Edad Antigua Cartago y las guerras Púnicas Rebelión de los mercenarios (241 -238 AC)

Antecedentes

En el 241 AC, la situación en Cartago tras la derrota, era de profundo malestar, y las condiciones de la rendición ante Roma suponían una humillante sumisión al vencedor, aparte de un notable déficit económico, tanto por las pérdidas sufridas como por los tributos a pagar al bando victorioso.

Amílcar transfirió sus fuerzas de Erice (Drépano) a Lilibeo y allí renunció al mando a favor de Giscón, que era el comandante de Lilibeo y que tomó medidas inteligentes para enviar las tropas a África. Los 20.000 mercenarios de Sicilia entre los que había íberos, celtas, algunos ligures, algunos baleares, griegos y libios, fueron transportados por Giscón en pequeños grupos a Cartago.

Una vez todos estuvieron en Cartago, los disturbios no tardaron en aparecer. Los mercenarios, ociosos y sin dinero empezaron a cometer tropelías. El senado cartaginés enseguida pidió a los jefes que llevaran a sus tropas a Sicca, una fortaleza situada en el interior, para esperar allí el pago de sus servicios, entregando a cada mercenario una moneda de oro para las primeras necesidades. Los mercenarios querían dejar sus equipajes, mujeres e hijos en Cartago, pero los gobernantes se negaron, así es que se los llevaron con ellos.

Los mercenarios seguían demandando sus pagas, y empezaron a saquear los alrededores. Se envió a Hannón el Grande para negociar con ellos. Se les ofreció renunciar a una parte del sueldo, dado que la situación económica de la república era muy precaria tras la derrota.

Se levantó entonces disensión y alboroto entre todos los presentes y, al no hablar el mismo idioma, todo el campamento se llenó de confusión. Pero los mercenarios habían visto con sus propios ojos la inconmensurable riqueza de Cartago, y durante las tranquilas semanas en Sicca, habían hecho los cálculos, una y otra vez, de las soldadas que debían recibir.

Los veteranos mostraban sus viejas cicatrices, y las madres mostraban desesperadas a los hijos de aquellos soldados que perdieron la vida en los campos de Sicilia.

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Hannón el Grande dirigiéndose a  los mercenarios durante la Rebelón de los Mercenarios en el 240 AC en Sicca. Se observa a Hannón el Grande dirigiéndose a los mercenarios protegido por soldados del Batallón sagrado, llevan coraza o linotorax sobre túnica roja o blanca, uno de ellos parece un oficial y lleva cota de escamas. Autor Steve Noon para Osprey

Sin duda, Hannón el Grande no era la persona más apropiada para tratar esta cuestión: como púnico típico, su arrogancia frente a la masa solo acució la protesta, y su escasa experiencia como general se reducía únicamente a la represión de las revueltas populares libias. Pronto la indignación fue tan grande que los mercenarios decidieron trasladarse a la ciudad de Túnez, estratégicamente más cercana a Cartago, para presionar desde allí a la República. El senado cartaginés empezó a flaquear, enviando al campamento víveres y la promesa del pago completo. Pero durante las acaloradas discusiones, las reivindicaciones de los mercenarios habían crecido. Entonces exigían el pago por las entregas de trigo que nunca habían recibido. Las mujeres viudas también reclamaban el sueldo de sus maridos muertos.

En el otoño del 241 AC, los mercenarios avanzaron hacia Cartago y tomaron Túnez. Tratando de aplacarlos, les enviaron gran cantidad de víveres para que pudieran comprarlos a un precio fijo. Los mercenarios, envalentonados y viendo el temor de los cartagineses; no dejaron de demandar más: además de los sueldos, pedían el pago de los caballos muertos, los víveres que les adeudaban, etc. Buscaban dificultar las negociaciones.

Esta vez fue Giscón, ex-gobernador de Lilibeo, el elegido para llevar a cabo las negociaciones, pues era popular entre las tropas, así que fue a Túnez con una gran suma de dinero. Convocó a los jefes de los mercenarios, a los que en primer lugar reprendió por su conducta y seguidamente empezó a pagar a los mercenarios por naciones. No obstante, algunos mercenarios se encargaban de mantener los ánimos encendidos, entre los que se encontraba un campanio (de la región de Campania) llamado Spendios, al que las fuentes describen como un esclavo o desertor fugitivo de los romanos, que temía ser entregado y crucificado, según dictaban las leyes romanas. También había un libio libre llamado Mathos, que había sido motor de los altercados y tenía miedo de las represalias. Pronto todo el campamento clamaba por el amotinamiento y los pocos que se inclinaban por la negociación eran apedreados.

Los mercenarios hicieron prisioneros a Giscón y sus acompañantes. Mandaron mensajeros a las ciudades libias para incitarlas a unirse a su levantamiento y para que mandasen ayuda. La desazón también se extendió entre los campesinos libios, así como a los comerciantes que veían ahora cortadas las rutas comerciales y con ellas sus ingresos.

Los mercenarios enviaron también una embajada a Roma, buscando su apoyo en la guerra; Cartago también envió otra. Ante la imposibilidad de reconciliar a ambas partes, Roma liberó sin rescate a los cautivos cartagineses que tenía en su poder, envió grano a Cartago y permitió a la ciudad que reclutara mercenarios en las tierras de sus aliados.

Al ejército mercenario se le unieron 70.000 libios, creando un alzamiento popular contra Cartago, apoderándose y levantando la mayoría de las ciudades, hasta que solo les quedaban por conquistar Cartago, Útica e Hipona (Bizerta). Todas las comunicaciones terrestres de Cartago con el resto de África quedaban así cortadas por completo.

Mientras tanto, Mathos, Spendios y Autarito (jefe de los celtas), fueron designados generales, procedieron a la división del ejército mercenario en tres grupos: uno permanecería en Túnez y los otros dos serían enviados a la conquista de Útica e Hipona (Bizerta).

Cartago comenzó, asimismo, a movilizar sus tropas: la flota fue preparada, se reclutaron nuevos mercenarios y se armó a la población civil.

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Rebelión de los Mercenarios: Movimientos y batallas

Derrota de Hannón (240 AC)

Hannón el Grande partió hacia Cartago con las tropas cartaginesas para romper el cerco de Útica en el 240 AC, contaba con caballería, más de 100 elefantes y numerosa maquinaria de guerra. Con su caballería y elefantes aplastó el campamento mercenario, estos salieron huyendo y se refugiaron en los bosques de alrededor. Mientras su ejército saqueaba el campamento, Hannón entró en Útica para celebrar con un banquete su gran triunfo. Pero los mercenarios no eran la simple población libia contra la que Hannón estaba acostumbrado a luchar, sino veteranos experimentados, curtidos en muchas batallas. Los mercenarios regresaron, se reagruparon en una colina y lanzaron un contraataque exitoso al campamento púnico, en el que murieron numerosos soldados y elefantes. Finalmente se apoderaron de todo el bagaje y la maquinaria de asedio que los cartagineses había llevado consigo.

Hannón volvió a tener otro revés en la ciudad de Corza (se desconoce la localización).

En vista de los acontecimientos, el senado cartaginés eligió a Amílcar Barca como caudillo para sofocar la revuelta. Se basaron en el respeto y en el temor que su imagen causaba entre los mercenarios, aparte del prestigio militar y la demostrada capacidad en el manejo de tropas contra Roma en la Primera Guerra Púnica.

El general reunió un ejército de 10.000 hombres compuesto de extranjeros, desertores del enemigo, caballería e infantería ciudadana y 70 elefantes.

Hannón no fue apartado de la guerra. El general siguió operando con su ejército.

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Rebelión de los mercenarios. Elefantes cartagineses combatiendo contra númidas. Autor Giuseppe Rava

Batalla de Bagradas (239 AC)

La situación se volvió tan comprometida que Spendios y Mathos pudieron sitiar la propia Cartago en la primavera de 239 AC. Los caminos de montaña que salían de Cartago habían sido tomados y fortificados por los rebeldes, al mando de Mathos. La única ruta practicable para que un gran ejército cruzase el río Bagradas era a través de un puente, así que Spendios, había construido un campamento junto al único puente, custodiando el paso.

Amílcar conocía la geografía del terreno mejor que los mercenarios extranjeros, pues había nacido en Cartago. Sabía que en verano, cuando soplaba el viento del desierto, la arena arrastrada formaba un depósito en el fondo del río, lo que creaba una ruta vadeable en la desembocadura del mismo. Sin mencionar sus planes, abandonó la metrópoli de Cartago al abrigo de la noche, con 10.000 infantes, 500 jinetes y 70 elefantes, cruzando por esa zona con su ejército.

Al amanecer sorprendió tanto a los ciudadanos de Cartago como a los rebeldes. Cuando Spendios percibió el movimiento de Amílcar, abandonó el campamento junto al puente y se dispuso a atacar con 10.000 infantes. Un segundo ejército mercenario partió desde el cerco de Útica, con unos 15.000 infantes al mando de Autarito.

Amílcar desplegó su ejército en dos líneas: en primera línea o vanguardia se situaron los elefantes en el centro y la caballería en ambos flancos. En segunda línea situó la falange africana en el centro y los mercenarios contratados en los flancos.

En un hábil movimiento, Amílcar reorganizó su ejército. La caballería y los elefantes, que estaban en primera línea o vanguardia, se replegaron por los huecos entre las unidades de la falange y los mercenarios. Cruzaron la segunda línea y se dirigieron a ocupar las alas, los elefantes se situaron a continuación de los mercenarios y la caballería a continuación de los elefantes. Todo el ejército quedó en una sola línea.

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Batalla de Bagradas 239 AC: Despliegue inicial

Los rebeldes viendo como se retiraban los elefantes y la caballería, pensaron que el ejército cartaginés se estaba batiendo en retirada, y atacaron en desorden. El primer contingente al mando de Spendios, chocó directamente contra las filas de la falange. La falange cartaginesa aguantó la embestida y obligó a Spendios a batirse en retirada. El segundo contingente, comandado por Autarito, intentó acogerlos en su retirada, y mientras reorganizaba sus líneas, la caballería y los elefantes de Amílcar cargaron desde las alas y destrozaron flancos rebeldes, al mismo tiempo que la infantería cartaginesa atacaba de frente.

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Batalla de Bagradas 239 AC: El desenlace
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Batalla de Bagradas 239 AC. Se puede ver a un elefante africano (4) (no podía llevar tantos tripulantes ni estaban acorazados como se representa aquí) enfrentándose a un hondero (3), un jinete númida (1)  y un jinete mercenario (2). Autor Giuseppe Rava

Los mercenarios fueron completamente derrotados. Murieron 6.000 rebeldes y otros 2.000 cayeron prisioneros, Spendios y Autarito consiguieron huir. El campamento junto al río Bagradas fue desmantelado, y el sitio de Útica, abandonado.

La batalla representó la primera victoria importante de Cartago frente a los rebeldes, que abrió las rutas terrestres al paso de tropas y mercancías. Un jefe de los númidas masilios llamado Naravás o Naravaso se unió a Amílcar con 2.000 jinetes.

Cerco y victoria de Amílcar (239 AC)

Después de la batalla de Bagradas, Amílcar levantó el asedio de Útica y después se dirigió al interior para retomar el control de las ciudades que quedaban en poder de los mercenarios.

Spendios salió de Túnez al mando de 6.000 hombres de varias nacionalidades y acompañado por Autarito con sus 2.000 galos, todos veteranos de Sicilia, y llegaron al lugar donde Amílcar se hallaba acampado, una llanura rodeada de montañas, ocupando las alturas alrededor de su campamento. Los ejércitos eran similares en número, pero el de Amílcar tenía clara ventaja en el llano debido a sus elefantes y caballería, por lo que los rebeldes no se atrevían a bajar de su campamento situado en los montes y atacarles. Pero entonces llegaron los númidas y libios que habían acudido al llamamiento de Mathos, siendo una fuerza de 10 a 15 mil hombres. De este modo, el ejército mercenario aumentó considerablemente su fuerza.

Amílcar se encontró de repente en un serio aprieto, rodeado por los libios por el frente, los númidas por la espalda y Spendio por un lado y superado ampliamente en número, así es que pidió ayuda a Naravás.

Cuando llegó este con sus 2.000 númidas, los cartagineses se colocaron en orden de batalla. Por su parte, los hombres de Spendios se unieron a los libios y bajaron todos al llano para combatir.

El combate fue duro, pero Amílcar resultó victorioso. Los elefantes tuvieron gran protagonismo, pero, según Polibio, Naravás se distinguió entre todos.

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Revuelta de los Mercenarios. La caballería cartaginesa y los elefantes atacando a los mercenarios. Autora Sandra Delgado

En el lance murieron 10.000 rebeldes y otros 4.000 fueron hechos prisioneros, pero Spendios y Autarito consiguieron huir nuevamente.

Amílcar, en un intento de acercamiento con los rebeldes capturados, dio permiso a quien quisiera para que se uniera a su ejército. A los demás les perdonó la vida y los invitó a ir donde quisieran, pero bajo la amenaza de que si levantaban de nuevo las armas contra Cartago serían castigados sin remedio.

Entre los rebeldes que se le unieron y los númidas de Naravás, el ejército de Amílcar tendría entonces 15.000 efectivos.

Cuando se enteraron de la deserción de muchos de sus mercenarios, los cabecillas de la  revuelta, sobre todo Spendios y Autarito, viendo peligrar la lealtad de sus tropas, decidieron matar a todos los prisioneros cartaginenses incluyendo a Giscón. Los hombres de Spendios sacaron a Giscón y sus 700 compañeros del campamento, les cortaron primero las manos, luego los pies, les rompieron las piernas y los arrojaron vivos a un hoyo.

Además prometieron no hacer más prisioneros, lo que siguieron realizando hasta su final.

Después de este acto, los mercenarios que caían en manos cartaginesas eran aplastados por elefantes o arrojados a las fieras en represalia. La guerra cobró dimensiones de crueldad extrema, motivo por el cual fue conocida a partir de entonces como Guerra Inexpiable.

Mando Conjunto (239-238 AC)

Amílcar llamó entonces a Hannón para combinar sus ejércitos y finalizar de forma rápida la guerra. Los dos generales no llegaban a ponerse de acuerdo en el modo de dirigir la guerra, salvo en que debían matar a los rebeldes capturados por derecho de represalia. Al no ponerse de acuerdo desaprovecharon las ventajas que se les presentaron.

Sin embargo, una serie de catástrofes tornaron de nuevo el signo de la guerra a favor de los rebeldes.

En primer lugar se produjo la defección de Cerdeña. Los mercenarios que se hallaban como guarnición en la isla se rebelaron siguiendo el ejemplo de sus camaradas de Sicilia, que fueron llevados a África. Pasaron a cuchillo a la población púnica y al jefe de las tropas auxiliares, conocido por el nombre de Bostar. Cartago envió a un tal Hannón al mando de un pequeño ejército, pero cuando este llegó allí, sus tropas se pasaron al bando rebelde y le crucificaron. Con las ciudades en su poder, los mercenarios se hicieron con el control de Cerdeña, enfrentándose a la población autóctona.

En segundo lugar las ciudades de Útica e Hipona (Bizerta) desertaron al enemigo, matando de paso a la guarnición de 500 hombres que Cartago había mandado en su socorro, arrojando después los cuerpos por las murallas e impidiendo que fueran enterrados.

En tercer lugar, los lugares de abastecimiento de la ciudad de Cartago, llamados emporios, se inundaron y encima  se produjo el naufragio de una flota mercante que portaba suministros para el ejército.

Ambos generales discutían constantemente sobre estrategias y tácticas a seguir, de modo que ninguna acción efectiva se llevó a cabo contra los rebeldes durante esta campaña. La situación llegó a ser tan crítica que el senado cartaginés, ordenó que uno de los generales abandonara el generalato, a elección de la tropa, y es aquí donde se impuso el carisma de Amílcar, quedando sustituido Hannón por otro más maleable llamado Aníbal que quedó como segundo jefe.

Con la ventaja de su parte, los generales mercenarios Spendios, Autarito y Zarza unieron los ejércitos de Hipona (Bizerta) y Útica para asediar la misma Cartago. En esos momentos la guarnición de la ciudad de Cartago era de alrededor de 10.000 hombres, incluidos mercenarios extranjeros, lo que obligó a las autoridades cartaginesas a iniciar una campaña de reclutamiento entre sus ciudadanos mucho más intensa que las tradicionales.

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Rebelión de los mercenarios. Mercenarios asediando la ciudad de Cartago. Autor Angel Todaro

Pero lejos de desfallecer, Amílcar envió a Naravás y sus númidas a cortar las líneas de suministro enemigas, acción que llevaron a cabo con gran éxito. Aunque no lo suficiente. Cartago se vio obligada a pedir ayuda a sus antiguos enemigos los romanos.

Así, poco a poco, Amílcar fue privando de suministros a los asediadores, obligándoles a retirarse a mediados del 238 AC.

Batalla del desfiladero de la Sierra (238 AC)

Los rebeldes seguían teniendo muchas fuerzas, así que Spendios y Autarito marcharon con 50.000 de las mejores tropas, incluido la mayoría de los mercenarios a enfrentarse de nuevo con Amílcar, pero prefirieron hacerlo en terreno montañoso dado que el púnico era más fuerte en caballería y disponía de elefantes. Pero en las siguientes maniobras tácticas el general cartaginés demostró otra vez su mayor experiencia. Consiguió atraer sus enemigos a un desfiladero profundo llamado “la Sierra”, que previamente había reconocido y preparado, y encerrarlos a todos allí mediante un grupo que había escondido a la entrada del mismo. Los mercenarios entraron en el desfiladero y quedaron atrapados en él.

Después de asediar durante días la boca del desfiladero, bloqueando el resto de salidas por medio de fosos y trincheras, los mercenarios amenazaron a sus jefes. Viendo que los refuerzos de Túnez no llegaban y el hambre era cada vez más acuciante. Cuando el hambre se puso peor mataron y comieron a sus prisioneros y después a los esclavos. Sin ninguna esperanza decidieron ofrecer su capitulación.

Los líderes rebeldes pactaron entonces con Amílcar que se entregaran diez de los oficiales más importantes. Entre estos se encontraban Autarito, Zarza y Spendios. El resto de los mercenarios, creyendo haber sido traicionados atacaron entonces, y fueron masacrados por el ejército de Amílcar. Se dice que murieron más de 40.000 (prácticamente la totalidad del ejército rebelde).

Sitio de Túnez (238 AC)

La derrota de las tropas mercenarias hizo que muchas ciudades regresaran al bando cartaginés. Dueño de las llanuras y con las ciudades africanas de su lado, Amílcar se dirigió a Túnez.

El contingente de Aníbal se situó en la dirección de Cartago, mientras Amílcar se emplazó en el lado opuesto. Una vez establecido el sitio, los líderes rebeldes fueron crucificados a la vista de los muros de la ciudad.

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Mercenarios crucificados delante de la ciudad Túnez 238 AC, durante la Rebelión de los Mercenarios

Mathos salió entonces de la ciudad atacando el campamento de Aníbal, capturando a este vivo. Entonces, descolgó el cuerpo de Spendios, colgó al cartaginés en su lugar, degollando a los oficiales cartagineses a los pies de la cruz.

Amílcar llegó tarde a socorrer a Aníbal, y la derrota provocó el retorno de Hannón desde Cartago, al mando de los últimos hombres en edad adulta capaces de portar armas que quedaban en la metrópoli. Después de varias reuniones, los generales olvidaron sus diferencias y actuaron de forma conjunta para acabar con Mathos, que pasó a la defensiva.

Los generales púnicos tendieron emboscadas al africano Mathos cerca de las últimas ciudades que permanecían en el bando rebelde, como Leptis Magna, al sureste. Finalmente, acosado en todos los frentes, Mathos resolvió dar batalla campal a los cartagineses en Leptis Minor (Monastir). Contaba con unos 20.000 hombres y los cartagineses 25.000. Existe poca información sobre esta batalla, aunque se sabe que la victoria se decantó del lado cartaginés. Mathos fue capturado vivo.

Con el ejército rebelde aniquilado y sus principales líderes ajusticiados, las únicas dos ciudades que se oponían a Cartago eran Útica e Hipona (Bizerta), que no podían esperar demostración de clemencia alguna por parte de los púnicos.

Amílcar acampó frente a Útica, mientras Hannón hacía lo propio ante Hipona. Finalmente, los cartagineses impusieron unas duras condiciones de paz para las dos ciudades, que acabaron rindiéndose, y con ellas el último reducto de oposición a la capital.

La rebelión había durado 3 años y 4 meses.

Secuelas de la guerra

La República de Roma aprovechó entonces la coyuntura para enviar un cuerpo expedicionario y «pacificar» Cerdeña, que se hallaba en conflicto entre los mercenarios rebeldes y los nativos de la isla.

Los cartagineses se quejaron airadamente de esto mientras preparaban una expedición para retomar el control. Pero los romanos, argumentando que el ejército púnico no se dirigía contra mercenarios, sino contra la propia Roma, les declaró la guerra.

Cartago se vio superada por los acontecimientos y se vio obligada, para obtener la paz, no solo a ceder Cerdeña, sino a añadir otros 1.200 talentos a la deuda de 3.200 de la Primera Guerra Púnica.

Cartago, ya sin territorios ultramarinos, se vio obligada a buscar recursos y comercio en otras tierras. Y así es como Amílcar recaló en Hispania.

Entrada creada originalmente por Arre caballo! el 2014-05-01. Última modificacion 2022-03-21.
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