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Antecedentes
Mahoma, cuyo nombre completo en árabe era Abū l-Qāsim Muḥammad ibn ‘Abd Allāh ibn ‘Abd al-Muṭṭalib ibn Hāšim al-Qurayšī, comenzó a propagar su nueva religión monoteísta, el Islam, entre los más cercanos a él. En realidad no tuvo oposición hasta que, teniendo ya algunos seguidores, denunció públicamente el culto de los ídolos paganos. Obviamente, la peregrinación a La Meca para la adoración de estos ídolos era una importante fuente de ingresos para los quraisíes, y comenzaron a ver con cierta inquietud las actividades de Mahoma. Por ello, le acusaron y hubo numerosas intrigas contra él, aunque contó con la protección del clan Bani Hashim. Sin embargo, como no podía proteger a sus discípulos, les recomendó que se marcharan a Abisinia.
Mientras, el clan Bani Hashim fue expulsado de la ciudad, y Mahoma se quedó sin apoyos. Sin embargo, durante la época de las peregrinaciones a la Meca, entró en contacto con gente de la ciudad de Medina. Convirtió a seis de ellos. Al año siguiente, convirtió a otros doce. Al tercer año, Mahoma y sus seguidores, consiguiendo evitar a los quraisíes, abandonaron La Meca en dirección a Medina. Esto, que sería conocido como la Hégira, ocurrió en el 622, y es el inicio del calendario islámico. De este modo comenzó a formarse el primer estado musulmán.
A su llegada a Medina, Mahoma da forma a su política: los seguidores del Islam estarían unidos por la fe, y este vínculo sería más importante que el tribal. Esto no era una novedad entre cristianos y judíos, pero sí entre los árabes. Aunque el vínculo tribal seguiría existiendo para determinadas funciones sociales, quedaría relegado a un segundo plano. Este sencillo concepto sería fundamental para entender lo que ocurriría en los años siguientes. Además, se tenderían lazos de amistad a los restantes pueblos del Libro: judíos y cristianos. La Yihad, o Guerra Santa, era contra los cultos preislámicos árabes.
Desde Medina, donde el Islam se propagó rápidamente, Mahoma organizó la guerra contra los quraisíes. Pactó con otras tribus su alianza o su neutralidad, y comenzó la guerra. La estrategia era sencilla: atacar a las caravanas que iban a La Meca para destruir el prestigio de los quraisíes, que estaban a cargo de la seguridad de la misma.
La guerra duró ocho largos y sangrientos años, en los que Mahoma incluso contó con la ayuda de mercenarios judíos, que le fallaron en alguna ocasión (hecho por el que el Corán recomienda no aliarse con este pueblo). Hubo batallas, como la Badr en el 624, donde Mahoma con 300 infantes y 70 jinetes derrotó a 900 infantes y 270 jinetes, hubo también asedios y treguas.
Mahoma venció en 628 a la profetisa o reina árabe Salma Ibn Malik, rebelada contra su dominio, que fue hecha prisionera y llevada ante él en Medina. Al hacerlo así, perdió todo el prestigio del que esta gozaba (una mujer capaz de enfrentarse a Mahoma al frente de sus guerreros), quedando reducida a la condición de criada de Aixa, una de sus esposas. Y es que solamente el éxito y la continua victoria, permitía a aquellos profetas y líderes árabes del siglo VII mantener su prestigio y con él la confianza de las tribus y el poder que estas les otorgaban.
Finalmente, en el año 630, después de los quraisíes rompieran la tregua y Mahoma salió de Medina con un ejército de 10.000 hombres en apoyo de sus aliados juza’a. Los quraisíes ya no pudieron eludir la derrota, de modo que se convirtieron. Era la tribu árabe más prestigiosa, abrazó el Islam, y así la nueva religión se expandió rápidamente. Dos importantes tribus beduinas se rebelaron, pero también terminaron rindiéndose. La voz se extendió, y a lo largo del 630, diferentes delegaciones tribales se presentaron ante Mahoma, aceptando el Islam.
En el 632, estando Mahoma enfermo, Abu Bakr fue el encargado de dirigir la oración. La Umma (comunidad de los creyentes) lo entendió como un nombramiento para la sucesión del Profeta. Se convierte en el primer personaje que va a ostentar el título de califa. La designación, en un primer momento, no fue del agrado de Ali, primo y yerno de Mahoma, que reclamaba la sucesión para sí mismo. Posteriormente, aceptó la designación de Abu Bakr como nuevo califa. Esta primera divergencia va a ser en el futuro el origen de la división de los musulmanes en suníes y chiíes. Con Abu Bakr se conquista toda la península Arábiga.
Problemas se produjeron poco después de la sucesión de Abu Bakr, que amenazan la unidad y la estabilidad de la nueva comunidad y el Estado. Varias tribus árabes se rebelaron en contra de Abu Bakr. En cuatro de los seis centros de la insurrección, los rebeldes se reunieron alrededor de las personas que decían ser profetas, el más destacado entre ellos fue Musaylima jefe de los Banu Hamifa. Las tribus afirmaban que habían presentado respetos a Mahoma solamente, y que con la muerte de este, su lealtad había terminado. Esta era una práctica común en la Arabia preislámica. Después de la muerte de un líder tribal, la alianza con la tribu de que la era líder, se consideraba como si hubiese terminado.
Guerras Ridda
Varias tribus actuando de acuerdo a esta práctica preislámica y se negaron a pagar el Zakat. Abu Bakr, sin embargo, insistió en que no acababa de presentar a un líder humano sencillo, pero se unió a la comunidad religiosa musulmana, de la que era el nuevo jefe. Por lo tanto, a diferencia de tiempos preislámicos, su lealtad no era vista como haber terminado en absoluto.
Este fue el comienzo de las guerras Ridda (árabe para las guerras de apostasía). La apostasía de la Arabia Central fue encabezada por el autoproclamado profeta de Musaylima en Yamama, mientras que había otros centros en el sur y este, en Baréin, Omán, Mahra y Yemen.
Abu Bakr planeó su estrategia en consecuencia y de forma el ejército musulmán en 11 cuerpos. El cuerpo más fuerte, fue el de Jalid ibn al-Walid conocido como la “Espada de Alá” y se utilizó para luchar contra el más poderoso de las fuerzas rebeldes. Otros cuerpos se les dieron zonas de importancia secundaria en la que llevar a las tribus apóstatas menos peligrosas.
Plan de Abu Bakr fue primero limpiar la zona de Arabia occidental y central (la zona más cercana Medina), a continuación, hacer frente a Malik ibn Nuwayrah y, finalmente, se enfrentaría a Musaylima el enemigo más peligroso.
Tras una serie de campañas exitosas, Jalid ibn al-Walid con un ejército de 13.000 hombres se enfrentó al “falso profeta Musaylima” que encabezaba a 40.000 rebeldes en la batalla de Yamama el 18 de marzo 633. Los rebeldes perdieron la mitad de sus fuerzas, mientras que los ejércitos de Abu Bark sólo el diez por ciento. Musaylima fue muerto en combate individual por un guerrero musulmán. La matanza final de 7.000 rebeldes se realizó en una zona que se conoció después como “El Jardín de la Muerte”. Arabia quedaba unida bajo la autoridad central del califa de Medina.
El ejército en tiempos de Mahoma
Los primeros seguidores de Mahoma eran tribus del desierto y clanes llamados bajo el estandarte de la fe que luchaban sin ninguna formación organizada. La idea de la gloria individual conducía a los guerreros a auténticos actos valor, pero al mismo tiempo hacía imposible organizar como unidades de combate. Durante más de un siglo soldados árabes lucharon con armas primitivas personales como espadas, dagas, lanzas, arcos y flechas y no llevaban protección defensiva o cascos. Estas fuerzas conquistadoras no tenían una organización del personal, ni capacidades de asedio, ni trenes logísticos. Las tácticas eran casi inexistentes, ya que estos ejércitos confiaban en pequeñas incursiones de golpear y huir (hit-and-run), razzias y emboscadas como sus maniobras tácticas primarias. La movilidad era limitada, pues la mayoría del ejército se trasladaba a pie y luchaban como infantería acompañados por pequeños contingentes de caballería a camello.
Los primeros ejércitos musulmanes lucharon en formaciones cerradas buscando apoyo moral, estas disciplinadas formaciones eran normales en los ejércitos de la época, pero no en Arabia. Antes del contacto físico se lanzaban jabalinas y flechas, aunque los arqueros era normal que se usasen en los flancos para contrarrestar la caballería adversaria.
En tiempos de Mahoma, había muy pocos caballos en Arabia, se consideraban un lujo, en Yemen y Omán que estaban bajo el dominio nominal de Persia había algunos más.
Mahoma organizó a los musulmanes con caballos en unidades de caballería llamadas Saraya. Estas llevaron a cabo cuatro tareas principales: proteger las afueras de Medina y recopilar información sobre cualquier actividad sospechosa; interceptar caravanas comerciales enemigas; hacer convenios con otras tribus fuera de Medina y desarrollar buenas relaciones; y difundir el mensaje del Islam por toda Arabia.
Los primeros ejércitos árabes confiaban en los camellos para el transporte tanto de suministros como de personal y como caballería.
Incluso su tamaño era pequeño, en la batalla de Badr eran 370 efectivos, ya en Medina eran 10.000 y su número fue aumentando en miles de conversos que acudieron a su causa a lo largo de la línea de marcha. En un principio el reclutamiento fue tribal, pero al final se estableció las junds o ejércitos regionales no solo como guarniciones para la defensa de su imperio, sino también como centros de reclutamiento.