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La leyenda de Dido
La leyenda clásica sobre la fundación de Cartago cuenta que fue la princesa Elisa de Tiro conocida como Dido quien la fundó en el año 814 AC. Todo comenzó en Tiro, la gran ciudad-estado fenicia en la costa del actual Líbano. El rey de la ciudad, Mattan, tenía dos hijos: un varón llamado Pigmalión, y una mujer llamada Elisa. Tras la muerte del padre, los hermanos se disputaron la sucesión al trono. Elisa, quizá por intereses políticos y hereditarios, contrajo matrimonio con su tío paterno, Acerbas, sacerdote de Melkart, quien reunía en su entorno un enorme poder político y militar, así como una gran fortuna. Pero Pigmalión, por miedo a perder su posición, asesinó brutalmente a Acerbas. Durante un tiempo Dido disimuló su horror, pero solo para preparar mejor su huida de la ciudad, llevándose consigo los inmensos tesoros de su esposo, que su hermano codiciaba.
Elisa huyó de Tiro con su hermana pequeña y un séquito de hombres y mujeres que le eran fieles para fundar una nueva colonia. Elisa no recaló en ninguna de las colonias fenicias del Mediterráneo, sino que decidió marchar a tierras desconocidas.
En su primera escala, en Chipre, la comitiva se acrecentó con nuevos colonos fenicios. Asimismo, con el beneplácito de los sacerdotes del templo de Astarté, Elisa se llevó a unas 80 mujeres jóvenes para casarlas con sus seguidores y fundar una nueva colonia. Tras escuchar un oráculo que anunciaba la fundación de una nueva ciudad, Dido y sus seguidores partieron de Chipre y prosiguieron la ruta hasta alcanzar la costa del actual Túnez.
Cuando los fenicios desembarcaron en una bahía junto a la que se alzaba una colina, la población indígena trató de impedir que se instalaran allí. Por ello, Dido debió pactar con Hiarbas, un reyezuelo local de la tribu de los gétulos, al que convenció de que le vendiera el terreno que abarcase una piel de un buey extendida, diciendo que era para que sus compañeros, fatigados, pudieran descansar antes de zarpar de nuevo. Pero la hermosa princesa hizo cortar la piel en finas tiras y así obtuvo la superficie suficiente como para fundar su ciudad. Parece que el nombre de Byrsa »Piel de toro», con el que se conoce a la colina en la que se ubicó la acrópolis de Cartago, recuerda ese acontecimiento. Elisa fue coronada como reina, y sus súbditos la bautizaron como Dido.
La leyenda cuenta que el rey ingeniosamente engañado por Dido quedó prendado de su belleza e inteligencia y se propuso a toda costa tomarla como esposa. Expuso su pretensión a un grupo de notables fenicios, a los que amenazó con declararles la guerra si no convencían a la princesa. Dido, entre sollozos y lamentos, les aseguró que haría lo que pedían, pero al cabo de tres meses mandó erigir una pira en las puertas de la ciudad, se subió a ella y se atravesó el pecho con un cuchillo para no casarse.
Forma de gobierno
Si bien, el consenso actual es afirmar que la ciudad fue fundada entre los años 825 y 820 AC. Según una inscripción del rey asirio Salmanasar III se fundó con el nombre de Qart-Hadast, que significa »Ciudad Nueva», un topónimo que los fenicios utilizaron para sucesivos asentamientos fenicios de similar carácter en Chipre, Cerdeña, el norte de África y España.
Inicialmente fue gobernado por una oligarquía de ricas familias, que nombraban a dos gobernadores o shophets (sufetes) de la ciudad y que eran aprobados por la metrópoli. Sin embargo, en 574 AC un evento de mayor alcance tuvo lugar cuando Tiro perdió su independencia frente a la nueva superpotencia en el Levante, los babilonios, dirigidos por Nabucodonosor, que tomaron la ciudad. Posiblemente se creó un cierto vacío de poder y se consolidó el sistema de gobierno centrado en los dos shophets (sufetes), a los que algunos llamaron reyes. Uno ostentaba el cargo militar y el otro el cargo civil, y eran elegidos anualmente entre los individuos pertenecientes a las familias más acaudaladas e influyentes de Cartago.
Había un Gran Consejo compuesto por 300 miembros de las familias más ricas de Cartago. Entre ellos se elegían a los sufetes y a los miembros de la Asamblea de los Cien.
Pero para controlar la acción de ambos sufetes, se creó una asamblea de 104 miembros a la que se denominó la Asamblea de los Cien, que los romanos llamaron el senado de Cartago.
El cargo en la Asamblea era hereditario, y lo ostentaban las grandes familias encumbradas en el poder por mucho tiempo, debido a las cualidades de sus individuos y a sus grandes riquezas.
Hasta el 454 AC se estuvo pagando tributo a las tribus libias por la renta del territorio, desde entonces se las dominó y utilizó como mano de obra para el campo y como soldados.
Magón I, (550– 530 AC) inició una serie de reformas que consolidaron el poder y la reglamentación militar de la ciudad. El núcleo militar era la falange hoplita según la costumbre de la época. El máximo de tropas reclutadas puede estimarse a partir de la capacidad de los cuarteles situados en los tres anillos de murallas que protegían la ciudad, que ofrecían alojamiento a 24.000 infantes, 2.000 jinetes, unos 300 elefantes, y 1.000 carros de guerra.
Religión cartaginesa
La religión cartaginesa era una continuación directa de la variedad fenicia de la antigua religión cananea politeísta. Sin embargo, a lo largo de los siglos se desarrollaron importantes diferencias locales tras la fundación de Cartago y otras comunidades púnicas en otras partes del norte de África, el sur de España, Cerdeña, Sicilia occidental y Malta. Tras la conquista de estas regiones por el imperio romano en los siglos III y II AC, las prácticas religiosas púnicas continuaron, sobreviviendo hasta el siglo IV DC en algunos casos. Las fuentes sobre religión púnica son pobres.
Es difícil reconstruir una jerarquía de dioses cartagineses. Era común que los panteones de las ciudades fenicias estuvieran encabezados por una pareja divina, titulada Baal (señor) y «Baalat» (dama). En Cartago, esta pareja divina parece haber estado formada por el dios Baal Hammon (equivalente a Zeus) y la diosa Tanit (equivalente a Hera), que aparecen con frecuencia en las inscripciones del tophet de Salammbô, con el que parecen haber estado especialmente asociados. Desde el siglo V AC, Tanit comienza a ser mencionada antes de Baal Hammon. Un símbolo antropomórfico, compuesto por una cabeza circular, brazos horizontales y un cuerpo triangular, que se encuentra con frecuencia en las estelas cartaginesas, es conocido por los estudiosos modernos como el signo de Tanit, pero no está claro si los propios cartagineses lo asociaron con Tanit. Los dioses Eshmún (equivalente a Esculapio) y Melqart (equivalente a Heracles) también tenían sus propios templos en Cartago. Los sacerdotes de otros dioses son conocidos por evidencia epigráfica, incluidos Ashtart (Astarte equivalente a Daimon), Reshef (equivalente a Apolo), Baal Sakon (equivalente a Poseidón) y Baal Shamen (equivalente a Ares).
Los sacerdotes, al igual que los romanos, realizaban sacrificios, incluso, hacían sacrificios humanos en casos extremos (los romanos sacrificaron galos después de la batalla de Cannas). Hay un debate sobre si sacrificaron niños. Niños y niñas que apenas contaban unas semanas de vida fueron encontrados en los tofets (zonas sagradas donde se enterraban a niños). Las inscripciones sobre las losas de las tumbas eran dedicatorias de los padres a los dioses que finalizaban con el ruego de ser escuchados y bendecidos. Hay que tener en cuenta el elevado nivel de mortalidad que había entre los niños.
Diodoro Sículo narra como los cartagineses vencidos por los griegos de Sicilia el 310 AC, atribuyeron la derrota a la cólera de los dioses y para conjurarla, sacrificaron a Baal-Hammon (Diodoro lo traduce bajo la acepción griega de Cronos) 500 niños de familias nobles. Entre los pecados, que según los cartagineses, habían despertado la cólera de Baal y el abandono de sus favores con la consiguiente derrota del 310 AC, Diodoro señala el que los aristócratas habían dejado de sacrificar a sus propios hijos sustituyéndolos por jóvenes esclavos.
Aún admitiendo como verídico el suceso del rito propiciatorio, cabría, tal vez poder aducir exageración en la cifra de los inmolados, 500 niños sacrificados en una misma ceremonia parece demasiado. El episodio suscitó el escándalo entre los historiadores clásicos que reiteradamente hacen alusión a él como arma ideológica arrojadiza en contra de sus adversarios púnicos.
Puertos de Cartago
La ciudad de Cartago poseía dos grandes puertos, el comercial y el militar, que le permitieron dominar militar y comercialmente el Mediterráneo Occidental. El acceso a los puertos desde el mar venía facilitado por una entrada de unos 21 m de ancho, que en caso de necesidad era cerrada con una cadena de hierro. Los dos puertos estaban unidos por un estrecho canal navegable. Fueron construidos artificialmente, en lo que fue una gran obra de ingeniería, admirados y envidiados, y siendo los más famosos de la Antigüedad.
El puerto civil era de forma rectangular. Allí fondeaban las naves comerciales, que en su mayoría importaban garum, trigo, púrpura, marfil, oro, estaño y esclavos de las factorías, de las colonias y de las explotaciones agrícolas creadas en numerosos enclaves costeros a lo largo del Mediterráneo. Las exportaciones a otras ciudades, colonias o pueblos costeros nativos de las costas del Mediterráneo occidental fueron mercancías manufacturadas, vidrios, cerámicas, objetos de bronce o hierro, y tejidos de púrpura.
El puerto militar era de forma redonda y albergaba en su interior una isla artificial también circular. La isla era la sede del almirantazgo, y su acceso era restringido. El puerto militar, según las fuentes clásicas, podía albergar 220 barcos de guerra, y sobre los hangares se levantaron almacenes para los aparejos. Delante de cada rada se elevaban dos columnas jónicas, que dotaban a la circunferencia del puerto y de la isla el aspecto de pórtico. Los restos arqueológicos descubiertos han permitido extrapolar la capacidad de acogida del sitio: 30 diques en la isla del almirantazgo y de 135 a 140 diques en todo el perímetro. En total, de 160 a 170 diques, podían albergar tantos barcos de guerra como han sido identificados.
Por debajo de los diques de la dársena se situaban los espacios de almacenaje. Se ha supuesto que, en cada dique, podían tener cabida dos filas de barcos. En medio del islote circular, había un espacio a cielo abierto, a cuyo lado se levantaba una torre. Los diques podían tener sobre todo la función de astillero naval.
Murallas de Cartago
En la primera noticia que tenemos en los textos antiguos de las fortificaciones de Cartago, éstas se remontan al siglo VI AC, aunque han podido ser anteriores. Por otra parte, no hay duda de que el sistema defensivo de la ciudad debió cambiar con el transcurso del tiempo hasta albergar toda la península, cerrando también el istmo que la unía al continente. Muy poco es lo que se conserva actualmente de las grandes murallas de Cartago, formadas por un muro simple en los lugares más escarpados y otro triple en aquellos, que como el istmo, precisaban de una mejor defensa.
Este sistema defensivo se encontraba precedido, en el istmo, sin duda la parte más adecuada para realizar un ataque desde tierra, por un gran foso y algunas fortificaciones menores que lo protegían.
La muralla marítima, realizada en enormes bloques de gres, estaba revestida de un fino estuco blanco y rematada por cornisas moldeadas. Las excavaciones arqueológicas también han determinado que la monumental Puerta Nueva que se abría en ella, y a la que también podríamos llamar con toda justicia Puerta del Mar, estaba flanqueada por dos torres, y se construyó en siglo V AC. Más tarde, a finales del III AC, desaparecerá, cerrándose todo el muro, al mismo tiempo que el espacio libre entre las últimas casas del barrio del siglo V A C y la muralla meridional es ahora ocupado por una retícula compacta de viviendas de planta más amplia que las precedentes, y centradas en torno a holgados peristilos.
Según una descripción de Apiano en tiempos de las guerras contra Roma presentaba el siguiente aspecto:
»La parte de la ciudad que daba al mar, al borde de un precipicio, estaba protegida por una muralla simple. La parte que miraba hacia el sur, hacia el continente, donde estaba la ciudad de Birsa, estaba guarnecida en el istmo por una triple muralla. La altura de cada una de estas murallas era de treinta codos, sin contar las almenas y las torres, que estaban colocadas por toda la muralla a intervalos de dos pletros; cada uno tenía cuatro pisos y su profundidad era de treinta pies. Cada lienzo de muralla estaba dividido en dos pisos. En la parte inferior, cóncava y estrecha, había establos para trescientos elefantes y, a lo largo de ellos, estaban los abrevaderos; encima había establos con capacidad para cuatrocientos caballos y almacenes para el forraje y el grano. También había barracas para veinte mil soldados de infantería y cuatro mil jinetes. Tan gran preparativo para la guerra estaba distribuido para albergarse solo en el interior de la muralla. El ángulo que se curva desde esta muralla hasta el puerto, a lo largo de la lengua de tierra mencionada, era el único punto débil y bajo…»
Cartago inició una expansión económica que le llevó a chocar con la otra potencia que era Grecia, a la que se enfrentó en Córcega, Cerdeña, Marsella e Iberia, donde cerraron el estrecho de Gibraltar a los griegos.
En la Primera Guerra Siciliana en el 480 AC, tras la muerte de Amílcar I, derrotado por los griegos en la batalla de Hímera, las grandes familias perdieron gran parte de su poder en manos del Senado.
Término púnico
A los cartagineses se les denominaba púnicos. Unos dicen que los griegos llamaban a los fenicios «Phoinikoi” que significa dátil, dado que vivían en zonas donde se daban las palmeras. Otra versión dice que viene de φοῖνιξ (poinix) que era el término griego de púrpura, debido al desarrollo de este tinte, que solo ellos sabían obtener y que aplicaban a las capas, utensilios militares e incluso las velas de los barcos que los distinguían del rojo de los griegos y romanos. Los griegos fueron los primeros en denominarlos con este término que fue posteriormente usado también por los romanos.