu, otra parte se dirigieron a las llanuras Húngaras.
Escitia era una zona de Eurasia habitada en la antigüedad por un pueblo iranio conocido como los escitas. Su situación y extensión varió a lo largo del tiempo, desde la región del Altái, donde se unen Mongolia, China, Rusia, y Kazajistán hasta la del bajo Danubio y Bulgaria.
Su territorio llegó a extenderse por unos 6000 km, desde Hungría hasta Manchuria. Los historiadores grecolatinos de la antigüedad situaban a la Escitia (Escithia) en la costa norte del mar Negro, las llanuras al norte del Cáucaso y en la zona al norte del mar Caspio; aunque el territorio ocupado por los escitas, con fronteras (en especial las septentrionales) poco definidas, fluctuaba constantemente, es así que las antiguas crónicas chinas ubican poblaciones escitas en zonas que actualmente corresponden al Xinjiang.
Las fuentes asirias los llaman ishkuzai, término muy parecido a la denominación griega skythai. En las antiguas fuentes chinas se los denomina sai. En los reinos medios de la India se los conocía con el nombre de saka (nombre que a veces se restringe a la más septentrional de sus tribus). En documentos persas traducidos al latín a través del griego se les llama sakes o sakii.
Costumbres
No concebían la vida sin el caballo (era frecuente que adornaran las colas de sus caballos trenzándolas de modo que parecieran un manojo de serpientes), incluso la muerte: un escita rico podía llevarse a la tumba hasta cien caballos. También los utilizaban como alimento, comiendo su carne y ordeñando a las yeguas para fabricar quesos y kumis (una bebida alcohólica a base de yogur).
Vivían en chozas de ramas montadas sobre sus carros de ruedas macizas, en constante movimiento entre el Danubio y el Don o mucho más lejos. Las chozas eran redondas o rectangulares, de generosas proporciones, de dos o tres habitaciones. Sus paredes generalmente eran de mimbre, pero también las construían con ramas atadas con correas, y las revestían con barro o fieltro para protegerse de las lluvias y la nieve. Las más pequeñas se desplazaban sobre 4 ruedas y las de mayor tamaño sobre 6, siendo arrastradas por bueyes.
Sus tumbas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos (kurganes), confiando en que sus enemigos no molestarían a sus muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a aquellos a quienes sometían.
En cuanto a su apariencia física, la imagen del jarrón que se encontró en el túmulo de Kul-Ob, dio a los investigadores la primera idea real de cómo vivían los escitas, cómo vestían, cuáles eran sus armas y su apariencia. Estas tribus llevaban cabello largo, bigote y barba. Estaban vestidos con ropa de lino o cuero: pantalones largos y un caftán con cinturón. En sus pies llevaban botas de cuero, atadas por correas en los tobillos. La cabeza de los escitas estaba cubierta con sombreros puntiagudos de fieltro.
Como pueblo se organizaban en tribus dirigidas por reyes, que eran los auténticos y legendarios soberanos de las llanuras.
Cada hombre tenía gran cantidad de esposas y cada una de estas su comitiva. Las cortes de los ricos parecían mercados, donde la menos importante de las esposas podía llegar a tener unas 20 casas rodantes para sus sirvientes. La poliginia tenía razones económicas. Los hombres se ocupaban de la caza y la guerra, mientras que las mujeres se ocupaban de los animales, la generación de alimentos, construcción de las casas, el curtido de pieles, con los que hacían ropas y zapatos, y otros elementos con los que también comerciaban. Por otra parte, dada la división del trabajo por sexos que existía entre ellos, y las actividades asignadas a los varones (caza, depredación y guerra); es casi seguro que había una elevada mortandad de varones en edad reproductiva, por lo que la forma de compensar el «déficit» de varones era la poliginia.
Dado que desconocían la escritura, no se cuenta con documentos escitas, pero se los reconoce históricamente por las descripciones hechas por Herodoto, Hipócrates y otros. Estos escritores han descrito de igual manera a diversas tribus con similar comportamiento, sobre todo en sus tradiciones funerarias, de las cuales se conoce la gran pompa que exhibían al momento de enterrar a sus reyes o personajes importantes. Entonces, el término escita no designa a un único pueblo, sino a numerosos grupos de individuos que compartían una cultura común. Entre estos se distinguen los masagetas, dohas, getas, sakas, etc.
La cultura escita estaba muy ligada a la guerra. Aunque rendían culto a su dios de la Guerra. Por la llanura erigían terribles y misteriosos altares: amontonaban matorrales secos haciendo una precaria plataforma elevada de planta cuadrada de varias decenas de metros de lado, y en su centro, clavaban una espada. Cuando cogían prisioneros, uno de cada cien era degollado y su sangre se vertía a la espada, y luego se le despedazaba y se desperdigaban sus miembros.
Los escitas fueron considerados por sus enemigos como los más salvajes y sanguinarios guerreros de la época. Se ganaron a pulso esa reputación, por ejemplo tomaban la sangre de sus víctimas, las despojaban de su piel y con ella elaboraban vestimentas. Se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos, con la piel de la mano derecha cubrían el goryto o carcaj y destinaban la piel del tronco para confeccionar estandartes.
Una mujer no se podía casar hasta no haber matado a un enemigo y beber una copa de su sangre.
Cultivaban cáñamo (cannabis) para hacer sus ropas, que, según Herodoto, no se diferenciaba apenas del lino. Además, con sus semillas, quemadas en saunas, se daban baños de humo que, según el autor de Halicarnaso, “les hacían proferir exclamaciones de placer”. No se lavaban de otra manera. Y para vestir, teñían sus ropas y portaban abalorios. Sus escudos se decoraban con estilizados motivos de ciervos y otros animales de las llanuras.
Religión escita
La guerra fue considerada la ocupación más honorable. Lucharon principalmente como tiro con arco ecuestre. Los dioses del cielo (Pappei), la diosa del fuego en el estallido y el dios de la guerra fueron reconocidos como las deidades más altas en la religión de los escitas. Se mencionan otras deidades, personificando en su mayor parte las fuerzas y fenómenos de la naturaleza. El culto religioso de los escitas estaba poco desarrollado, no había altares ni imágenes de dioses, pero iba acompañado de sacrificios sangrientos e incluso humanos. Los escitas eran valientes, bondadosos, descuidados y sociables, pero propensos a los excesos y la juerga. Herodoto relata muchos detalles sobre sus costumbres militares, adivinos que jugaron un papel importante en su vida cotidiana, sobre la costumbre de hermanamiento que existía entre ellos, y especialmente sobre sus peculiares ritos funerarios.
Los escitas adoraban un panteón de siete dioses y diosas (heptíada), similares a las divinidades griegas de la antigüedad clásica. Menciona ocho divinidades en particular, siendo la octava adorada por la realeza escita y situando sus equivalencias:
- Tabiti era la diosa del calor, el fuego y el hogar (Hestia).
- Papaios era el padre del cielo (Zeus).
- Api era diosa de la Madre Tierra y Agua (Gaia).
- Goitosyros era una deidad solar (Apolo).
- Argimpasa era la diosa de era una diosa andrógina de la guerra, la soberanía, la fuerza sacerdotal, la fecundidad, la vegetación y la fertilidad (Afrodita).
- Thagimasidas (Poseidón).
- Targitao era el dios conductor del ganado (Heracles).
Costumbres funerarias
Cuando un rey escita moría, era vaciado y rellenado de incienso y especias, y embalsamado de esta guisa, se hacía una gran fosa y se le enterraba con sus armas y luego se tapaban, haciendo montículos o kurganes. Además, hasta cincuenta de sus sirvientes eran estrangulados junto a sus caballos. Luego se vaciaban sus tripas y se rellenaban con paja, y se les empalaba a soportes, de manera que quedaban como “guardianes” de ultratumba alrededor del túmulo de su rey.
Algunas tribus escitas no enterraban a sus muertos y esperaban que los buitres se los comieran y si esto ocurría era un augurio de bienestar para la tribu. El águila era una encarnación del dios del viento para algunos de ellos, que copiaron esta creencia de los sumerios. También antes de una guerra ellos enviaban pensamientos malos como saetas a los enemigos para matarlos y si estos no morían o se enfermaban procedían a la guerra. Las tribus llamadas escitas reales que se asentaron en Ucrania y sembraban trigo para vendérselo a los griegos.
El rico mobiliario de las tumbas escitas demuestra que los escitas dedicaron importantes recursos a garantizar el entierro adecuado de sus miembros, especialmente de los nobles. Esto atestiguaba que la otra vida era extremadamente relevante en la religión escita.
Los sármatas enterraban a sus sacerdotisas con espejos, que eran símbolos del principio femenino, el erotismo y la fertilidad, que desempeñaban un papel importante en los ritos nupciales de los pueblos iraníes, y se creía que eran objetos mágicos utilizados para la profecía y los ritos chamánicos. Los ciudadanos sármatas de la ciudad de Tanais fueron enterrados junto con armas, así como con pedazos de tiza y realgar que funcionaban como símbolos del fuego, mientras que sus tumbas iban acompañadas de construcciones funerarias en forma de cercas circulares de piedra. Estos, junto con la presencia de arneses para caballos en fosas, así como el entierro de caballos en túmulos, atestiguan la importancia de los cultos solar y del fuego en los ritos funerarios sármatas.
El ejército de los escitas
Había tres tipos de tropas en el ejército escita: caballería ligera y pesada, infantería. Cada escita era un guerrero, su pertenencia a un tipo particular de ejército estaba determinada por su estado de propiedad. El jinete fuertemente armado tenía armadura (coraza y casco), armado con lanza, escudo, arco y espada. Para restaurar este equipamiento y su apariencia se nos permiten entierros. En el montículo de la Tumba Mayor (siglos VI-V a.C.) se encontró una gran espada de hierro, los restos de dos carcaj de madera (uno provisto de broche de bronce) con puntas de flecha de hueso, bronce y hierro, los restos de un arco, cuatro lanzas de punta de flecha, dos hachas de hierro, concha escamosa, placas de bronce del cinturón.
En las tumbas de la aristocracia del grupo de monumentos Kiev-Cherkasy, se encontraron magníficos conjuntos de armas ofensivas y defensivas que datan de los siglos VII-VI AC. Por ejemplo, en la tumba central se encontraron dos puntas de lanza, un hacha de batalla, 279 puntas de flecha en dos saadaks, seis cuchillos de combate, fragmentos de una armadura y equipamiento para un caballo de guerra.
La base del ejército era la caballería escitas fuertemente armada. Los guerreros menos ricos formaron una caballería ligera. No tenían armaduras pesadas, estaban armados con arcos, jabalinas, akinaki, lanzas. El armamento de la infantería, obviamente, era muy diverso, sin un conjunto característico.
La infantería luchaba literalmente por el hecho de que caerían si no mantenían la cohesión. La ropa de cuero y fieltro les servía de armadura. El gorro escita puntiagudo, hecho de piel o fieltro, servía como casco. Incluso en las tumbas de los miembros de base de las comunidades que formaban la infantería, no había armas.
Las mujeres solían luchar junto a los hombres, y no era infrecuente que hubiera reinas guerreras entre los escitas. En un sistema táctico que no dependía de la fuerza física propia, sino más bien de la maestría como jinetes, todos los miembros de las tribus estaban acostumbrados a disparar el arco desde pequeños y eran útiles para la guerra.
Son varias las evidencias que permiten conocer de la existencia de estas guerreras. Ciertos enterramientos muestran a mujeres acompañadas de espada, arco y flechas, pero también de lanzas e incluso armaduras de escamas. Otro estudio de los restos de las mujeres escitas enterradas indica que muchas de sus lesiones no les fueron infligidas durante las disputas familiares, y lo más probable es que sean lesiones militares.
Estas mujeres guerreras dieron lugar a mitos y leyendas como el de las famosas amazonas.
Armamento escita
Los escitas eran grandes jinetes, y en la guerra, eran temibles arqueros a caballo.
Tanto hombres como mujeres montaban en pantalones específicamente diseñados para montar a caballos, y ambos debían dominar el disparar hacia atrás mientras iban a galope, lo que se conoció posteriormente como el disparo parto.
También desarrollaron la silla rígida, que se componía de tres partes: el asiento, el armazón y la sudadera. El asiento era de borreguillo o piel de oveja con relleno de pelo de ciervo. El armazón estaba compuesto de los arcos delantero y trasero que estaban hechos de antenas de ciervo o ramas de madera, unido a unas tablas laterales que tenían como misión distribuir el peso. La sudadera o almohadilla servía para evitar lesiones al caballo. La silla estaba decorada con dibujos repujados en el cuero, adornado con colgantes de hueso y bronce.
El arco escita, más bien pequeño para poder ser utilizado cómodamente a caballo, compuesto de madera, hueso y tendones de animales, era recurvo o de doble curvatura, era un arma formidable.
La longitud del arco era de unos 60-70 cm. Se supone que había arcos de hasta 100 cm de largo se confirman mediante el hallazgo de flechas con una longitud 70 cm o más.
Tenían varios tipos de flechas, de las cuales las más comunes son planas con una espiga en la base, triédricas y en punta de bala. Las puntas triédricas producían fuertes laceraciones, y se quedaban en los tejidos, por lo que había que cortarlas, porque la punta que no se quitaba de la herida comenzaba a oxidarse y el óxido de cobre resultante de esto provocaba la muerte. Los primeros tipos de puntas escitas (planas, de dos hojas) estaban hechas de cobre, la mayor parte de todos los demás tipos estaban hechos de bronce. La longitud de las puntas de flecha era de 2,6-3,4 cm, el ancho en la base era de 1,0-1,5 cm. La longitud de las flechas escitas oscilaba entre 42 cm y 85 cm.
Además, los nobles escitas formaban una élite de caballería, con mejores armaduras y ciertas piezas precursoras de futuras bardas de caballería. Se equipaban con lanzas, jabalinas, hachas “sagaris” que llevaban punta en el otro lado (que fueron adoptadas por muchos persas y luego por los macedonios) y escudos, y con el tiempo fueron desarrollando tácticas de choque, aunque nunca abandonaron los arcos como arma. La armadura típica escita consistía en un coselete de cuero con piezas de hierro para los arqueros a caballo. Además, los escitas desarrollaron las primeras cotas de escamas de hierro o bronce cosidas solapadamente sobre los coseletes de cuero.
Para proteger la cabeza tenían tanto yelmos de láminas de bronce como sus tradicionales gorros de fieltro picudos (gorros frigios, similares a los de los tracios, por ejemplo), reforzados con escamas metálicas. También solían adornarse con abundante orfebrería, tanto ellos como sus monturas.
Las espadas escitas “akinakes” en un principio medían unos 70 cm de largo en total, y fueron evolucionando con el tiempo: de una hoja recta de dos filos se fue cambiando a una hoja en forma de triángulo isósceles, de un solo filo, y finalmente se curvaron dando origen a los sables. Las empuñaduras y las hojas estaban profusamente decoradas. Algunas eran auténticas obras de arte. También empleaban dagas con una longitud de 34 cm y que tenían una forma similar.
El sagaris era una especie de hacha de guerra o martillo de guerra. Tenía un mango largo con una cabeza de metal, con un borde afilado (en forma de hacha) o romo (en forma de martillo) en un lado y una punta afilada (recta o curva) en forma de picahielo en el otro.
Posteriormente, algunas tribus escitas se asentaron y se volvieron agricultores alrededor del mar Negro. Estas tribus redujeron su caballería y comenzaron a aportar infantería competente, básicamente arqueros y tropas auxiliares.
Cuando un escita mataba a su primer enemigo, debía beber su sangre. Como trofeos tomaban cabelleras y caras de sus enemigos. Herodoto describe con detalle los cortes que practicaba los escitas en la piel detrás de las orejas para sacar la piel de la cara de una sola pieza. Luego, estos sangrientos trofeos eran colgados de sus sillas. Los cráneos de sus enemigos muertos eran vaciados, y una vez retirada la “tapa”, servían de macabras copas para el vino.
Tácticas escitas
El tamaño del ejército escita variaba, según Tucides tenía más de 150.000 efectivos solo las tribus de Tracia. Casi todos los hombres en edad adulta e incluso mujeres tomaban parte en la batalla. La mayoría de sus efectivos eran caballería ligera constituida por jinetes arqueros con poca protección, la infantería la constituía los más pobres, la caballería pesada la constituía los príncipes locales y sus escoltas que iban bien protegidos y eran profesionales.
Lamentablemente no se conservan datos concretos y detallados sobre sus tácticas de batallas. Pero, a juzgar por las acciones de pueblos con mucho en común, sus enfrentamientos se iniciaban con seguridad con una mortífera lluvia de flechas a gran distancia, seguidos de ataques y retiradas fingidas para atraer al enemigo a posiciones vulnerables.
Una vez terminadas las flechas, los infantes se acercaban al enemigo a una distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas antes de acometer el choque. Los nobles con armaduras, sobre los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate. Frente a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque (guerra de guerrillas).
Con sus carros poniéndoles en círculo formaban un laager o fortaleza de carros, donde se protegían de los ataques enemigos o donde se retiraban cuando una batalla no les era favorable.