Edad Antigua Cartago y las guerras Púnicas Tercera Guerra Púnica (151 – 146 AC)

Antecedentes

Cartago tras ser derrotada en la Segunda Guerra Púnica, cumplió el tratado y procuró rehacer su economía apoyándose en el comercio por mar y en una importante expansión de la agricultura, lo que despertó recelos en Roma.

Por eso, cuando Marco Porcio Catón el Viejo visitó Cartago en el año 152 AC, creyó que iba a encontrar una diminuta y mísera ciudad situada en una península africana: nada más lejos que la realidad. Los cartagineses, no pudiendo emplear su dinero en guerras, y con una enorme capacidad comercial, habían hecho de su urbe una ciudad esplendorosa, sobre todo comparándolo con el inmenso barrio de chozas que era Roma en esa época de su historia. Ante esta situación, Catón volvió a Roma bramando contra Cartago, diciendo que si dejaban que esta se recuperase, volvería a entablar una guerra contra Roma, y que por tanto, y por razones de seguridad, Cartago debía ser destruida.

El grupo aristocrático conservador le apoyó le nombro su portavoz, cuyas arengas anti-cartaginesas fueron famosas, soliendo terminar todos sus discursos con la célebre frase: «Cartago delenda est» (Cartago debe ser destruida).

La competencia comercial que representaba Cartago para Roma, sobre todo para la aristocracia latifundista de Campania en cuanto al comercio de vinos e higos, lo cual motivó a que esta apoyara a Catón. Otro factor fue sin duda la explosión demográfica sufrida en ese momento por la población romana, lo cual ejerció una fuerte presión para conseguir nuevas fuentes de alimentación, como las fértiles tierras del actual Túnez.
Ya solo faltaba una excusa para iniciar las operaciones.

Inicio de la guerra 151 AC

La ocasión la proporcionaron los ataques del rey númida Masinisa, que hostigaba a los cartagineses que no podían defenderse, ya que necesitaban el permiso de Roma para hacerlo, y los latinos hacían siempre la vista gorda.

Numidia atacó el territorio cartaginés, sitiando una ciudad de ubicación desconocida llamada Horóscopa en el 150 AC, lo que llevó a la caída del gobierno prorromano y la instalación de otro más militarista.

Los púnicos enviaron una expedición militar al mando de Asdrúbal el Beotarca que al mando de cerca de 25.000 infantes y 400 jinetes ciudadanos, marchó contra Masinisa. Asasis y Suba, lugartenientes de Masinisa, se pasaron a su bando con 6.000 jinetes cuando estaban cerca, a causa de algunas diferencias con los hijos del rey. Asdrúbal, animado con estas tropas de refuerzo aproximó su campamento al enemigo obteniendo una ligera ventaja en diversas escaramuzas.

Masinisa, con la intención de tenderle una emboscada, se retiró poco a poco para dar la impresión de que estaba huyendo. Este repliegue lo efectuó hasta llegar a una gran llanura desierta, rodeada por todos lados de colinas y precipicios. Luego retrocedió y fija su campamento en campo abierto; Asdrúbal, por su parte, ocupó las colinas al considerarlas una posición más sólida. Ambos contendientes se dispusieron a entablar combate al día siguiente.

La batalla se prolongó durante todo el día sufriendo numerosas bajas en ambos bandos. Al caer la noche cesaron los combates con cierta ventaja de Masinisa. Al regresar del campo de batalla se encontró con Escipión al que recibió con cordialidad debido a la gran amistad que había tenido con su abuelo. Al enterarse los cartagineses de la presencia de Escipión en el campamento númida le pidieron que gestionara una reconciliación con Masinisa. Se concertó una tregua en la que se reunieron ambas partes. La propuesta cartaginesa era la cesión de la ciudad de Emporion (Ampurias) y el pago inmediato de 200 talentos de plata y 800 en un plazo posterior. Pero cuando el rey solicitó la devolución de los desertores (las tropas de Asasis y Suba) los cartagineses se levantaron de la mesa de negociaciones sin mediar palabra.

Masinisa rodeó con un foso la colina en la que estaba el campamento cartaginés con el objetivo de cortar la entrada de suministros; las zonas en las que se hubieran podido conseguir estaban muy alejadas de la región a la que el númida los había atraído, tanto que el rey a duras penas había logrado acarrear hasta allí un poco de alimento desde gran distancia.

Asdrúbal, estudiando la situación, pensaba que podía abrir una brecha en el cerco con su ejército, relativamente intacto por el momento. Sin embargo, después de hacer un recuento de las provisiones se dio cuenta de que tenía más que Masinisa y que podía aguantar más tiempo. Decidió mantenerse a la espera de un ataque precipitado por parte del rey. Por otro lado, había recibido noticias de que una delegación romana se encontraba en camino con el objeto de establecer una paz negociada. Lo que Asdrúbal ignoraba era que los embajadores romanos llevaban órdenes de que si Masinisa resultaba vencido, entonces debían arbitrar para resolver las diferencias, pero si tenía ventaja en los combates debían espolearlo más.

La mayor parte del ejército púnico pereció de hambre y los demás, al no ver esperanza alguna de salvación acordaron entregar los desertores a Masinisa, pagarle 5.000 talentos de plata en un plazo de 50 años y acoger de nuevo a sus desterrados en contra de sus juramentos.

Alcanzados los acuerdos, los cartagineses comenzaron a salir por una única puerta de uno en uno portando únicamente una túnica. Fue entonces cuando Gulusa, irritado por la persecución que había sufrido no mucho antes, ya fuera con el consentimiento de su padre o por propia iniciativa, envió contra ellos un cuerpo de jinetes númidas, los cuales empezaron a perseguirlos por todos lados.

De los 58.000 hombres que formaban el ejército (a los 25.400 iniciales que salieron de la ciudad hay que añadir los que luego se fueron sumando a las filas cartaginesas) muy pocos consiguieron regresar a Cartago, entre ellos Asdrúbal y unos cuantos nobles.

Después de sufrir el desastre militar a manos de Masinisa, y por temor a que Roma tuviera un pretexto para la guerra; los cartagineses condenaron a muerte a Asdrúbal (aunque no lograron ejecutarlo) y a Cartalón, así como a todos los comandantes que estuvieron implicados en el ataque a Masinisa, y a los principales miembros del partido militar.

Creyendo que de esta manera apaciguarían a los romanos, se envió una embajada para acusar a estos hombres y al propio Masinisa de haber llegado a un conflicto armado. Sin embargo, cuando uno de los senadores preguntaron a los embajadores por qué no habían condenado a los culpables al comenzar el ataque, en lugar de hacerlo tras la derrota; y por qué no les habían enviado embajadores antes, en vez de hacerlo entonces, no supieron dar respuesta.

Se envió otra embajada en la que el gobierno cartaginés, en un intento de salvar la ciudad de su destrucción, decidió rendirse incondicionalmente. Se entregaron 300 niños, hijos de los principales dirigentes de la ciudad, como rehenes a cambio de garantizar a Cartago su independencia y el mantenimiento de sus territorios. También como condición se debían cumplir las decisiones de los cónsules una vez se hubiesen asentado estos en suelo africano.

El ejército romano con más de 80.000 infantes y 4.000 jinetes desembarcó en Útica. Los cónsules exigieron la entrega de toda la flota y armas de asedio de la ciudad, lo que cumplió inmediatamente. Los púnicos entregaron 200.000 equipos individuales para soldados y 2.000 catapultas y ballestas. Pero cuando se dio como nueva exigencia el traslado de la ciudad fenicia a 15,5 km (80 estadios) tierra adentro y la destrucción de su antigua localización. Los cartagineses se negaron, ya que significaba perder su dominio marítimo y comercial junto con su identidad cultural, por lo que comenzó el asedio.

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Tercera guerra Púnica. Los romanos construyendo fortificaciones en Cartago en el 147 AC. Autor Peter Connolly

Inmediatamente Cartago se comenzó el rearme, y la rapidez como se llevó a cabo demuestra que Cartago no entregó, ni mucho menos, todas sus armas a los romanos. Los cartagineses inmediatamente se atrincheraron en su ciudad y asesinaron en todos aquellos considerados como colaboracionistas. Aunque parcialmente desarmada, Cartago estaba rodeada por excelentes fortificaciones que permitirían su defensa a los mismos ciudadanos, aún con inferioridad numérica y de equipo con relación a los romanos. Con el fin de ganar tiempo para fabricar armas, los cartagineses enviaron una embajada a los cónsules romanos con el pretexto de un armisticio a fin de negociar con el senado romano. El armisticio fue rechazado, pero inexplicablemente los romanos no procedieron a asaltar de inmediato la ciudad.

Gracias a esto, los cartagineses pudieron prepararse para resistir el asedio; fabricaron armas y armaduras día y noche utilizando de cualquier metal disponible, incluso de los collares de las mujeres. Construyeron máquinas de guerra (cuyas cuerdas se prepararon con cabellos donados por las mujeres), se liberaron esclavos para aumentar el número de defensores, se reforzaron las murallas de la ciudad, y se almacenaron un gran cantidad de provisiones. Mientras que la ciudad se armaba con todo lo que tenían a mano, Asdrúbal, que después de su condena a muerte consiguió escapar y formar un ejército propio que ocupaba casi todo el territorio cartaginés; fue amnistiado y se le imploró que ayudara a la ciudad, lo que aceptó de inmediato. Increíblemente los romanos continuaron sin actuar y cuando finalmente intentaron asaltar la ciudad se dieron cuenta de que esta estaba totalmente lista para defenderse, lo que quedó comprobado cuando intentaron asaltar la urbe y fueron rechazados.

Los cartagineses habían formado un ejército de 40.000 soldados y 25.000 milicianos y 1.000 jinetes.

El asedio de Cartago

Se situaron dos campamentos romanos, el de Censorino al sur del perímetro exterior de la muralla cartaginesa en la lengua de tierra entre la laguna y el mar, y el de Manilio al oeste. La primera victoria se la llevaron los cartagineses, un grupo de jinetes comandados por Himilcón Fameas, lograron matar a 500 legionarios desprevenidos que estaban talando árboles para construir máquinas de asedio.

Los dos cónsules decidieron efectuar un asalto a los muros de la ciudad. Las tropas de Manilio consiguieron derribar a duras penas una zona fortificada situada delante de la muralla, siendo repelidos desde lo alto de la misma por el lanzamiento de gran cantidad de proyectiles, por lo que se replanteó volver a intentar el asalto en el mismo sitio.

Censorino rellenó una zona de la laguna con la intención de hacerla más ancha y poder pasar dos grandes arietes arrastrados por los soldados y por las tropas de la flota. Esta vez sí que se consiguió abatir parte de la muralla, pero al intentar pasar, sus tropas fueron rechazadas. Durante la noche, los cartagineses se pusieron a la tarea de reconstruir las partes demolidas. Sin embargo, como al llegar el día las obras no estaban terminadas y temiendo que los romanos derribaran más muralla a lo largo de la jornada, hicieron una salida con la intención de prender fuego a las máquinas romanas. Lograron destruir algunas e inutilizar otras muchas, tras lo cual se retiraron al interior de la ciudad.

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Asedio de Cartago por los romanos. Censorino consigue romper parte de la muralla, pero los púnicos consiguen reconstruirlas. Se puede apreciar la bocana del puerto y al fondo la colina de Birsa. Juego Total War Rome II

Manilio tomó la decisión volver a atacar por la parte de la muralla que había sido derribada y no reconstruida aún por completo. En el interior podían observar un espacio abierto apto para el combate en cuyo frente los cartagineses habían colocado hombres armados y, detrás, estaban dispuestos los que no tenían armas y portaban palos y piedras. Consiguió avanzar hacia el interior de Megara (zona rural que rodeaba la ciudad de Cartago) pero una vez superadas las murallas los legionarios fueron rechazados por los defensores.

Sin embargo, Escipión Emiliano, que por este tiempo era tribuno militar, se quedó atrás y dividió en varios grupos a sus tropas a intervalos a lo largo de la muralla sin dejarlas entrar en la ciudad. Cuando los que habían entrado fueron rechazados, Escipión ordenó a sus tropas proteger y cubrir la retirada logrando salvar a los que salían huyendo.

Censorino se vio obligado a abandonar el campamento por la insalubridad de su ubicación. Durante su traslado con la flota fue atacado de repente por varios brulotes cartagineses (barcos cargados de material explosivo o inflamable) que tuvieron un efecto demoledor en la desordenada flota romana que no esperaba un ataque en el mar.

Sumado a esto, en el sector oeste de las murallas que rodeaban Megara, los cartagineses salieron y atacaron el campamento de Manilio, usando planchas de madera para evitar el foso del campamento, y pillaron desprevenidos a los defensores. En el campamento cundió el pánico, pero la intervención del joven tribuno Escipión Emiliano que salió con su caballería por la puerta opuesta y ataco por retaguardia a los atacantes, les obligó a retirarse, evitando la aniquilación del ejército romano. Gracias a esta acción, Escipión se ganó una corona gramínea, la máxima condecoración militar del ejército romano.

Al no poder tomar la ciudad, los romanos emprendieron una serie de ataques a las ciudades cercanas que brindaban apoyo a Cartago. Las expediciones fueron mandadas por los tribunos militares en turnos rotatorios.

Asdrúbal había acampado en las cercanías de Nepheris, lugar en donde el terreno le brindaba una mejor protección. Manilio cuando se enteró, decidió atacarle y estableció un plan de acción contra Asdrúbal. Escipión era de la opinión que la ruta a seguir era propicia para emboscadas pues estaba llena de zonas rocosas, precipicios y bosques, a lo que había que sumar que las alturas habían sido tomadas previamente por el enemigo.

Manilio emprendió la marcha; al llegar a tres estadios del campamento de Asdrúbal, había que descender al cauce de un río y subir luego para atacarle. Escipión le aconsejó que diera la vuelta, los otros tribunos se opusieron y tacharon de cobarde el retirarse a la vista de los cartagineses. Más aún, podía ser atacada su retaguardia. Escipión aconsejó entonces al cónsul fortificar un punto delante del cauce del río a fin de tener un lugar donde retirarse en el caso de ser derrotados. Los otros tribunos se volvieron a negar.

Cuando las tropas de Manio Manilio vadearon el río, Asdrúbal cayó sobre los romanos. Se desencadenó un combate en el que ambos bandos sufrieron un número elevado de bajas. Los cartagineses se retiraron y alcanzaron su posición fortificada a la espera de que los romanos se pusieran en movimiento y poder volver a atacarlos. Manio Manilio, arrepentido de su imprudencia al no construir un campamento, ordenó que el ejército se retirase en formación hasta el río, pero dada la dificultad de cruzarlo de nuevo tuvieron que romper la formación debido a que había pocos vados y eran estrechos. Al ver esto, Asdrúbal lanzó un rápido ataque logrando dar muerte a multitud de romanos, los cuales huían sin defenderse. En el campo quedaron tres de los tribunos militares que habían apoyado el combate.

Escipión, en compañía de 300 jinetes y de todos cuantos pudo reunir, tras dividirlos en dos cuerpos, se dispuso a cubrir la huida. Escipión cargó contra los cartagineses que estaban atacando a los que cruzaban el río, y estos abandonaron la persecución para hacerle frente.

Cuando cruzó todo el ejército romano, se dieron cuenta de que cuatro cohortes que habían buscado refugio en una colina, estaban siendo sitiados por Asdrúbal. Decidieron abandonarlos a su suerte, pero Escipión con su caballería, volvió a cruzar el río, dividió las fuerzas en dos grupos y les atacó por dos frentes, los sitiadores abandonaron el cerco y huyeron. Por esta acción fue condecorado con la corona obsidionalis.

Finalmente entró un nuevo personaje en escena, Gulusa, el segundo hijo legítimo de Masinisa, que se unió a los romanos con más de 2.000 jinetes númidas. Además, Himilcón Fameas y su caballería se pasaron también al bando romano.

Manilio aprovechó esta situación para regresar a su campamento, donde permanecería atrincherado hasta el final de su mandato. No habiendo conseguido prácticamente ninguna victoria, los dos cónsules fueron sustituidos a comienzos de la primavera de 148 AC por Lucio Calpurnio Pisón y su legado Lucio Hostilio Mancino, el primero pasaría a mandar el ejército terrestre y el último la flota. En ese mismo año moría el rey númida, Masinisa, a los 90 años.

Nuevamente se intentaron tomar las ciudades costeras aliadas de Cartago, aunque esto no dio resultado. Además, unos 800 jinetes de Gulusa se pasaron al bando cartaginés y se enviaron emisarios incluso a Andrisco, un rebelde macedonio que se había hecho pasar por el hijo de Perseo de Macedonia y se había levantado en armas contra los romanos.

En esos dos años de guerra, a los romanos les resultó imposible tomar Cartago, pues contaba con enormes recursos, sólidas fortificaciones y un gran ejército que impedía su aislamiento total, continuando esta su actividad comercial por vía marítima. Como el asedio se prolongaba, los comandantes romanos decidieron permitir la entrada en su campamento de «elementos de distracción»: prostitutas, comerciantes, etc., lo que provocó un relajamiento de la disciplina militar.

Finalmente en el año 147 AC, los dirigentes romanos molestos por la duración y poco éxito del asedio; decidieron que el hijo adoptivo de Escipión el Africano, Publio Cornelio Escipión Emiliano, fuera nombrado cónsul y comandante supremo del ejército romano en África, a pesar de no tener la edad requerida para ostentar el cargo de cónsul. Su capacidad quedó demostrada cuando resolvió el problema en la sucesión de Masinisa, dividiendo el poder entre sus tres herederos.

Cuando Escipión Emiliano tomó el mando lo primero que hizo fe expulsar a los civiles del campamento romano, como las prostitutas y comerciantes, imponiendo de nuevo una dura disciplina.

La primera intervención del nuevo cónsul sería para salvar el pellejo de Mancino, el legado del anterior cónsul que quedó atrapado en la costa. Escipión embarcó con unos pocos centenares de soldados e improvisó una flota. Dio órdenes de subir a cubierta a todos los hombres, y de esta forma los cartagineses creyeron que se trataba de un gran contingente de refresco y se retiraron, pudiendo embarcar a Mancino. Una vez cumplida la tarea, Escipión volvió a su tarea de asediar la ciudad.

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Asedio de Cartago. Escipión desembarca con un grupo de legionarios, salvando a Mancino que estaba atrapado en la costa por los púnicos. Autor Mariusz Kozik.  Juego Total War Rome II

Asalto a Megara

Una vez que el ejército estuvo dispuesto a seguir la disciplina y cumplir las órdenes, Escipión planeó un ataque nocturno contra el suburbio de Megara por dos lugares diferentes. Envió a una parte de sus tropas dando un rodeo hacia un extremo de la muralla mientras que él avanzó unos 20 estadios (unos 3,5 Km) directamente contra el otro lado con hachas, escalas y palancas en total silencio. Cuando se hallaba bastante cerca del punto elegido para el asalto, fue descubierto produciéndose un griterío en la muralla.

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Ataque a Cartago por Escipión Emiliano. Se observa el ataque a Megara, el rodeo de la ciudad con empalizada y foso y el asalto final  a la ciudad a través del puerto

En este asalto contra la muralla, Escipión, a pesar de intentar tomarla no lo consiguió, pero envió a varios soldados a una torre abandonada que estaba fuera de la muralla y era de igual altura que esta. Desde la torre, los romanos lograron hacer retroceder con sus jabalinas a los defensores y colocaron planchas de madera desde su posición hasta el muro; pasaron a través de ellas, bajaron a Megara y rompieron una puerta por la que penetró Escipión con 4.000 hombres. El cónsul y una legión de refresco se atrincheraron en las pequeñas edificaciones de Megara, a la espera de un contraataque cartaginés. Pero dicho contraataque no llegó porque cundió el pánico y todos los defensores de Megara y de las murallas exteriores corrieron hacia las murallas de Cartago.

Al amanecer, Asdrúbal, enfadado por el ataque contra Megara, hizo que llevaran a lo alto de la muralla a todos los prisioneros romanos que había en la ciudad. Desde aquella zona en la que las tropas de Escipión podían ver perfectamente a sus compañeros maniatados, Asdrúbal dio la orden:
«A unos les arrancó los ojos, la lengua, los tendones y órganos genitales con garfios de hierro; a otros les laceró la planta de los pies, les cortó los dedos y les arrancó la piel del cuerpo a tiras, y a todos ellos, todavía vivos, los despeñó. Con ello, pretendió hacer imposible una reconciliación entre romanos y cartagineses. Y los enardecía de esta manera, a fin de que tuvieran sus esperanzas de salvación solo en la lucha».

La toma Megara privó a la ciudad de su principal fuente de alimentación, ya que esta era en su mayoría huertas y granjas que abastecían la ciudad. Escipión decidió aislar Cartago por tierra y mar

Escipión mandó construir fortificaciones que rodearan la ciudad de Cartago para aislarla y evitar tanto cualquier ayuda exterior como cualquier salida de los defensores, en 20 días la rodeó con empalizada y foso con torres a intervalos regulares. Además mandó edificar otra torre de madera de cuatro pisos sobre la torre de mayor altura de la muralla, para tener una visión privilegiada de la misma.

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Aislamiento de Cartago mediante empalizada y foso. Escipión mandó construir una empalizada y foso que rodearan completamente la ciudad. Escena del juego Total War Rome II

La flota romana incursionó masivamente en el golfo de Túnez, impidiendo la salida y entrada de las naves cartaginesas, pero los cartagineses consiguieron bular el bloqueo en varias ocasiones, haciendo llegar recursos por mar.

Escipión, al darse cuenta de ello, planeó cerrarles la entrada del puerto. Para ello ordenó la construcción de un dique hacia el interior del mar. Las obras se iniciaron desde la franja de tierra que estaba entre la laguna y el mar, avanzando hasta la embocadura del puerto. Para la empresa se empleó gran cantidad de enormes bloques de piedra a fin de resistir la fuerza de las olas. Una vez finalizado, el dique tenía una anchura de 24 pies (poco más de 7 metros) y cuatro veces más de profundidad.

Por primera vez en el curso de la guerra, durante el invierno del año 147 AC, Cartago estaba completamente aislada del mundo exterior, lo que provocó la rápida disminución de sus reservas alimenticias, contribuyendo esto al brote y propagación de enfermedades que hicieron estragos entre la población de la ciudad.

Se produjeron acciones desesperadas e ingeniosas. En respuesta al bloqueo del puerto derribaron parte de la muralla del puerto que daba al mar y salieron con 50 navíos construidos de forma improvisada con muebles, árboles de jardines y cualquier tipo de material capaz de flotar.

Esta acción pilló por sorpresa a los romanos que se encontraban construyendo el dique, pero incomprensiblemente los cartagineses no atacaron. Al día siguiente volvieron a salir, pero se encontraron con la flota romana perfectamente formada. La batalla duró varias horas y la balanza se inclinó del lado romano, la improvisada flota cartaginesa fue completamente destrozada.

Se intentó derribar las murallas del sector del malecón, pero los defensores púnicos salieron de noche e incendiaron las armas de asedio romanas. Tras otro intento infructuoso, Escipión decidió atacar las murallas del interior. Se tomó la decisión de no atacar frontalmente las murallas interiores, sino dejar pasar el tiempo, que cada vez jugaba más en contra de los hambrientos defensores.

Asalto final

Al llegar la primavera del año 146 AC, la población cartaginesa estaba tan debilitada por el hambre y las enfermedades que los romanos decidieron que había llegado el momento de asaltar la ciudad.

Los romanos penetraron por el puerto civil derribando parte de las murallas mediante una grieta hecha por uno de sus arietes, Asdrúbal mando incendiar el puerto civil, replegándose al puerto militar. Cayo Lelio Sapiens, el segundo de Escipión, atacó las murallas del puerto militar y consiguió penetrar con escalas y construyendo una torre de asalto en la muralla, una vez tomado el puerto consiguieron entrar en la ciudad pese a la fuerte resistencia de los ciudadanos. Después de tomar las murallas los legionarios ocuparon el ágora de la ciudad donde pasaron la primera noche, los cartagineses estaban demasiado debilitados como para contraatacar.

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Asalto y destrucción de Cartago, se realizó calle por calle, casa por casa y habitación por habitación.

Tras entrar en la ciudad, los romanos fueron recibidos por una verdadera lluvia de lanzas, piedras, flechas, espadas e incluso tejas que lanzaban desde los tejados de sus casas, hay que tener en cuenta que las viviendas tenían seis plantas. En una batalla alucinante que recuerda a la batalla de Stalingrado, los cartagineses defendieron cada casa, cada planta, cada habitación hasta el final. Los supervivientes escalaban a las azoteas para arrojarles las tejas a los romanos que avanzaban por las calles. Los romanos subieron a las azoteas y desalojaron a los defensores cruzando de vivienda en vivienda con tablones como puentes.

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Asalto de Cartago, Los romanos utilizan tablones como puentes para pasar de un tejado a otro. Autor Steve Noon

Las calles se cubrieron con montañas de cadáveres y fue necesario que se formaran brigadas de legionarios para arrastrarlos con ganchos y sacarlos de allí. Las fosas comunes encontradas demuestran la fiereza de los combates en esas tres calles, Apiano cuenta que los romanos lanzaban a las fosas a muertos y vivos por igual. Estas fosas, descubiertas por el padre Delattre, son un testimonio del infierno en el que se convirtió Cartago.

Las escenas salvajes se sucedieron sin intermedio, la mayoría de los habitantes lucharon hasta la muerte. Durante seis días con sus noches los romanos y los cartagineses entablaron una gran batalla urbana, cuyo resultado iba favoreciendo a los primeros. El objetivo de las legiones era tomar completamente la ciudad, finalizando con la captura de la ciudadela fortificada de Birsa, ubicada sobre la cima de una colina escarpada, en el corazón de la ciudad, punto a donde se dirigían los defensores en su continuo retroceder. Los romanos avanzaban demoliendo muros, abriéndose camino a través de montañas de ruinas o pasando por los techos de las casas y los edificios. Las tropas de Escipión arrancaron las placas de oro de los templos sumando todo esto a una gran destrucción.

Los últimos supervivientes de la batalla, unos 50.000, se refugiaron en la ciudadela de Birsa, donde se encontraba el templo de Eshmún (Esculapio para los romanos), junto a su necrópolis sagrada. Asdrúbal, que había logrado escapar tras la defensa de la ciudad, también se refugió allí y dirigía las defensas. Al séptimo día, unos embajadores salieron de la ciudadela para suplicar a Escipión que dejara vivir a los que aún quedaban allí: se rendían y aceptaban la esclavitud a cambio de huir del horror.

Escipión prometió respetarles la vida, 50.000 supervivientes salieron de la ciudadela completamente aterrorizados ante lo que habían contemplado.

Pero quedaban alrededor de un millar que ninguna clemencia podían esperar. Eran los últimos de Asdrúbal, así como desertores romanos (cerca de un millar), que sabiendo que serían ejecutados, se refugiaron en el templo de Eshmún, desde donde ofrecieron la última resistencia. Los romanos limpiaron meticulosamente toda la zona, enterraron los miles de cadáveres y se prepararon para el asalto final incendiando el templo. Asdrúbal los traicionó saliendo a suplicar a Escipión que le perdonara la vida. Postrado a los pies de Escipión, Asdrúbal lloraba cuando un grito hizo que todos se volvieran.

Era la mujer de Asdrúbal, que vestida con una túnica de gala, insultó a su marido y a los romanos diciendo: »vosotros, que nos habéis destruido a fuego, a fuego también seréis destruidos» y se lanzó a las llamas del fuego (hay versiones que dicen que acuchilló a sus hijos y los lanzó consigo al fuego). Los desertores también se sacrificaron en la misma pira.

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Asalto final de Cartago. La mujer de Asdrúbal y sus hijos antes de arrojarse al fuego desde el templo de Eshmún (Esculapio para los romanos)

Una vez esto ocurrió, el flemático Escipión Emiliano comenzó a llorar, y gritó en griego una frase de la Ilíada (libro IV): »Llegará un día en que Ilión, la ciudad santa, perecerá, en que perecerán Príamo y su pueblo, hábil en el manejo de la lanza». Cuando el historiador griego Polibio le pregunto por qué había recitado aquellos versos el general romano le contesto: »Temo que algún día alguien habrá de citarlos viendo arder Roma».

Destrucción de la ciudad

Los supervivientes fueron todos reducidos a la esclavitud y la ciudad fue totalmente saqueada tras su toma. Sin embargo, la mayor parte se conservaba aún en pie. Después de la caída de Cartago se presentó en el sitio una comisión del senado romano para decidir qué se haría con ella. Según los indicios, el mismo Escipión Emiliano y algunos senadores eran partidarios de que la ciudad se conservase, pero la mayor parte de la comisión se puso de parte de la opinión de que fuese destruida, seguramente aún bajo la influencia de los deseos del ya fallecido Catón. Por tanto, la historia oficial afirma que Escipión ordenó a las legiones destruir totalmente la ciudad hasta los cimientos. Primero la prendieron fuego y ardió durante diez días y las llamas dejaron paso a la destrucción sistemática de los romanos, hizo que un arado marcara surcos sobre el terreno durante 17 días, y que después ese terreno fuera sembrado con sal (esto puede que no sea real).

Las demás ciudades del norte de África que apoyaron a Cartago en todo momento corrieron la misma suerte. Las que se rindieron desde el comienzo de la guerra, como Útica, fueron declaradas libres y conservaron sus territorios. Las antiguas posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África, descontando algunos territorios entregados a los hijos de Masinisa como premio por su ayuda a Roma durante la guerra.

En total, los romanos destruyeron cinco ciudades africanas de cultura púnica aliadas de Cartago. Las antiguas posesiones de Cartago constituyeron la nueva provincia romana de África, con capital en Útica.

Resurrección de Cartago

Cartago permaneció en ruinas, pero fue reconstruida por el emperador romano Octavio Augusto, siguiendo una idea de su padre adoptivo Julio César, que le vino de un sueño. En el siglo II hubo incluso un emperador, Septimio Severo, que procedía de las cercanías de Cartago (específicamente de Leptis Magna), y hablaba el latín con un fuerte acento púnico. Cartago, que durante el Imperio fue una de las ciudades más esplendorosas del mundo romano, sobrevivió hasta el siglo VII, cuando fue destruida de nuevo por la invasión árabe del norte de África. Actualmente, Cartago es un suburbio residencial de la ciudad de Túnez, capital de la república norteafricana del mismo nombre.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2014-05-03. Última modificacion 2022-10-18.
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Comentarios:

  1. Elvis Valenzuela dijo el 2020/03/19 a las 12:50 am

    Me ha impresionado en verdad, he llegado aquí casi como por deseos del azar, soy un apasionado de la historia en general, pero la romana es ciertamente de mis favoritas, excelente página.

  2. guillermo dijo el 2020/04/21 a las 3:03 am

    muy bien elavorado

    1. arre caballo dijo el 2020/04/22 a las 2:47 pm

      Gracias

  3. Cristian dijo el 2020/11/11 a las 12:41 am

    Impresionante, me han saltado hasta lagrimas imaginandome el infierno en que tuvo que convertirse Cartago. Desde luego Roma y por ende el ser humano es capaz de cometer las mayores atrocidades imaginables por sus estupidas ansias de poder.

  4. Fernando dijo el 2024/12/06 a las 7:59 pm

    Carthago delenda est…como reza el texto significa Cartago ha sido destruida…Caton decia Carthago delenda essem,que significa …Cartago debe ser destruida

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