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Antecedentes
Egipto constituía, junto con el Norte de África, el granero del Imperio. Heraclio sabía que si conservaba Egipto, conservaría la posibilidad de reconquistar algún día Jerusalén y toda Siria. Se sabe que Ciro, patriarca y gobernador de Egipto, construyó unos formidables muros y defensas a lo largo de la ribera occidental del delta del Nilo.
Hacia los años 637-638 toda Siria estaba en manos de los ejércitos del Islam. Con un ejército entre 3.500 y 4.000 hombres bajo su mando, Amr ibn al-As cruzó por primera vez hasta Egipto desde Palestina.
Ciro, el patriarca ortodoxo de Alejandría, no lo fiaba todo a esas defensas, o tal vez intentaba ganar tiempo mientras llegaban refuerzos de África, ofreció un pacto a Amr, por el que le ofrecía oro a cambio de no atacar Egipto. Al parecer le entregó el oro a cambio de seguir pagando todos los años.
En 639, cuando los enviados de Amr llegaron a por el oro del correspondiente pago anual, se encontraron con que no era Ciro el que los recibía, sino un general que le negaba el pago. Al parecer habían llegado refuerzos que Namibia y Cartago que se consideran suficientes.
Arm pidió refuerzos que llegaron progresivamente. Cuando hubo reunido sus fuerzas, Amr partió de Gaza y entró en Egipto, los coptos les apoyaron contra las tropas imperiales y contra los egipcios que se mantenían fieles al Emperador, en primer lugar se dirigió a Babilonia de Egipto, para posteriormente atacar Alejandría. Las conquistas de Babilonia de Egipto y de Antinoe abrieron por completo el país a los agarenos. A partir de este punto, no solamente los coptos, sino también numerosas autoridades civiles se pasaron a las filas de Amr proporcionándole los medios necesarios para la construcción de puentes, los abastecimientos y la administración de los impuestos. El propio Amr no tuvo ningún problema en nombrar como gobernadores a estos cristianos, ni en contar entre sus filas con numerosos contingentes coptos.
Después de haber tomado Babilonia, Omar y su ejército marcharon (o cabalgaron) a un lugar en el río Nilo llamado Umm Dunein. El sitio de esta ciudad por los jinetes de Amr fue de una considerable y abrumadora dificultad, ya que carecía de máquinas de asedio. Después de tomar finalmente Umm Dunein, Amr cruzó el Nilo y decidió dirigir sus fuerzas contra el oasis del Fayum. El acceso al oasis estaba defendido por una guarnición local y los árabes fueron incapaces de penetrar en él. No obstante, consiguieron saquear la ciudad de El Bahnasa, donde la población local fue masacrada.
Tras esta expedición, Amr recibió refuerzos de unos 12.000 hombres, a las órdenes de Zubayr ibn al-Awwam. Los ejércitos musulmanes unos 15.000 acamparon en la antigua ciudad de Heliópolis, hacia donde avanzó un ejército bizantino con unos 20.000 hombres mandados por Teodoro, comandante de todas las fuerzas bizantinas en Egipto.
Batalla de Heliopolis (640)
Allí, el 6 de junio de 640, comenzaron a prepararse para el movimiento hacia Alejandría, pero los exploradores recibieron noticias de que las fuerzas se estaban acercando.
Amr dividió su ejército en tres unidades separadas, un destacamento bajo el mando de un comandante de confianza, Kharija. Esta unidad marchó abruptamente hacia el este hasta cerca de unas colinas, en las que se ocultó. Esta unidad debía permanecer allí hasta que los bizantinos hubieran comenzado la batalla, momento en el que caerían sobre el flanco o la retaguardia, que eran más vulnerables.
El segundo destacamento de Amr fue mandado al sur, que sería la dirección por la que huirían los bizantinos cuando la batalla les fuera mal.
Una vez que las fuerzas bizantinas iniciaron el contacto con las fuerzas de Amr y comenzaron el ataque; el destacamento de Kharija atacó la retaguardia bizantina, que fue totalmente sorprendida porque los bizantinos de Teodoro no habían enviado exploradores, o si lo hicieron, no hicieron caso de la advertencia de la proximidad de los jinetes árabes. Este ataque por la retaguardia creó un caos absoluto entre las filas bizantinas.
Teodoro y sus tropas trataron de huir hacia el sur, donde fueron atacadas por el tercer destacamento, que había sido colocado allí para únicamente ese fin. Esto concluyó el último esfuerzo y la derrota del ejército bizantino, que huyó en todas las direcciones
Teodoro sobrevivió, pero solamente con una pequeña parte de su ejército, mientras que el resto fueron muertos o hechos prisioneros. En las secuelas de la batalla, la mayoría de las regiones meridional y central de Egipto cayeron ante las fuerzas de Amr. La derrota en Heliópolis fue decisiva, ya que eliminó la última fuerza permanente bizantina entre los invasores islámicos y el corazón de Egipto. También alentó a los nativos descontentos, la mayoría de ellos monofisitas que habían sufrido la represión y la persecución a manos de Constantinopla.
La caída de Alejandría extinguió el control bizantino sobre Egipto, y permitió a los musulmanes continuar su expansión militar en el norte de África. Entre los años 643 y 644, Amr completó la conquista de la Cirenaica. Uthman sucedió al califa Omar tras su muerte.
De acuerdo con los historiadores árabes, los cristianos coptos locales dieron la bienvenida a los árabes, del mismo modo que en su día lo hicieron los monofisitas en Jerusalén. La pérdida de esta lucrativa provincia quitó a los bizantinos una valiosa fuente de riqueza en forma de trigo, lo que provocó escasez de alimentos en todo el Imperio bizantino, debilitando sus ejércitos durante las décadas siguientes.
Después, los árabes, se dirigieron hacia el sur y conquistaron Nubia (actual Sudan), ampliando sus dominios, al mismo tiempo que encontraban una nueva fuente de guerreros.
Batalla de Nikiou (646)
El emperador bizantino, Constante II, estaba decidido a volver a conquistar la tierra de los faraones, y con ese objetivo organizó un ejército que fue transportado por una gran flota con dirección a Alejandría. Estas tropas, bajo el mando del comandante Manuel, desembarcaron y tomaron la ciudad, arrebatándosela a su pequeña guarnición árabe, hacia finales de 645. Amr, que en aquel momento podría estar en La Meca, acudió rápidamente a tomar el mando de las fuerzas árabes en Egipto. Al parecer, el ejército cristiano se desplegó por la región del Delta del Nilo, venció a las fuerzas de Abdullah y se apoderó de la Fortaleza de Babilonia antes de la llegada de las fuerzas dirigidas por Arm.
La batalla tuvo lugar en la pequeña ciudad fortificada de Nikiou (Nafyus, Takyus, según las distintas traducciones del árabe), situada alrededor de dos tercios de camino entre Alejandría y Fustat, las fuerzas árabes eran en torno a 15.000 soldados, en contra de una fuerza de unos 10.000 bizantinos.
La batalla fue encarnizada y ninguna de las fuerzas parecía imponerse a la otra. El mismo Arn fue derribado de su montura y siguió luchando a pie. Algunos de los musulmanes se vieron superados y emprendieron la fuga. En el fragor del combate, uno de los guerreros cristianos desafió a los musulmanes a que presentaran un campeón para luchar en un combate singular. El guerrero musulmán Haumal de Zabid aceptó el desafío y se ofreció a ser el campeón de los musulmanes. Los dos campeones se comprometieron en un combate singular con espadas. Los ejércitos detuvieron el combate, cerraron filas y comenzaron a alentar a sus campeones. El campeón cristiano murió en el combate y el musulmán gravemente herido a los pocos días. Se reanudó el combate con renovada furia. Los árabes por fin prevalecieron, y las fuerzas bizantinas se retiraron en desorden de vuelta a Alejandría, perseguidos por los árabes. Aunque las fuerzas bizantinas cerraron las puertas, la ciudad de Alejandría acabó rindiéndose a los árabes, que irrumpieron en la ciudad en algún momento en el verano de ese año.
En el año 647, un ejército árabe liderado por Abdallah ibn al-Saad invadió el Exarcado de África bizantino. Tripolitania fue conquistada, seguida por Sufetula, 150 km al sur de Cartago, y su gobernador Gregorio se autoproclamó emperador de África, siendo asesinado.
La fuerza de Abdallah regresó a Egipto en el año 648, una vez que el sucesor de Gregorio, Genadio, les prometió un tributo anual de 300.000 nomismata.
Las fuerzas islámicas atacaron Sicilia en el 652, mientras que Chipre y Creta fueron capturadas en el 653.
Conquista de Cartago
Tras una guerra civil en el imperio árabe, los Omeyas llegaron al poder con Muawiya I. Bajo los omeyas se completó la conquista de los restantes territorios bizantinos del norte de África y los árabes consiguieron desplazarse por amplias zonas del Magreb, invadiendo la España Visigótica a través del Estrecho de Gibraltar. Muawiya comenzó a consolidar el territorio árabe desde el mar de Aral hasta la frontera occidental de Egipto. Puso un gobernador en Egipto en al-Fustat, y lanzó diferentes asaltos en Anatolia en el 663. Entonces, desde el 665 hasta el 689, lanzó una nueva campaña en el norte de África para proteger a Egipto de los ataques de flanco desde la Cirenaica bizantina. Un ejército árabe de 40.000 efectivos tomó Barca, derrotando a unos 30.000 bizantinos.
Entre el 692 y 693 Hassan ibn al-Numan fueinvestido como nuevo gobernador de Ifriqiya por el califa omeya. Este gobernador, dejando a un lado los viejos conflictos con las tribus locales, decidió que había que eliminar definitivamente la presencia bizantina en la región. Su primera medida fue reclutar un gran ejército para someter definitivamente el emirato a la autoridad omeya, utilizando para ello todos los ingresos de los que pudo disponer. Con un impresionante ejército de 40.000 hombres partió desde Egipto decidido a someter a Cartago, la todopoderosa capital bizantina de África, que hasta el momento había permanecido indemne tras la seguridad de sus poderosas murallas y de la red de fortalezas que la protegían.
Hacia el 695 Hassan lanzó un arrollador ataque por todos los frentes: capturó las fortalezas una tras otra y destruyó el puerto de Cartago. Perdida la esperanza de obtener refuerzos ni por tierra ni por mar, finalmente la ciudad fue capturada y la media luna se alzó en la vieja Cartago, escapando muchos de sus habitantes a la Sicilia bizantina o a la Hispania visigoda. Sin embargo, la presencia bizantina en Sicilia era un peligro constante para la estabilidad de la zona.
Reconquista de Cartago
En el 697, los bizantinos, desde Sicilia, enviaron una poderosa flota al mando del famoso almirante Juan Patricio, reforzado además con contingentes visigodos.
Entraron en el puerto y con éxito y recuperaron la ciudad en un impresionante ataque por sorpresa. Los ciudadanos de la ciudad se regocijaron y las fuerzas árabes huyeron hacia el sur a Kairuán.
El emir Hasan estaba en una misión de pacificadora del Magreb, pero se retiró de la campaña en el campo para enfrentar el renovado desafío bizantino. En Kairuán, comenzó los planes para volver a tomar Cartago en la siguiente primavera. Se estima que encabezó una fuerza de 40.000 hombres. Los bizantinos hicieron un llamamiento de ayuda a sus aliados tradicionales, los nativos bereberes, e incluso a sus enemigos, los visigodos y los francos. A pesar de haber recuperado la ciudad, los bizantinos estaban en desorden debido a la amarga lucha que caracterizaba al Imperio y así perdieron gran parte de su fuerza. El anterior exarca, Gennadius, había sido un traidor a la causa cristiana, desertando ante los musulmanes y convirtiéndose en su vasallo. El rey de los visigodos, Witiza, envió una fuerza de 500 guerreros con el fin de ayudar a defender Cartago, quizás para comprobar la creciente amenaza musulmana, que, tan cerca de la Hispania visigoda, estaba desgajando grandes trozos del Imperio bizantino.
Los bizantinos hicieron una salida y presentaron batalla a los árabes directamente, pero fueron derrotados. Más tarde prefirieron incitar a la rebelión a través de los príncipes bereberes. El comandante bizantino Juan decidió esperar el asedio tras de los muros de Cartago y dejar que los árabes se agotaran por sí mismos, ya que los sitiados podrían seguir siendo aprovisionados por mar. Los defensores se enfrentaron con una abrumadora fuerza desplegada por Hasan, con feroces ataques donde sus hombres trataban de escalar continuamente las murallas con escalas. Los árabes combinaban sus asaltos por tierra con un ataque desde el mar, que hizo que Juan y Apsimaro temieran ser atrapados dentro de la ciudad. Sin embargo, la determinación de los defensores terminó con la segunda y última gran destrucción de Cartago. Los bizantinos se retiraron a las islas de Córcega, Sicilia y Creta para resistir la expansión musulmana y esperar ayuda del emperador.
Las esperanzas de recuperar el territorio se desvanecieron, la flota se retiró a Creta la primavera siguiente.
Guerra de Kahina
Pero el respiro bizantino en África vino gracias a los ataques contra los árabes de Dihya al-Kahina, reina de los Jarawa o Dejrawa, un pueblo bereber de las montañas Awras o Aurés en la actual Argelia. Era hija del jefe de la tribu y algunos creen que tenía herencia griega. Kahina significa sacerdotisa por lo que se supone que era una adivinadora del futuro.
Cuando la capital bizantina de Cartago finalmente cayó a los ejércitos de los omeyas del general Hasan Ibn al-Numan; Dihya que por esas fechas era mayor, alrededor de 60 años. Fue capaz de reunir todas las tribus bereberes bajo su dirección y por ello es conocida como la “Reina de los bereberes”, y de montar una campaña de resistencia contra los invasores omeyas, en un primer momento usó la táctica de guerrillas para escalar rápidamente a un conflicto abierto. Bajo su dirección, las fuerzas desorganizadas bereberes, principalmente las tribus Jarawa y Zenetas, transaccionaron rápidamente a un ejército bien disciplinado, que realizaba cada vez acciones más atrevidas.
El general omeya Hasan reunió un ejército y se dirigió al sur para acabar con ella. Las fuerzas se enfrentaron en la batalla de “Wadi Miskiana” o “Río del Desastre” (actual Oum el Bouaghi, Argelia). Está datada entre el 697 o 698 (no se conoce con precisión), el poderoso ejército de Kahina, que contaba probablemente con tropas del interior montadas en dromedarios, destruyó a las fuerzas árabes de Hasan; obligando de nuevo a un gobernador árabe a abandonar el territorio para replegarse a Cirenaica donde pudo recomponer sus fuerzas, cosa que le llevó varios años.
Durante este tiempo Kahina se dedicó a establecer un nuevo estado-nación, la creación de nuevos sistemas administrativos para apoyar a su ejército.
El califa Abd al-Malik debía estar realmente furioso por tan interminable guerra y decidió que era hora de dar el golpe de gracia. Envió 10.000 árabes bajo Uqba ibn Nafi que se unieron viniendo desde Damasco y Levante a otro masivo ejército reforzado con multitud de bereberes. Ese ejército, de nuevo al mando de Hasan, avanzó por la ruta que ya abrieron sus predecesores y reconquistó Cartago, que probablemente aún contaba con una potente guarnición reforzada con tropas visigodas enviadas por Égica para ayudar a sus aliados bizantinos y evitar que los árabes prosiguieran las conquistas hasta sus dominios. Pero no fue suficiente.
En 699 la ciudad cayó y los bizantinos fueron expulsados de ella, ya para siempre. Incluso un año después, la isla de Pantelaria, muy cerca de Sicilia, estaba conquistada por los árabes. Desde entonces los acuerdos comerciales se impondrán y no se registrarán nuevos enfrentamientos de calado para recuperar Cartago, ya que el nuevo emperador al parecer renunció a ella.
La pérdida del continente Africano era un enorme golpe al Imperio bizantino, porque tanto Cartago como Egipto, que eran las fuentes principales de mano de obra y grano para Constantinopla, habían sido pérdidas definitivamente, y su antigua hegemonía en el Mediterráneo Occidental estaba condenada a desaparecer.
Tres años después de la toma de Cartago, en el 702, la ciudad sería destruida hasta los cimientos, como lo fue al final de la Tercera Guerra Púnica, tratando de eliminar el recuerdo romano. Con el fin de evitar nuevas expediciones marítimas de los bizantinos que tratasen de recuperar su “joya africana”. Se estableció un nuevo asentamiento en su periferia, la moderna Túnez, que pronto se convertiría en la segunda ciudad más grande del norte de África tras Qayrawan. La nueva metrópoli, con un poderoso puerto, pasará a ser la base fundamental para futuras expediciones navales por todo el Mediterráneo occidental.
Pero los éxitos de Hasan ibn al-Numan no terminarían con la conquista de Cartago y la expulsión de los bizantinos. A él se le considera uno de los principales pacificadores del norte de África, si no de manera definitiva, sí al menos poniendo las bases de la sumisión definitiva de los pueblos bereberes, y potenciando su islamización y su enrolamiento como mawali en el ejército.
Los hombres de Kahina, convencidos de que los árabes marchaban a su territorio atraídos por las riquezas agrícolas del mismo, decidieron entonces practicar una táctica de tierra quemada. Eso fue su sentencia, ya que los agricultores de la costa fueron hostiles a tal táctica, abandonando así a Kahina y enviando emisarios al emir Hasan para pedirle que interviniera. Por otra parte, su hijo adoptivo, Jalid, informaba a los árabes de los movimientos de los bereberes.
Debilitada por tales defecciones, Kahina sufrió una derrota y buscó refugio en una ciudadela bizantina en las proximidades de Biskra. Sin embargo, se vio constreñida a una ulterior retirada, afrontando la batalla en Tarfa sobre el 701. Allí Kahina fue muerta en la localidad que conserva el apodo que le dieran los árabes: Bir al-Kahina («Oasis de Kahina»).
Tras la batalla, las tropas derrotadas, unos 12.000, al mando de uno de los hijos de Kahina, se convirtieron al Islam y pasaron a engrosar las fuerzas árabes, al parecer su madre se lo había aconsejado. El otro hijo fue nombrado jefe de las milicias árabes de Gerawa.
Llegada de los árabes al Atlantico
Tras las victorias de Hasan sobre los bereberes, las provincias de África, Bizacena, Numidia y Mauritania Caesarensis (actuales Túnez y Argelia), pasaron a formar parte definitivamente del califato Omeya, estableciéndose su administración de manera duradera y eficaz.
En Kairuán, en la moderna Túnez, fue establecida como base para nuevas invasiones. Kairuán se convertiría en la capital de la provincia islámica de Ifriqiya. Entonces ibn Nafi se sumergió en el corazón de la región, atravesó la tierra salvaje en la que sus sucesores erigieron la espléndida capital de Fez y finalmente penetró hasta las costas del Atlántico y el gran desierto. Durante su conquista del Magreb, tomó las ciudades costeras del Atlántico, tomando lo que en su día había sido la provincia romana de Mauritania Tingitana, donde fue finalmente detenido sin poder tomar ni Tanger ni Ceuta.
Se empezaron a producirse levantamientos de los bereberes dentro de la zona, que desbordaron las fuerzas de Hasán. Muza ibn Nusair de linaje yemení, fue nombrado por el califa como gobernador del noroeste de África (Ifriquiya), cosa que hizo con mano dura aniquilando tribus enteras y con la diplomacia, tomando como rehenes a los hijos de los jefes tribales, a los que se adoctrinó en el Islam.