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Periodo de los jueces (1397 AC-1000 AC)
Palestina o Canaán era una tierra situada entre el Imperio egipcio y los imperios dominantes en el norte, primero el Imperio de Mitani y luego el Imperio hitita. Estaba compuesto de ciudades-estado que cambiaban de bando según las circunstancias.
Los israelitas regresaron de Egipto en el siglo XIV AC, y estuvieron oprimidos por los pueblos vecinos:
- Los edomitas estaban situados al sur del mar Muerto, su capital era Edome incluía Petra. Cuando los israelitas terminaron de vagar por el desierto, Moisés solicitó pasar por el camino real a través de Edom, pero el rey de Edom reunió una fuerza grande para impedirlo. Estuvieron sometidos hasta 1397 AC.
- Los moabitas estaban situados al este del mar Muerto, su capital era Dibon. Oprimieron a los israelitas desde 1361 al 1344 AC.
- Los cananeos o habitantes de Canaán (hijos de Can), situada entre el mar Mediterráneo y el río Jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como el Creciente fértil. Sometieron a los israelitas entre 1268 a 1250 AC.
- Los madianitas eran descendientes de Madian cuarto hijo de Abrahan y su concubina Cetura. Estaban ubicados al este del gofo de Acab, y su capital era Madian. Oprimieron a los israelitas entre 1214 y 1208 AC.
- Los amonitas era una tribu semita que habitaba en la franja comprendida entre el desierto de Siria y el río Jordán, y entre los ríos Jabbok y Arnon, en la actual Jordania. Su capital era Rabat-Amón. Serían descendientes Ben-Amí que sería el segundo de los dos hijos (junto con su hermano Moab) que Lot habría tenido incestuosamente con sus propias hijas. Oprimieron a Israel entre 1125 y 1108 AC. Fueron vencidos en el siglo X AC, y permanecieron sometidos hasta el año 721 AC, cuando recuperaron su territorio tras la deportación de los israelitas a Babilonia.
- Los filisteos eran uno de los Pueblos del Mar que tras ser derrotados por los egipcios se asentaron en la franja costera comprendiendo Gaza y Ashdod. Oprimieron a los israelitas entre 1062 y 1024 AC.
La historia de los jueces parece describir a individuos sucesivos, cada uno de una tribu diferente de Israel, descritos como elegidos por Dios para rescatar al pueblo de sus enemigos y establecer la justicia.
Otra versión dice las tribus israelitas pudieron haber formado una confederación libre. En esta concepción, no habría existido un gobierno central, pero en tiempos de crisis, el pueblo habría sido dirigido por jefes ad hoc, conocidos como shoftim o jueces. El libro de los jueces menciona 12 jueces. Los más conocidos fueron:
Ehúd (1344-1316 AC)
Después de la muerte de Otoniel, los israelitas volvieron a ofender a Yavé y Eglón, rey de Moab, se alió con Amón, y atacó a Israel, apoderándose de la ciudad de las Palmeras. Los israelitas sirvieron a Eglón, durante 18 años.
Con la ayuda de Yavé, Ehud liberó a los israelitas de Eglón; Ehud se hizo un puñal de dos filos y medio metro de largo y lo escondió en su ropa en su lado derecho. Fue enviado a presentar el tributo a Eglón y, después de entregar el tributo e irse, Ehud despidió a la gente que lo trajo, regresó desde Gilgal. Le dijo al rey que tenía que decirle un secreto y este ordenó que todos salieran. Ehud apuñaló con su mano izquierda a Eglón y la empuñadura del puñal entró también tras la hoja en la gordura de Eglón, quedándose en su vientre, y le sacó los intestinos.
Ehud escapó y los siervos de Eglón esperaron a las puertas, pensando que el rey reposaba. Después de esperar demasiado, entraron y vieron que su señor estaba muerto en el suelo. Ehud y su ejército de israelitas mataron a 10.000 hombres moabitas, y después de ese día la tierra tuvo paz durante 80 años (1316-1237 AC).
Débora (1250-1214 AC)
Después de la muerte de Ehud, los hijos de Israel fueron sometidos por Jabín, rey de Canaán, que reinaba en Hazor. El jefe de su ejército era Sísara, y habitaba en Haroset-Goím. Tenía 900 carros de guerra y había oprimido con crueldad a los hijos de Israel durante 20 años.
Débora era la esposa de Lapidot. Ella le pidió a Barac que fuera a verla porque tenía que darle este mensaje de Jehová: “Ve al arroyo de Cisón con 10.000 hombres para pelear contra el ejército de Jabín. Allí vencerás a Sísara, el jefe de ese ejército”. Barac le contestó a Débora: “Voy, pero solo si tú vas conmigo”. Ella le dijo: “Iré contigo, pero tienes que saber que tú no matarás a Sísara. Jehová ha dicho que una mujer lo matará”.
Débora subió al monte Tabor junto con Barac y su ejército para prepararse para la batalla. Cuando Sísara se enteró, reunió sus carros de guerra y sus tropas en el valle. Débora le dijo a Barac: “Hoy Jehová te dará la victoria”. Entonces Barac y sus 10.000 hombres bajaron de la montaña para atacar al poderoso ejército de Sísara.
Barak lideró la carga desde el monte Tabor para ocupar las tierras bajas pantanosas abiertas al oeste del río Kishon. Al ver el avance de los israelitas, el ejército cananeo de Sísara se colocó en posición de batalla, con los carros al frente de la infantería.
Una lluvia torrencial inesperada justo antes del ataque de los cananeos, que pudo haber provocado el desbordamiento del río, atascó los carros. Con su punta de lanza embotada por el clima, Sísara acababa de perder la iniciativa.
Los soldados de infantería israelitas, sin carros, se volvieron más maniobrables y ágiles que los carros cananeos, que no estaban destinados al combate cuerpo a cuerpo.
Las fuerzas terrestres de Sísara seguían siendo una fuerza a tener en cuenta, pero a estas alturas, la ventaja había pasado a Débora y Barak. La infantería cananea no esperaba tener que llevar la peor parte de la lucha y no fue eficaz en avanzar para aliviar los carros asediados. El contingente de Débora sostuvo el asalto inicial y contraatacó con éxito, dividiendo a los cananeos en dos.
Los soldados cananeos huyeron; los israelitas mataron a muchos en el cruce del río y derrotaron al resto.
Al otro lado del campo de batalla, Sísara entró en pánico y saltó de su carro. Sus unidades se separaron del resto y se dispersaron en diferentes direcciones. La lucha continuó en Taanac y el arroyo de Meguido hasta que todos los cananeos fueron masacrados hasta el último hombre.
Sísara se bajó de su carro y se fue corriendo. Barac y sus soldados vencieron al ejército de Sísara, pero Sísara escapó y se escondió en la tienda donde vivía una mujer que se llamaba Jael. Ella le dio de beber un poco de leche y lo tapó con una manta. El guerrero se quedó dormido porque estaba muy cansado. Entonces Jael se le acercó muy despacito, sin hacer ruido, le clavó una estaca de tienda en la cabeza, y él murió.
Más tarde, llegó Barac buscando a Sísara. Jael salió de su tienda y le dijo: “Entra, te mostraré al hombre que estás buscando”. Barac entró en la tienda y vio a Sísara allí tirado, muerto. Entonces, Barac y Débora cantaron una canción para alabar a Jehová porque los había ayudado a vencer a sus enemigos. La gente de Israel vivió en paz durante los siguientes 40 años.
Gedeón (1191-1151 AC)
Con el tiempo, los israelitas volvieron a dejar a Jehová y empezaron a adorar dioses falsos. Durante siete años, la gente de Madián les robaba los animales a los israelitas y destruía sus cosechas. Para protegerse de ellos, los israelitas se escondían en cuevas y en las montañas. Al final, le suplicaron a Jehová que los salvara. Así que Jehová envió un ángel para decirle a un joven que se llamaba Gedeón: “Jehová te ha elegido para que seas un poderoso guerrero”. Gedeón le preguntó: “¿Cómo voy a salvar yo a Israel si no soy una persona importante?”.
Gedeón quería estar seguro de que Jehová lo había elegido a él. Puso un pedazo de lana en el suelo y le dijo a Jehová: “Si mañana por la mañana el rocío ha mojado la lana, pero el suelo está seco, sabré que me has escogido para salvar a Israel”. Al otro día, la lana estaba muy mojada y el suelo estaba seco. Entonces, Gedeón le pidió a Jehová que a la mañana siguiente la lana se quedara seca, y el suelo estuviera mojado. Lo que Gedeón pidió se cumplió de nuevo. Gedeón por fin se convenció de que Jehová lo había elegido. Así que reunió a sus soldados para ir a pelear contra los madianitas.
Jehová le dijo a Gedeón: “Voy a ayudar a los israelitas a ganar. Pero como tienen muchos soldados, podrían pensar que ganaron la batalla ellos solos. Mejor diles a los que tengan miedo que regresen a sus casas”. Así que 22.000 hombres se fueron, y 10.000 se quedaron. Luego Jehová dijo: “Todavía son demasiados. Llévalos al arroyo y diles que beban agua. Quédate solo con los que beban agua y, a la misma vez, estén pendientes de que no venga el enemigo”. Solamente 300 hombres se mantuvieron alerta mientras bebían.
La elección de un número reducido como fuerza de avance también se justifica por la necesidad de viajar en silencio, con rapidez y con menos posibilidades de ser descubierto en su ataque nocturno. Al descender sobre los madianitas por la noche, Gedeón los atrapó sin contar y sin preparación.
Los madianitas habían colocado a sus tropas en una línea debajo de la fuerza de Gedeón. La pequeña fuerza de Gedeón avanzó hacia Tel Agol, se dividió una vez más y se acercó al enemigo desde tres lados diferentes.
Gedeón esperó el momento adecuado, que fue durante el cambio de guardias madianitas. Los combatientes israelitas atacaron antes de que los nuevos hombres tuvieran tiempo de ajustar sus ojos a la oscuridad. Se deslizaron detrás del campamento enemigo con antorchas y causaron conmoción, rompiendo jarras y haciendo sonar cuernos.
Esta intrépida exhibición causó estragos en todo el campamento madianita, de modo que se apuntaron con espadas y huyeron aterrorizados.
Fue contra este enemigo desorientado en fuga que la mayor parte del ejército de Gideon se enfrentó. La fuerza principal de Gedeón se estrelló contra el flanco derecho madianita.
Después de atacar con éxito a los madianitas, Gideon activó los contingentes de refuerzo previamente preparados de las tribus de Neftalí, Aser y Manasés, explotando así esa oportunidad y agregándolos a la lucha.
Los madianitas supervivientes continuaron la derrota hacia Beth Shittah, Zererah y la frontera de Abel Meholah cerca de Tabbath, lo que pudo haber impedido que los madianitas se dispersaran eficazmente y huyeran directamente hacia el oeste.
Gedeón le encargó a Efraín que tomara el control de los vados del Jordán en Beth Barah y cortara las rutas de escape restantes. Efraín obedeció y capturó a dos comandantes enemigos.
Gedeón y las tropas cansados y en apuros, reanudaron la persecución y cruzaron el río hacia el oeste. Juró vengarse de las ciudades de Succoth y Peniel después de que se negaran a reabastecer su empresa.
El ejército madianita superviviente consistía en 15 unidades que quedaron de las 120 iniciales. Esperaban tomar defensas en Karkor, pero los israelitas las derrotaron allí utilizando los senderos de las caravanas al este de Nobah y Jogbehah. Gedeón destruyó lo que quedaba del enemigo y tomó a sus reyes, Zeba y Zalmuna, para que los mataran delante de Sucot y Peniel.
A partir de la victoria inician los israelitas la persecución de los madianitas, asesinando a 120.000 hombres, mujeres y niños, entre ellos cuatro reyes madianitas.
Gedeón regresó victorioso a través del paso de Heres al otro lado del río Jordán.
Abimelec (1151-1149 AC)
Hijo de Gedeón con una concubina en Shechem. Reinó durante tres años. Tras la muerte de su padre, intentó por todos los medios ser hecho rey de Israel. Para ello se dedicó a eliminar a todos sus hermanos de manera que nadie pudiera disputarle su liderazgo, y luego se proclamó rey.
Después de tres años se produjeron conflictos con las gentes de Siquén que querían vengar la muerte de sus hermanos. A ellos se unieron algunas ciudades vecinas. Abimelec salió con su ejército para reducir a los rebeldes. Repartió en tres escuadrones a su gente y puso emboscadas en el campo. Cuando vio que la gente salía de la ciudad los atacó. Abimelec y el escuadrón que iba con él acometieron con ímpetu y tomaron posiciones a la entrada de la puerta de la ciudad. Los otros dos escuadrones acometieron contra todos los que estaban en el campo y los mataron. Abimelec combatió todo aquel día, tomó la ciudad y mató a la gente que estaba en ella. Demolió la ciudad y la cubrió de sal.
Posteriormente, Abimelec fue a Tebes y la tomó. En medio de aquella ciudad había una torre fortificada en la cual se refugiaron todos los hombres y mujeres de la ciudad. Cerraron tras de sí las puertas, y subieron a la azotea de la torre. Abimelec marchó al monte Salmón con toda su gente y ordenó que cada uno cortase una rama seca de los árboles y le siguieran. Las pusieron junto a la puerta de la fortaleza para prenderles fuego.
Abimelec fue a la torre, se acercó a la puerta para prenderla fuego, pero una mujer dejó caer una piedra de molino sobre su cabeza y se la destrozó.
Llamó apresuradamente a su joven escudero, y le dijo: Saca tu espada y mátame, para que no se diga que una mujer me mató. Su escudero lo atravesó, y Abimelec murió.
Así Jehovah castigó todo el mal que Abimelec había hecho al matar a sus setenta hermanos.
Sansón (1107-1067 AC)
Muchos israelitas volvieron a adorar ídolos. Así que Jehová dejó que la gente de filistea dominara el país de Israel. Pero había algunos israelitas que sí amaban a Jehová, como Manóah. Él y su esposa no tenían hijos. Un día, Jehová envió a un ángel para que le dijera a la esposa de Manóah: “Vas a tener un hijo que rescatará a los israelitas de los filisteos. Será un nazareo”. Los nazareos eran personas que servían a Jehová de una manera especial y tenían prohibido cortarse el pelo.
Con el tiempo, nació el hijo de Manóah, y lo llamaron Sansón. Cuando creció, Jehová le dio una enorme fuerza. ¡Podía matar a un león solo con sus manos! Una vez, mató a 30 filisteos sin que nadie lo ayudara. Por eso, los filisteos lo odiaban y querían averiguar cómo matarlo. Una noche, Sansón estaba durmiendo en Gaza. Entonces sus enemigos fueron a las puertas de esa ciudad y lo esperaron allí para matarlo por la mañana. Pero, en medio de la noche, Sansón se levantó, fue a la entrada de la ciudad y arrancó las puertas de las murallas. Luego las cargó sobre sus hombros hasta llegar a lo alto de una montaña cerca de Hebrón.
Después, los filisteos fueron a hablar con Dalila, que era la novia de Sansón, y le dijeron: “Te pagaremos miles de piezas de plata si descubres por qué es tan fuerte Sansón. Es que queremos atraparlo y meterlo en la cárcel”. Dalila quería el dinero, así que aceptó el trato. Al principio, Sansón no quería decirle a Dalila de dónde sacaba toda su fuerza. Pero ella lo molestó tanto que él se rindió y le contó su secreto. Le dijo: “Nunca me han cortado el pelo porque soy nazareo. Si me cortaran el pelo, perdería mi fuerza”. Fue un gran error que al final Sansón le contara eso a Dalila.
Enseguida, Dalila les dijo a los filisteos: “¡Ya sé cuál es su secreto!”. Hizo que Sansón se quedara dormido sobre sus rodillas y llamó a alguien para que le cortara el pelo. Entonces Dalila gritó: “¡Sansón, los filisteos están aquí!”. Él se despertó, pero se dio cuenta de que había perdido su fuerza. Los filisteos lo arrestaron, lo dejaron ciego y lo metieron en prisión.
Un día, miles de filisteos se reunieron en el templo de su dios Dagón. Gritaban: “Nuestro dios nos ha entregado a Sansón. Saquen a Sansón para que nos divierta un rato”. Lo pusieron de pie entre dos columnas y se burlaron de él. Sansón dijo en voz alta: “Oh, Jehová, por favor, dame fuerzas una vez más”. Ya le había crecido el pelo de nuevo, así que empujó las dos columnas del templo con todas sus fuerzas. Entonces el edificio se derrumbó y mató a todos los que estaban allí. Sansón también murió.
Samuel
El sumo sacerdote Elí tenía dos hijos: Hofní y Finehás. Ellos eran sacerdotes y trabajaban en el tabernáculo. Pero no obedecían las leyes de Jehová y, además, trataban muy mal a la gente. Cuando los israelitas llevaban sacrificios para Jehová, Hofní y Finehás se quedaban con la mejor carne para ellos. Elí sabía que sus hijos se portaban mal, sin embargo, no hacía nada para corregirlos.
Aunque Samuel era mucho menor que Hofní y Finehás, no hacía cosas malas como ellos. Por eso, Jehová estaba muy contento con él. Una noche, Samuel estaba dormido y oyó una voz que lo llamaba. Se levantó, corrió adonde estaba Elí y le dijo: “Aquí estoy”. Pero Elí le contestó: “Yo no te llamé. Vuelve a dormirte”. Samuel se fue a acostar. Entonces pasó lo mismo por segunda vez. Cuando Samuel escuchó la voz por tercera vez, Elí se dio cuenta de que Jehová estaba llamando a Samuel. Elí le explicó que si volvía a oír la voz, tenía que responder: “Dime, Jehová. Tu siervo te está escuchando”.
Samuel volvió a la cama y oyó la voz: “Samuel, Samuel”. Él respondió: “Dime, Jehová. Tu siervo te está escuchando”. Jehová le dijo: “Dile a Elí que voy a castigarlos a él y a su familia. Él sabe que sus hijos están haciendo cosas malas en mi tabernáculo, pero no los corrige”. A la mañana siguiente, Samuel abrió las puertas del tabernáculo, como siempre. Tenía miedo de darle el mensaje de Jehová al sumo sacerdote. Pero Elí lo llamó y le preguntó: “Hijo mío, ¿qué te dijo Jehová?”. Así que Samuel le contó todo.
Sucedió entonces que los filisteos atacaron al pueblo de Israel. Los hijos de Elí se fueron con todo el ejército a defender la patria. Y se llevaron el Arca de la Alianza para que Dios les ayudase. Los filisteos estaban acampados en Afec y los israelitas en Eben-Ezer. Se dio una gran batalla y los filisteos derrotaron a los israelitas y mataron a más de 4.000, entre los que se encontraban Ofni y Finnes. Persiguieron al resto de la multitud hasta su campamento, allí los derrotaron de nuevo y capturaron el campamento, matando unos 30.000 israelitas incluidos los dos hijos de Elí y se adueñaron del Arca de la Alianza. A continuación se adueñaron de la ciudad de Shiló, que era uno de los principales centros de culto israelita, que fue destruida.
Cuando un mensajero llegó a contar a Elí que se había perdido el Arca y habían matado a sus dos hijos, el pobre anciano, que estaba sentado en una silla, se fue para atrás y se desnucó.
El pueblo eligió entonces como sacerdote al joven Samuel y Dios empezó a traerle sus mensajes y a guiarlo en todo, porque Samuel era un santo.
Los filisteos llevaron el Arca a Ashdod y la depositaron en el templo de Dagón (dios mitad hombre y mitad pez). A la mañana siguiente encontraron la estatua de Dagon postrada delante del Arca, y los habitantes comenzaron a padecer de tumores. Al Arca fue enviada a sucesivamente a Gath y Ekrón, que también sufrieron de tumores y finalmente devolvieron el Arca y hubo paz.
Jehová les había dado jueces a los israelitas para guiarlos, pero ellos querían un rey. Por eso, le dijeron a Samuel: “Todas las demás naciones tienen reyes, nosotros también queremos uno”. A Samuel le pareció que eso no estaba bien. Entonces, le oró a Jehová, y él le respondió: “El pueblo no te está rechazando a ti, me está rechazando a mí. Diles que «pueden tener un rey, pero que ese rey les va a pedir muchas cosas”. De todos modos, la gente decía: “¡No importa! ¡Queremos tener un rey!”.
Entonces, Jehová le dijo a Samuel que un hombre llamado Saúl sería el primer rey. Era de la última familia, de la más pequeña tribu de Israel.
Corría el año 1020 AC, cuando visitó a Samuel en Ramá y ungió derramando aceite sagrado sobre su cabeza y lo proclamó rey ante todo el pueblo.
El ejército de Israel durante el periodo de los jueces
El ejército de Israel era simplemente una milicia de hombres adultos que se convocaba de forma ocasional. La falta de consistencia y la fuerza necesaria hacían que evitasen las batallas campales practicando sobre todo la táctica de guerrillas, tales como ataques individuales y ataques nocturnos.
Los textos bíblicos, especialmente los libros de Josué y Jueces (que fueron escritos muchos siglos después de los acontecimientos que describen), cuentan una historia completa. Según ellos, los reinos de Israel y Judá, comenzó como un pueblo unificado. Más específicamente, consistía en las 12 tribus descendientes de los 12 hijos de Jacob, que escaparon de la esclavitud en Egipto y conquistaron la tierra de Canaán.
Cada tribu proporcionaba una milicia de hombres sanos. Este grupo estaba dispuesto y era capaz de luchar, habían recibido algún tipo de formación. No eran un ejército regular como entendemos el término, no eran soldados a tiempo completo, pero los hombres eran llamados a defender a su clan cada vez que había una necesidad.
Cada clan podía salir o cambiar de bando si así lo deseaban. Ese fue el patrón para el ejército israelita. Las tribus fueron motivadas a menudo por el propio interés, que es justo lo suficiente si sus hombres iban a enfrentarse a muerte en la batalla.
Sin embargo, este sistema podría ser un problema para un líder que intenta reunir una fuerza grande y mantenerla unida, como Débora tuvo que hacer cuando su general, Barak reunió a las tribus para hacer frente a un ejército cananeo bien entrenado y organizado de Sísara.
La ventaja de la milicia es que los hombres van a luchar con pasión por su hogar y sus familias. La desventaja es que no se puede mantener durante guerras o enfrentamientos a largo plazo. En época de cosecha, por ejemplo, los hombres a menudo simplemente dejaban sus armas y volvían para recoger la cosecha.
Había cuatro ramas en el ejército: los lanceros, los espadachines, los arqueros y los honderos. Las armas utilizadas por estos grupos se pueden dividir en dos grupos: aquellos que combatían cuerpo a cuerpo y los que combatían a distancia.
Periodo de los Reyes
El rey Saúl (1075-1007 AC)
Saúl tenía 30 años cuando comenzó a reinar, y gobernó durante 42 años sobre Israel.
Saúl eligió para sí mismo a 3.000 hombres de Israel. Había 2.000 con Saúl en Micmas y la región montañosa de Betel, mientras que 1.000 estaban con Jonatán en Guibeá de Benjamín. Había enviado al resto de la gente a casa.
Jonatán atacó la guarnición filistea en Geba, y los filisteos se enteraron. Y reunieron un ejército para castigar a los israelitas. Concentraron un ejército de 3.000 carros y 6.000 jinetes y unos 30.000 infantes para aplastar la rebelión.
Batalla de Micmacs
Los filisteos avanzaron y acamparon en el paso de Micmas, al este de Bet-avén. Cuando los hombres de Israel vieron que estaban en peligro, el pueblo se escondió en cuevas, en matorrales, en peñascos, en tumbas y en fosas. Los hebreos cruzaron el Jordán hacia la tierra de Gad y Galaad, pero Saúl permaneció en Gilgal, y todo el pueblo lo siguió temblando.
Samuel dijo que llegaría en siete días para realizar los ritos requeridos. Cuando pasó una semana sin noticias de Samuel, y con los israelitas cada vez más inquietos, Saúl se preparó para la batalla ofreciendo sacrificios. Samuel llegó justo cuando Saúl estaba terminando de sacrificar y reprendió a Saúl por no obedecer sus instrucciones. El rey no tenía permiso para ofrecer sacrificios.
Saúl consiguió una gran victoria apresando 1.700 hombres de carros y 20.000 de a pie, desjarretando todas las caballerías de los carros y reservándose 100 tiros.
David y Goliath
Después, Saúl fue a pelear contra los amalequitas, y Samuel le dijo que no dejara a ninguno vivo. Pero Saúl decidió no matar al rey Agag. Entonces Jehová le dijo a Samuel: “Saúl me ha dejado, ya no me obedece”. Samuel se puso muy triste, así que le dijo a Saúl: “Jehová va a elegir otro rey porque tú ya no le obedeces”. Cuando Samuel dio media vuelta para irse, Saúl lo agarró por el borde de su túnica, y la rompió. Samuel le dijo a Saúl: “Así te va a arrancar Jehová el reino”. Eso significaba que Jehová le iba a dar el reino a otra persona que sí lo amara y lo obedeciera.
Jehová le dijo a Samuel: “Ve a casa de Jesé. Uno de sus hijos será el siguiente rey de Israel”. Así que Samuel fue y, cuando vio al hijo mayor, pensó: “Seguro que este joven es el elegido”. Pero Jehová le dijo a Samuel que no era ese y le explicó: “Yo veo cómo son de verdad las personas, no solo cómo se ven por fuera”.
Jesé le presentó otros seis de sus hijos a Samuel. Pero Samuel dijo: “Jehová no ha escogido a ninguno. ¿Tienes más hijos?”. Jesé respondió: “Falta el menor, David, que está cuidando las ovejas”. Cuando David entró, Jehová le dijo a Samuel: “¡Este es!”. Entonces Samuel derramó aceite sobre la cabeza de David. Así lo ungió para ser el siguiente rey de Israel.
Tiempo después, los israelitas estaban en guerra contra los filisteos, que tenían en su ejército a un guerrero gigante llamado Goliat. Todos los días, él se burlaba de los israelitas y gritaba: “Manden a un hombre que pelee conmigo. Si me gana, seremos sus esclavos. Si gano yo, ustedes serán nuestros esclavos”.
David fue al campamento del ejército para llevar comida a sus hermanos que eran soldados. Allí escuchó lo que Goliat gritaba y dijo: “¡Yo pelearé con él!”. El rey Saúl le respondió: “Pero eres solo un muchacho”. David le explicó: “Jehová me ayudará”.
Entonces, Saúl le prestó su armadura, pero David dijo: “No puedo pelear con eso puesto”. Así que David agarró su honda, o sea, una tira que se usa para lanzar piedras. Se fue a un arroyo, escogió cinco piedras lisas y las metió en su bolsa. Entonces corrió hacia Goliat. El gigante gritó: “¡Tú, muchachito, acércate y verás! Te voy a convertir en comida para los pájaros y los animales salvajes”. David contestó sin miedo: “Tú vienes a pelear con una espada y una lanza, pero yo voy a pelear en el nombre de Jehová”. No luchas contra nosotros, luchas contra Dios.
Luego, David puso una piedra en su honda y la lanzó con toda su fuerza. Con la ayuda de Jehová, la piedra salió disparada y se clavó en la frente de Goliat. El gigante cayó muerto. Entonces los filisteos huyeron para que no los mataran.
Después que David mató a Goliat, el rey Saúl lo nombró jefe del ejército. David ganó muchas batallas y se hizo muy famoso. Siempre que regresaba de la guerra, las mujeres lo recibían bailando y cantando: “Saúl ha vencido a miles de enemigos, pero David ha vencido a decenas de miles”. Por eso, Saúl empezó a tenerle envidia y quería matarlo.
David tocaba muy bien el arpa. Un día, mientras tocaba para Saúl, el rey le arrojó su lanza. Pero David se agachó justo a tiempo, y la lanza se clavó en la pared. Después de eso, Saúl trató muchas veces de matarlo. Al final, David huyó y se escondió en el desierto.
Se refugió un par de veces entre los filisteos de Gat. Solo la segunda vez tuvo éxito. El rey de Gat, llamado Acis o Avimelej, lo recibió como refugiado, lo contrató como mercenario y le dio la aldea de Siklag para vivir con sus soldados. Posteriormente, las tensiones entre israelitas y filisteos aumentaron hasta el punto, que las dos naciones se declararon la guerra.
Batalla del monte Gilboa (1007 AC) y muerte de Saúl
La batalla se desarrolló en el monte Gilboa. David se disponía a participar en contra de su nación del lado de los filisteos. Pero los reyes de otras ciudades filisteas se opusieron a que David los acompañara, ya que temían que se podría poner del lado de sus compatriotas, por esta razón le fue prohibido a David y a sus hombres participar en la batalla.
Saúl había ido la noche anterior a la batalla a consultar a una adivina, la cual hizo volver un supuesto espíritu del profeta Samuel, que le dijo que moriría y perdería su reino.
Saúl llevó sus fuerzas al monte Gilboa para quitarle la ventaja de jinetes y de carros a los filisteos. Pero rápidamente se vio abrumado y rodeado. Los israelitas fueron ampliamente superados por las armas de hierro de los filisteos, incluso historiadores han afirmado que el ejército de Saúl estaba compuesto por soldados voluntarios, sin entrenamiento y sin armadura.
En la batalla murieron 3 hijos de Saúl, Jonatán, Maljishua, y Avinadav. El rey, herido y presuponiendo que sería capturado por los filisteos, le pidió a su escudero que lo matara, pero este se negó, por lo que Saúl se mató con su propia espada.
Cuando David supo de la noticia, lloró y mató al mensajero que pretendía haber asesinado a Saúl, para obtener beneficios. En lugar de alegrarse por la muerte de su enemigo, compuso un canto en su honor y en el de su amigo Jonatán.
Esta batalla sería la última gran victoria de los filisteos contra Israel, por lo menos la que quedó registrada. Con Saúl muerto, la tribu de Judá coronó como rey a David, mientras que las otras 11 tribus siguieron a Esbaal o Isboset, hijo de Saúl.
Después que David fue rey de todo Israel, los filisteos fueron derrotados y sometidos. Esta supremacía militar de Israel sobre los filisteos seguiría por varias décadas, y se debió, probablemente, a que David, mientras estuvo con los filisteos aprendió la tecnología de la manufactura del hierro. Siendo este conocimiento quizás el único motivo por el que los filisteos habían logrado derrotar a los israelitas por varios años.
El rey David
A la muerte de Saúl, David se dirigió a la ciudad de Hebrón para ser nombrado rey de Judá. Pero los norteños no estaban de acuerdo con tal decisión y buscaron a un descendiente del difunto rey para nombrarle como sucesor. El escogido fue su hijo Isboset, al que nombraron rey. Este intentó ganarse la confianza del reino, pero dos caudillos seguidores de David decidieron asesinarle en su propia casa. Cuando se presentaron ante el rey David esperaban una recompensa, pero se encontraron con la muerte. David no estuvo de acuerdo con la muerte de su enemigo y decidió ejecutarles por asesinato.
En Hebrón, el rey David no conseguía la confianza de los norteños y decidió que, para unir a las doce tribus israelitas, debía buscar una ciudad neutral donde gobernar. Sin embargo, con la muerte del hijo del difunto rey Saúl, los ancianos de Israel se acercaron a Hebrón manifestando lealtad a David, que por entonces tenía 30 años.
David buscó una nueva capital que fuera neutral. Eligió Jebús, que por entonces no estaba en manos de la gente de Judá ni en manos de los israelitas del norte, sino ocupada por los jebuseos. Una vez reconocido por los líderes de todas las tribus, David conquistó la fortaleza de Jebús y la hizo su capital. Una ciudad que pasó a ser conocida como la Ciudad de David y, posteriormente, Jerusalén. Una vez conquistada decidió llevar el Arca de la Alianza, que fue conducida en procesión, bailando el mismo rey delante de la misma. En Jerusalén construyó una tienda tabernáculo, hasta que se construyera el templo.
Campañas militares
David invade la tierra poblada por los gesuritas, gezritas y amalecitas. Esta área se encuentra al sur de la ciudad de Ziklag. Su ataque tiene éxito y gana una victoria, aunque la batalla en sí es bastante brutal y sangrienta. “David hirió la tierra, y no mantuvo con vida a hombre ni a mujer, y se llevó las ovejas, los bueyes, los asnos, los camellos y la ropa, y volvió y llegó a Aquis”
Un día, los amalecitas atacan la ciudad de Siclag. La quemaron hasta los cimientos y todas las mujeres de la ciudad quedaron prisioneras. Entre las cautivas se encuentran dos de las esposas de David, Ahinoam y Abigail. Le pregunta a Dios, a través del efod del Sumo Sacerdote, si saldría victorioso si lanzaba una campaña militar contra los que asaltaban la ciudad. Tras recibir una respuesta afirmativa, reúne a 600 hombres y va tras los amalecitas.
David, con la ayuda de un joven esclavo egipcio, descubrió dónde se encuentran los que atacaron a Siclag. Los amalecitas pronto fueron atacados y derrotados. Todas las personas que fueron tomadas como prisioneras son liberadas y consiguieron una gran cantidad de botín que fue llevado a Israel. De hecho, se les quitó tanto a los amalecitas que no solo los guerreros de Israel, sino también al menos trece ciudades, compartieron el botín de la victoria.
Los filisteos, al enterarse de que David es rey de Israel, lo atacaron. El Señor, sin embargo, está detrás de él y le da una victoria decisiva sobre sus enemigos. Sin embargo, algún tiempo después, los filisteos volvieron a pelear contra él, pero esta vez con los moabitas, Zoba, Siria y Edom. Todas esas ciudades fueron conquistadas, y algunos de ellas se convierten en sus siervos.
David, que era amigo de Nahash, el gobernante amonita, al enterarse de su muerte, envió mensajeros a Amón para transmitir sus condolencias. Hanún, el hijo del rey Nahash, que era el gobernante de los amonitas, recibió a los mensajeros. Los líderes amonitas, sin embargo, convencieron a Hanún de que los mensajeros eran en realidad espías enviados a explorar la zona para poder lanzar un ataque.
Hanún maltrató a los emisarios y los envió de regreso. Poco después, los amonitas se dieron cuenta del error que cometieron y de que se habían convertido innecesariamente enemigos de Israel. Contrataron a 20.000 soldados adicionales para protegerse. Sin embargo, esto no sirvió de nada, ya que Israel atacó la capital amonita y salió victorioso tanto de los amonitas como de sus aliados sirios.
El rey David se enfrentó y salió victorioso en la batalla, con sus archienemigos los filisteos cuatro veces más.
David y Betsabé
Una noche vio a una hermosa mujer desde la azotea de su palacio. David averiguó que su nombre era Betsabé y que estaba casada con un soldado llamado Urías. Entonces David mandó traer a Betsabé a su palacio, tuvieron relaciones sexuales, y ella se quedó embarazada. David trató de esconder lo que había hecho. Así que le dijo al general de su ejército que pusiera a Urías en la primera línea de batalla, y que luego se retiraran y lo dejaran solo. Urías murió en esa batalla, y después David se casó con Betsabé.
Por su parte, el rey Hiram de Tiro envió mensajeros a la capital y comenzó a suministrarle a David, madera de cedro, carpinteros y albañiles para que pudiera construirse la casa de David. Este quería construir un templo para Yahvé, pero el profeta Natan le dijo, por orden de Dios, que el templo debía esperar una generación, pues se habían cometido muchos crímenes. Sin embargo, Dios hizo un pacto con el rey David: la Casa de David nunca se extinguiría.
La rebelión de sus hijos
Tal como lo había profetizado Natan, los errores del rey fueron la causa de diversos trastornos y zozobras a la llamada Casa de David. Uno de sus hijos, Absalón, se rebeló contra su padre y llegaron a luchar por el derecho al trono. Un día, Absalón quedó atrapado por su cabello en las ramas de un roble y Joab, el comandante de tropas de David, le clavó tres flechas y lo mató. Así, toda una facción festejaba esa muerte como una victoria, pero, cuando la noticia de la victoria fue llevada al rey David, este no se alegró.
Todo ese tiempo de conflictos deterioraron la imagen de David y su espíritu. Los sinsabores continuarían, pues su hijo Adonías también pretendía reinar. Ambicionaba el trono de su padre, que ya había perdido gran parte de su anterior prestigio.
El rey David, ya anciano, estaba postrado en la cama y su hijo Adonías aprovechó este hecho para proclamarse rey. Betsabé y el profeta Natan, conociendo la actitud hostil del joven, pidieron a David que nombrara como heredero a otro de sus hijos. Concretamente a Salomón. Este había sido elegido por Dios y este acuerdo entre David y su mujer preferida solo concretaba los designios divinos.
Le prometió continuar la línea hereditaria en el trono de Judá por siempre. David murió aproximadamente a los 70 años y fue enterrado en la Ciudad de David, futura Jerusalén. Gobernó cuarenta años sobre Israel, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén
El rey Salomón (1000-931 AC)
Gobernó durante 39 años (970-931 AC). Fue un rey sabio que mantuvo buenas relaciones con sus vecinos , se casó con una hija del faraón egipcio.
Salomón estructuró Israel en 12 regiones administrativas que serían sometidas al pago de valiosos impuestos para sufragar los grandes gastos de la corte, y amplió sus dominios desde el río Éufrates hasta el país de los Filisteos, y hasta la frontera de Egipto. Esclavizó a los cananeos que permanecieron en el país y estableció una alianza con Hiram, rey de Tiro (actual sur del Líbano) lo que provocó un potente impulso en la economía. Estas alianzas provocaron descontento porque habían llevado al establecimiento de cultos religiosos extranjeros en Jerusalén.
Formó un ejército permanente que disponía de 1.400 carros y 12.000 jinetes, las ciudades principales del reino fueron fortificadas. Salomón pagaba 150 siclos de plata por cada caballo de Cilicia y 600 siclos por los carros de Egipto, en Megido existen ruinas de estas cuadras con boxes individuales con conducción de agua y capaces de albergar 450 caballos.
El rey Hiram de Tiro puso dos flotas a disposición de Salomón, una en el Mediterráneo y otra en el mar Rojo. La primera llegó hasta España y pasó incluso el estrecho de Gibraltar, estableciendo relaciones con los tartesios, asentándose en la ciudad de Gades, la actual Cádiz. La segunda flota tenía su base en Elat, en el extremo norte del mar Rojo, y en sus expediciones llegaba hasta el sur de Arabia.
Recibió la visita de reina de la tierra de Saba, acudió a Israel habiendo oído de la gran sabiduría del rey Salomón, viajó desde los confines de la tierra para oír a Salomón, llevando regalos de especias, oro y piedras preciosas.
La prosperidad económica permitió al monarca emprender numerosas obras arquitectónicas. La más importante fue la construcción del Templo de Jerusalén como lugar para la permanencia del arca de la Alianza, aunque destaca también la edificación de un fabuloso palacio y la construcción de un terraplén que unía el templo con la ciudad de Jerusalén.
Según la Biblia “Tuvo 700 mujeres reinas y 300 concubinas, y esas mujeres le desviaron el corazón”. Muchas mujeres que eran de otros países y adoraban ídolos. Poco a poco, Salomón cambió y empezó a adorar ídolos también. Jehová se enojó y le dijo: “Le voy a quitar el reino de Israel a tu familia y lo voy a dividir en dos. Le daré la parte más grande a uno de tus sirvientes, y tu familia reinará solo en la parte pequeña”.
División del reino
Según el relato bíblico, fue solo después de la muerte de Salomón (920 AC) cuando Israel y Judá se dividieron en dos reinos con diferentes dinastías gobernantes.
Cuando el reino unido llegó a su fin, durante el reinado de Roboam, diez tribus de Israel (llamadas las diez tribus del norte) se negaron a aceptar a Roboam, el hijo y sucesor de Salomón. Formaron un reino que siguió llamándose el reino de Israel, con capital en Samaría y su rey fue Jeroboam.
Las otras dos tribus formaron el reino de Judá, con capital en Jerusalén.
La mayoría de la fuerza de carros hebreos fue cedida al reino de Israel, y el reino de Judá se quedó con la infantería. El reino de Israel es citado en los textos asirios como poseedor de la más poderosa fuerza de carros del Mediterráneo Oriental. El rey Ajab de Aram (Siria) envió 10.000 infantes, 700 jinetes y 2.000 carros a la batalla de Qarqar en 853 AC. Los carros posteriores de Judá eran vehículos pesados tirados por cuatro caballos y con una dotación de cuatro hombres: auriga, escudero y dos combatientes, similares a los de Asiria.
La composición general del ejército israelí era infantería, carros y caballería. Una inscripción asiria describe que el ejército de Israel en el año 853 AC, asignado a Damasco era de 20.000 infantes, 1.200 carros, y 1.200 de caballería.
Hasta 722 AC, el reino de Israel es gobernado por 20 monarcas en nueve períodos dinásticos.
Campañas asirias contra Israel
Al principio, el crecimiento gradual de Asiria no afectó directamente a Palestina. Tiglat-Pileser I (1114-1076 AC.) empujó el control asirio hacia el Mediterráneo, pero no hacia el sur, en territorio hebreo.
En 853 AC, Salmanasar III dirigió una campaña contra Aram (una coalición de estados liderados por Siria), pero fue derrotado en la batalla de Karkar o Qarqar, teniendo que regresar.
En 841 AC, la coalición se desintegró, y Salmanasar III dirigió el ejército asirio contra el oeste. Esta vez, sin embargo, no se enfrentó con una coalición de reyes sino solo contra Ezaquiel de Damasco que se retiró a un pico cerca del monte Líbano. Textos asirios afirman la derrota de 16.000 soldados sirios, 1.121 carros de guerra, y 470 jinetes. Salmanasar III pudo por fin reclamar tributo a Jehú del Reino de Israel. Luego se dirigió al reino de Israel, reclamando tributo al rey Jehú.
Adad-nirari III (810- 783 AC) en el año 797 AC realizó una campaña dirigida contra Damasco, y a continuación realizó la gran gira por Fenicia, Samaria y Filistea, recibiendo tributo de varios reyes de Siria y Canaán. Cuando el nuevo rey de Israel, Joás, se enteró de la llegada de la fuerza asiria, envió tributo. Sin duda, Joás tenía la intención de comprar el apoyo de Adad-nirari contra su enemigo Bar-hadad.
El rey Pécaj hizo alianza con el rey de Damasco para formar una alianza antiasiria. Para reforzarla, Israel y Damasco quisieron obligar al reino de Judá a unirse a ellos. El rey de Damasco Rasón, un usurpador, parece ser el líder de dicha coalición antiasiria. Su objetivo era crear una “Gran Siria”, extendiendo su hegemonía sobre Israel y sobre Judá y aliándose también con los filisteos y los fenicios. Esta Gran Siria, en la mente de Rasón, sería la única alternativa válida a la política imperialista de los asirios.
Cuando el rey de Judá rehusó adherirse a la coalición, los aliados de Israel y Damasco decidieron poner sitio a Jerusalén, para deponer al joven rey Ajaz y colocar en su trono a un rey anti-asirio de su propio gusto, el hijo de Tabel. Lo que hubiese supuesto la aniquilación de toda la familia real, de toda la casa de David. Esta guerra, conocida como la ”guerra siro-efraimita”, en la que Israel con los filisteos y arameos se enfrentaron al reino de Judá, para deponer al rey Acaz, y obligar al rey a unirse a la rebelión (735-733 AC).
Cuando las tropas de Judá estaban siendo derrotadas rotundamente, Acaz, que había sido un vasallo leal del Imperio asirio, pidió ayuda a Tiglatpileser III. En contra la súplica del profeta Isaías, pidió ayuda a los asirios para defenderse de la coalición siro-efraimita que lo amenazaba.
Teglatfalasar III realizo tres campañas. En la primera en el 734 AC, derrotó a los aliados en el valle de Jezreel, que resultó en la sumisión del reino de Israel a la soberanía asiria. Esta derrota fue seguida por la deportación de muchos de sus ciudadanos a diferentes regiones del Imperio, dejando atrás un reino devastado, con Israel siendo reducido a la región montañosa del norte y la capital de Samaria. La campaña siguió por Filistea llegando hasta Gaza y Raphia, con el fin de bloquear cualquier ayuda egipcia.
En la segunda campaña en el 733 AC, fue dirigida contra Tiro y la costa mediterránea.
En la tercera en el 732 AC fue dirigida contra Damasco (732 AC). Lanzó un ataque contra la reina árabe Samsi, atacó su campamento por sorpresa y los árabes huyeron en pánico. El resto de las tribus árabes presentaron su sumisión.
Durante la ocupación asiria hubo algunos intentos más de independizarse, durante las revueltas al final del reinado de Salmanasar V, y los problemas de sucesión, fueron aprovechados para revelarse. Cuando llegó al poder Sargón II, en el 725 AC, envió una expedición a Samaria que fue rápidamente conquistada. Mediante su conquista, cayó el reino de Israel. Según las propias inscripciones de Sargón, 27.290 israelitas fueron deportados de Israel y reasentados en todo el Imperio asirio, siguiendo la forma estándar asiria de tratar con los pueblos enemigos derrotados mediante el reasentamiento. Este reasentamiento específico resultó en la famosa pérdida de las Diez Tribus Perdidas de Israel.
En la campaña del 712 AC, Sargón II se dirigió contra el reino de Asdod en el Israel actual, cuyo rey Iamani fue apoyado por Judá, Moab y Edom. Iamani huyó a Egipto cuando llegaron los asirios. El faraón Shabako lo encadenó y lo entregó a Sargón II. Asdod fue convertido en provincia asiria.
Instigados por Egipto, los territorios más occidentales del Imperio asirio se rebelaron contra Senaquerib (705-681 AC). En esa sublevación participó Ezequías de Judá en contra de los consejos del profeta Isaías. A lo largo de varias campañas, los asirios pacificaron Fenicia y Filistea, destruyendo de Ascalón, derrotaron al ejército egipcio y, ya en 701, sometieron toda Judá a excepción de su capital, Jerusalén. Ezequías pidió la paz y los asirios levantaron el sitio. Sin embargo, la victoria de Senaquerib queda evidenciada por la destrucción de 46 ciudades y la deportación de 200.150 personas, tal como indica el Prisma de Senaquerib.
Campañas babilonias contra Israel
Durante el reinado del rey Josías (640 a 609 AC), los caudillos políticos de Judá se dirigieron a Egipto para pedir protección contra la creciente influencia de Babilonia, aunque Jeremías de nuevo había advertido a Judá que no debía confiar en Egipto. Así se preparó el escenario para una segunda tragedia entre el pueblo de Israel.
Los acontecimientos que se desarrollaron durante los siguientes veinte años o más después del reinado de Josías, Judá cayó en un torbellino de lucha por el poder entre Egipto y Babilonia. Joacaz sucedió a su padre y continuó la resistencia ante el control egipcio. Su negativa a pagar el tributo hizo que fuera derrocado del trono y llevado en exilio a Egipto, y su medio hermano, recibió el trono con el nombre de Joacim, reinó como vasallo de Egipto. Esta nación lo obligó a pagar pesados impuestos.
A pesar de sus preparativos para enfrentarse el desafío de Babilonia, los egipcios fueron vencidos en la batalla de Karkmish en el 605 AC. Esto colocó al pueblo de Judá en una condición de vasallos de los nuevos conquistadores. Joacim cumplió su tributo durante tres años antes de intentar liberar a su pueblo. Fue sucedido por su joven hijo, Joaquín que intentó seguir adelante resistiendo a los babilonios, pero fracasó al término de tres meses.
Nabucodonosor, iba conquistando una nación tras otra. La primera vez que conquistó Jerusalén, capturó al rey Joaquín, a los príncipes, guerreros y artesanos, y se los llevó a Babilonia. También se llevó los tesoros del Templo. Luego, Nabucodonosor decidió que Sedequías fuera el rey de Judá. Los babilonios deportaron a unas 3.000 personas, pertenecientes a las familias más poderosas del país, y a religiosos con el fin de debilitar la capacidad de dirección en Judá.
Al principio, el rey Sedequías obedecía a Nabucodonosor. Pero los profetas falsos y la gente de los países cercanos le decían a Sedequías que se rebelara contra Babilonia. Jeremías le advirtió: “Si te rebelas, habrá muertes, hambre y enfermedades en Judá”.
Después de ocho años, aprovechando que había una sublevación en Babilonia, hizo que se retiraran de Judá las fuerzas que vigilaban a esta nación y el creciente sentimiento patriótico entre el pueblo llevó al rey Sedequías a buscar el apoyo de Egipto en una rebelión contra Babilonia. Entonces, Nabucodonosor envió su ejército a atacar Jerusalén. El ejército babilonio acampó alrededor de la ciudad. Jeremías le dijo a Sedequías: “Jehová dice que, si te rindes a los babilonios, tú y la ciudad sobrevivirán. Pero, si no te rindes, ellos van a quemar Jerusalén y te llevarán prisionero”. Sedequías respondió: “¡No me voy a rendir!”.
Después de un año y medio de Asedio, en 587 cuando los babilonios derribaron una parte de las murallas y por allí entraron a la ciudad y la quemaron. También quemaron el Templo de Salomón, mataron a mucha gente y se llevaron miles de prisioneros.
Sedequías logró escapar de Jerusalén, pero los babilonios lo persiguieron, lo atraparon cerca de Jericó y se lo llevaron al rey Nabucodonosor. El rey obligó a Sedequías a ver cómo mataban a sus hijos. Luego, lo dejó ciego y lo metió en prisión. Allí murió Sedequías. A lo que siguió una nueva deportación de judíos influyentes a Babilonia.
Finalmente las murallas de Jerusalén fueron derribadas, y lo que había quedado después de un año y medio de sitio, y de un mes de ocupación y terror a cargo de Nabucodonosor, fue entregado al fuego.