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Definición
Fue el primero de tres grandes conflictos bélicos entre las dos principales potencias del Mediterráneo Occidental, la República Romana y la República Cartaginesa. Durante 23 años, Roma y Cartago lucharon por la supremacía en la zona y la conquista de Sicilia. Sicilia es una isla al sur de Italia que tiene forma triangular, formada por la costa norte, la costa sur y la costa este.
Orígenes del conflicto
Tras la marcha de Pirro de Sicilia, los mamertinos, cuyo nombre procede de hombres del dios de la guerra Mamers, que eran mercenarios itálicos al servicio de Agatocles, rey de Siracusa, regresaron a Mesana (actual Mesina). Mesana estaba situada en la esquina de la costa norte con la costa este, justo enfrente de la puntera de la bota italiana, controlando el estrecho. Una vez allí se dedicaron a su antiguo negocio, que consistía en controlar el tráfico del estrecho de Mesina, capturar barcos comerciales desprevenidos en el estrecho, llevando el botín a su base, capturar prisioneros y exigir rescates y también formaban bandas de bandidos para extorsionar al campo local.
Hierón II de Siracusa, ciudad que se encuentra en la costa oriental, cansado de la conducta de los mamertinos, se dirigió contra ellos con su ejército, y los derrotó en la llanura de Milae, al norte de Mesina. Tras esa derrota, en el año 264 AC, los mamertinos acudieron tanto a Roma como a Cartago en busca de ayuda. Los cartagineses hablaron con Hierón, y lograron acordar que éste no llevara a cabo nuevas medidas militares a cambio de que los mamertinos aceptasen una guarnición cartaginesa en Mesina.
Ya fuese porque no les gustaba la idea de la guarnición cartaginesa, o bien convencidos de que la reciente alianza entre Roma y Cartago contra el rey Pirro reflejaba unas relaciones cordiales entre ambas potencias; el hecho es que los mamertinos solicitaron a Roma una alianza, buscando con ello mayor protección.
En ese momento la isla está dividida en dos esferas de influencia: la parte oeste y central, dominada por Cartago, y la parte oriental, de ascendencia e influencia griega. Los griegos están capitaneados por la polis de Siracusa, dirigida por el tirano Hierón II, que hasta ese momento habían sido seculares enemigos.
Tras un gran debate en el Senado, Roma finalmente decidió enviar dos legiones a Mesana (Mesina) para apoyar a los mamertinos, bajo las órdenes de Apio Claudio Caudex. Estas desembarcaron en Mesana, en donde los mamertinos habían expulsado previamente a la guarnición cartaginesa comandada por un tal Hannón y que se había refugiado en la ciudadela.
Guerra en Sicilia (264 – 257 AC)
La guerra terrestre en Sicilia comenzó con el desembarco romano en Mesana en 264 AC. A pesar de la superioridad naval de Cartago, el desembarco romano no encontró prácticamente ninguna oposición. Las dos legiones mandadas por Apio Claudio Caudex desembarcaron en Messana sin dificultad.
El comandante cartaginés Hannón, suponemos que comprendió que si su actuación provocaba la guerra abierta con Roma podía considerarse hombre muerto en Cartago o en la propia Messana: así es que decidió evacuar la ciudadela con la esperanza de que su decisión fuese comprendida en Cartago, pero cuando llegó a la ciudad, no le sirvió de nada, ya que murió crucificado, de acuerdo con la costumbre cartaginesa de crucificar a los generales derrotados.
La estrategia inicial de Roma era eliminar a Siracusa como enemigo y por ello, desde Mesana, los romanos marcharon al sur por el camino de la costa, mientras que diversas ciudades por el camino abandonaban el bando cartaginés para aliarse con Roma.
En el 263 AC, ante la entrada de los romanos, Cartago y Siracusa (que habían sido enemigos seculares en Sicilia), se aliaron para expulsar a Roma de la isla.
Roma decidió deshacer la alianza púnico-siracusana atacando al elemento más endeble, que era Siracusa, para ello un ejército consular de 40.000 hombres partieron hacia allí. A su paso, las ciudades aliadas de Siracusa se iban pasando a la causa romana. Se deshace para siempre la confederación helénica en la Isla.
Tras un breve asedio sin haber recibido ayuda cartaginesa, Hierón, decidió hacer la paz con Roma. Se constituyó así un pequeño reino independiente, aliado de Roma, que le sería muy útil durante toda la guerra. Junto con Siracusa, varias otras ciudades cartaginesas más pequeñas decidieron también pasarse al bando romano. Una vez resuelto el problema de Siracusa se dirigieron a Akragas (Agrigento), situada en la mitad de la costa suroeste.
Batalla de Akragas o Agrigento (261 AC)
En 262 AC, los romanos enviaron el nuevo ejército consular a Sicilia, compuesto de unos 40.000 hombres organizados en cuatro legiones y dos alae de caballería asociados. El ejército estaba dirigido por los dos cónsules, Lucio Póstumo Megelo y Quinto Manilio Vítulo. Los refuerzos fueron enviados en respuesta a la gran operación de reclutamiento y entrenamiento que se estaba produciendo en el bando cartaginés.
Apoyado por los suministros procedentes de Siracusa, el ejército consular marchó a Agrigento, en junio de ese año. Esta ciudad debía funcionar como campamento base del nuevo ejército cartaginés, aunque por entonces estaba solamente ocupada por una guarnición local de 1.500 hombres, al mando de los cuales estaba Aníbal Giscón.
Giscón respondió a la amenaza refugiando a la población de Agrigento tras las murallas de la ciudad, a la vez que acaparaba todas las provisiones que pudo conseguir de los alrededores. La ciudad se preparó para un largo asedio, y todo lo que tenía que hacer era esperar a que llegaran los refuerzos cartagineses que estaban en ese momento en preparación. En aquella época, la ingeniería de asedio y la construcción de maquinaria para asaltar murallas era un arte que los romanos todavía no dominaban y la única forma en la que podían conquistar una ciudad fortificada como Agrigento era a través de un largo bloqueo, y la rendición por hambre. Con ese fin, el ejército acampó tras los muros de la ciudad, y se preparó para esperar el tiempo necesario para que la ciudad terminarse rindiéndose. Gracias al apoyo logístico desde Siracusa, sus provisiones no serían un problema.
Algunos meses después, Giscón comenzó a sufrir los efectos del bloqueo y apeló a Cartago para el envío de ayuda urgente. Los refuerzos desembarcaron en Heraclea a comienzos del invierno de 262-1 AC, y estaban compuestos por 50.000 soldados de infantería, 6.000 de caballería y 60 elefantes de guerra bajo el mando de Hannón. Los cartagineses marcharon hacia el sur para rescatar a sus aliados destruyendo la base de suministros romana ubicada en Erbeso. Estando cortada la línea de suministros, los romanos se encontraron asediados por el ejército de liberación, por lo que se vieron obligados a construir y mantener dos líneas defensivas: Una interna, contra los posibles ataques desde Agrigento, y otra externa, contra el ejército de liberación. Tras una serie de escaramuzas entre las caballerías ganaron los cartagineses, y establecieron su campamento muy cerca de los romanos. Hannón desplegó inmediatamente sus tropas en formación de batalla, pero los romanos se negaron a luchar en campo abierto. Por el contrario, fortificaron su línea de defensa exterior y, mientras mantenían el asedio sobre Agrigento, quedaron a su vez cercados por el ejército cartaginés de liberación.
Con Hannón acampado a las afueras de su propia base, la línea marítima de suministros que abastecía a los romanos desde Siracusa dejó de estar disponible. Ante el riesgo de comenzar a sufrir el hambre, los cónsules eligieron ofrecer batalla. En este caso fue Hannón el que se negó al enfrentamiento, posiblemente con la intención de derrotar a los romanos por inanición. Mientras tanto, la situación dentro de Agrigento era ya desesperada tras más de seis meses de bloqueo. Aníbal Giscón, comunicándose con el ejército exterior mediante señales de humo, envió una solicitud urgente de ayuda tras la cual Hannón se vio obligado a ofrecer la batalla campal a los romanos.
Hannón desplegó la infantería cartaginesa en dos líneas, con los elefantes y los refuerzos en la segunda línea y la caballería probablemente en las alas. Los romanos probablemente se organizasen en la típica formación triplex acies.
Las fuentes coinciden en afirmar que la batalla fue larga, y que los romanos fueron capaces de romper el frente cartaginés. Esto provocó el pánico en la retaguardia y las reservas cartaginesas huyeron del campo de batalla. También es posible que a los elefantes les entrara el pánico y que en su lucha desorganizasen la formación cartaginesa. En cualquier caso, los romanos resultaron victoriosos en la batalla. Su caballería logró atacar el campo cartaginés y capturar varios elefantes.
Tras esta batalla, la primera de cuatro batallas campales en tierra durante la Primera Guerra Púnica, los romanos ocuparon Agrigento y vendieron a la totalidad de su población como esclavos. Los dos cónsules resultaron victoriosos, pero no fueron recibidos con un triunfo en Roma, posiblemente por culpa de la huida del general enemigo.
Después de 261 AC, Roma controlaba la mayor parte de Sicilia, y se aseguró la cosecha de trigo de la isla para su propio uso. Además, supuso la primera campaña a gran escala fuera de la península itálica, lo cual dio a los romanos la confianza necesaria para perseguir mayores objetivos ultramarinos.
En cualquier caso, la batalla no fue un éxito completo. Gran parte del ejército cartaginés huyó, y Aníbal Giscón, junto con la guarnición de Agrigento, fue también capaz de romper las líneas enemigas y escapar.
Ataque púnico a Camarina
Desde ahí, los romanos continuaron avanzando hacia el oeste de la isla, logrando liberar en 260 AC a las ciudades de Segesta y Makela, que se habían aliado con Roma y que habían sido atacadas y asediadas por los cartagineses por haber cambiado de bando. En el norte los romanos avanzaban hacia Termae tras haber asegurado su flanco marítimo gracias a la victoria naval en la batalla de Milas. Pero fueron derrotados, sin embargo, ese mismo año por un ejército cartaginés dirigido por un comandante llamado Amílcar (no confundir con Amílcar Barca). Los cartagineses aprovecharon esta victoria para contraatacar en 259 AC, asediando la ciudad de Ena. Amílcar realizó desde allí una incursión al sur hacia Camarina, en territorio de Siracusa, posiblemente en un intento de convencer a los siracusanos para que se volviesen al bando cartaginés.
El año siguiente, 258 AC, los romanos fueron capaces de recuperar la iniciativa reconquistando Ena y Camarina. En la Sicilia central capturaron también la ciudad de Mitístrato, a la que ya habían atacado en dos ocasiones anteriores. Los romanos también se trasladaron al norte, marchando a través de la costa norte de la isla hacia Panormos (Palermo), pero no fueron capaces de tomar la ciudad.
Las posiciones se estancaron en la isla. Los púnicos se mantienen firmes al oeste de la isla, donde sus ciudades costeras, bien fortificadas, no pueden ser asediadas: Cartago las avitualla por mar. En el 257 AC solo queda una punta en poder de los cartagineses.
Guerra naval (261-257 AC)
Cartago cambió de estrategia y se decidió a emplear su mejor arma, donde tenía clara superioridad respecto a Roma: la armada. Los púnicos atacaron y saquearon ciudades costeras italianas para obligar a Roma a desviar efectivos desde Sicilia.
Roma, que apenas tiene experiencia marinera y cuenta solamente con una pequeña flota, se resiente. Consciente de su inferioridad marinera, Roma dota a sus barcos de guerra de un artefacto llamado corvus, que es pasarela que se engancha en la galera enemiga y permite el paso de la infantería y el combate cuerpo a cuerpo, donde los romanos son superiores.
Batalla naval de Milae o Milas (260 AC)
Roma gana su primera victoria naval de la historia en Milae o Milas 260 AC, en la que 103 naves romanas derrotaron a 130 púnicas, perdiendo estos últimos 50 barcos por acción de los corvus.
Batalla naval del cabo Ecnomo (256 AC)
Con este éxito Roma ganó confianza en el mar y ordenó la construcción masiva de más barcos para conformar una armada capaz de retar a Cartago en su propio territorio. La misma estuvo lista para el año 256 AC. La integraban 250 navíos de cinco bancos de remos, 30.000 marineros, 80 barcos de transporte con 500 unidades de caballería, además de comida y suministros para el ejército completo para invadir África.
La flota estaba mandada por los dos cónsules de ese año, Marco Atilio Régulo y Lucio Manlio Vulso Longo. Sin embargo, los cartagineses no estaban dispuestos a permitir que esta amenaza se tornase en realidad, y enviaron una flota de envergadura similar para interceptar a los romanos. Al mando de su flota iban los generales Hannón el Grande y Amílcar (distinto del conocido Barca) con unos 300 navíos.
La flota púnica fue desplegada al completo para interceptar a la flota de desembarco romana que transportaba a las tropas de los dos cónsules. Ambas flotas se encontraron en la costa sur de Sicilia, a la altura del cabo Ecnomo, hacia la mitad de la costa. La formación de batalla cartaginesa inicial era la tradicional formación en línea, con Amílcar en el centro y los dos flancos ligeramente adelantados.
El frente romano avanzó contra el centro de la línea cartaginesa. El almirante Amílcar, en ese momento, fingió una retirada para permitir la aparición de un hueco entre la vanguardia romana y las naves de transporte, que eran el verdadero objetivo del enfrentamiento militar. Tras esta maniobra, los dos flancos cartagineses avanzaron contra la columna dejada atrás y atacaron desde los flancos para evitar que los romanos pudieran utilizar el corvus para abordar sus naves. Los transportes se vieron empujados hacia la costa siciliana, y los refuerzos tuvieron que entrar en batalla para enfrentarse al ataque de Hannón.
El centro de la línea cartaginesa fue finalmente derrotado tras una larga lucha, y acabó huyendo del campo de batalla. Entonces, los dos escuadrones romanos del frente dieron la vuelta para ayudar a la situación que se había creado en la retaguardia. Los cartagineses perdieron 30 naves hundidas y 65 capturadas, los romanos perdieron 24 navíos hundidos.
Guerra en África (256-255 AC)
Los romanos tras la victoria en la batalla naval del cabo Ecnomo, volvieron a tierra para reparar los navíos y acumular provisiones. Una vez hecho esto, se navegaron hacia África una parte de la escuadra se dirigió al promontorio Hermeo, esperando a las restantes naves.
Congregada toda la armada, fueron costeando hasta llegar a la ciudad de Aspis, desembarcando allí, sacaron las naves a tierra y las rodearon de un foso con empalizada; comenzaron el asedio de la ciudad. Una vez tomada esta se enviaron mensajeros a Roma para informar de lo sucedido hasta el momento y pedir instrucciones. Mientras, dejaron una guarnición en la ciudad y salieron a saquear la zona.
Los cartagineses, informados del desembarco, desisten de controlar las rutas marítimas y concentran sus tropas en el territorio de Cartago en previsión de un ataque por tierra.
Los romanos no encontraron ninguna resistencia por lo que saquean numerosas mansiones y reunieron todo el ganado que pudieron, embarcando en sus naves más de 20.000 esclavos.
Regresaron los legados enviados a Roma con la resolución del Senado que había decidido que Marco Atilio Régulo se quedase en África con 40 navíos, 15.000 hombres y 500 jinetes, y que el otro cónsul Lucio Manlio regresara a Roma con la flota y los cautivos.
Batalla de Adis o Adys (256 AC)
En el año 256 AC, el ejército romano en África bajo Marco Atilio Régulo contaba con un ejército consular (dos legiones romanas y dos aliadas) se dirigieron a la ciudad de Adis (Adys) a 60 km al sureste de Cartago y la sitiaron.
Cartago llamó a Amílcar que estaba en Heraclea (Sicilia) para romper el cerco, que acudió con unos 5.000 infantes y 500 jinetes desde Sicilia para unirse a los generales Bostar y Asdrúbal Hannón. La combinación de fuerzas cartaginesas acampó en una colina cerca de Adis (no se sabe el número exacto de sus fuerzas, pero se supone unos 12.000 infantes, 2.000 jinetes y 50 elefantes).
Sin que los cartagineses lo advirtieran, los romanos rápidamente retiraron las fuerzas del asedio de Adis y desplegaron sus fuerzas alrededor de la colina, al amparo de la oscuridad, y atacaron desde dos direcciones al amanecer. Los legionarios de la legión I se enfrentaron a los mercenarios, siendo rechazados por estos tras un breve combate, pero en la otra dirección la legión aliada desalojó a los elefantes y caballería, que poco pudieron hacer en dicho terreno. Tras perseguirlos brevemente, volvieron sobre sus pasos y atacaron la retaguardia mercenaria, uniéndose a su vez los de la primera legión que dejaron de huir y volvieron a la carga. Pero finalmente, los cartagineses fueron aplastados y huyeron del lugar. Las bajas fueron 18.000 muertos según Orosio; 5.000 prisioneros y 38 elefantes capturados según Eutropio (cifras probablemente muy exageradas). El ejército romano no encontrando resistencia, continuó avanzando hacia Cartago, deteniéndose en Túnez.
Las consecuencias de esta derrota fueron desastrosas, no solo por ser uno de los pocos ejércitos disponibles por Cartago, sino porque sus aliados y súbditos se sublevaron. Parte del pueblo númida, ante la debilidad púnica, se sublevó e invadió tierras cartaginesas, lo que nos hace pensar que también los enclaves libios podrían haber hecho lo mismo y haberse aliado con el que parecía a todas luces el vencedor de esta guerra, Régulo.
Cartago estaba cercada. Su situación era crítica, pues la presencia romana alentaba, al mismo tiempo, la rebelión de los reinos númidas. Se iniciaron conversaciones de paz con Roma, pero Régulo impuso condiciones demasiado duras y Cartago no las aceptó.
Batalla de los llanos de Bagradas o de Túnez (255 AC)
Cartago como última esperanza, buscó mercenarios en Grecia, en 255 AC contrató los servicios de un general lacedemonio llamado Jántipo (Xanthippos). Este general trajo mercenarios griegos y reorganizó el ejército cartaginés similar al empleado por los sucesores de Alejandro Magno, formando una falange con sarissas o picas y la caballería en las alas. Tras un breve tiempo en el cual sometió a la infantería cartaginesa a una dura instrucción, los cartagineses recobraron la moral perdida en las últimas batallas.
Cuando Jántipo estuvo seguro, salió de Cartago con 12.000 infantes, 4.000 jinetes, y 100 elefantes, proponiéndose a buscar a los romanos en las llanuras, donde la caballería y los elefantes darían mayor juego.
Jántipo fue el primero en sacar el ejército fuera del campamento y formarlo para la batalla. Situó en primera línea, los 100 elefantes, seguidos de unos 2.000 infantes ligeros o peltastas con la misión de proteger a los elefantes, detrás colocó a la falange en 16 filas de profundidad, situando a sus mercenarios (1.500 a 2.000) a la derecha. En el ala derecha situó la caballería númida (2.000?) y en el ala izquierda la caballería pesada cartaginesa mandada por Amílcar Barca (2.000?)
Régulo tenía un ejército consular de dos legiones romanas y dos legiones aliadas, unos 16.000 infantes y 1.000 jinetes, la mitad númidas. Sus vélites se situaron en una línea delante de las legiones con la misión de matar a los mahouts o conductores de los elefantes, y su escasa caballería la situó en su lugar habitual en las alas. Las legiones desplegaron en las tres líneas habituales: hastati, príncipes, y triarii, pero, en lugar de formar los manípulos de forma regular, los duplico con el fin de duplicar los intervalos, por los que se formarían unos pasillos por los que se facilitarían el paso de los elefantes hacia retaguardia, evitando la carga de los mismos. (Los romanos ya habían tenido experiencias combatiendo elefantes en las guerras Pírricas)
Contrariamente a la costumbre romana y buen juicio, Régulo permitió a Jántipo atacar primero. Lo hizo mandando cargar al mismo tiempo su caballería en las alas y a los elefantes.
En las alas (1), la caballería cartaginesa derrotó con suma facilidad a la caballería romana y libia, pues se encontraba esta en clara inferioridad numérica. Pero para evitar que tras la huida se reagruparan y volvieran al ataque, los persiguieron durante cierto tiempo, dejando una parte de los númidas para vigilarles y el resto volvieron para atacar a las legiones romanas.
La línea de elefantes avanzó seguida de los peltastas (2), los vélites romanos intentaron matar a los mahouts y espantar a los elefantes, consiguiéndolo en el lado derecho (3), cuyos elefantes se volvieron y desbarataron la falange mercenaria. Los vélites se retiraron rápidamente, retrocediendo a través de los intervalos de la legión, que por su parte avanzó a contrarrestar el golpe inminente.
Aprovechando el desorden causado por los elefantes, la legión de la izquierda romana cargó directamente contra los mercenarios (4). La enorme profundidad de la formación romana superaba completamente a la mercenaria, lo cual no solo beneficiaba a estos porque podían aportar más tropas frescas y asumir más bajas, sino porque el empuje era mayor y la línea enemiga tarde o temprano retrocedería resquebrajándose.
Mientras los legionarios luchaban con superioridad en el lado izquierdo, en el centro y lado derecho, los hastati recibieron con estupor a los elefantes, que ya habían hecho huir a los vélites entre los huecos de los manípulos. No les fue mejor a los del primer acies (fila) con los elefantes seguidos de peltastas, pero cuando parecía que se habían librado ya de ellos, pasando los elefantes al segundo acies, al de los príncipes, apareció la falange cartaginesa en perfecto orden. Los hastati estaban cerrando los huecos, su formación no tenía todo el orden necesario para combatir. Los romanos aguantaron la embestida, teniendo que emplear la acies de los príncipes para parar la infantería cartaginesa.
Los legionarios romanos del ala izquierda persiguieron a los mercenarios, por lo que no supusieron peligro alguno para Jántipo. Mientras tanto, la infantería cartaginesa hacía retroceder a los príncipes que en condiciones normales se hubiesen replegado tras los triarii.
Cuando se disponían a hacerlo, recibieron la carga de los 2.000 jinetes pesados de Cartago y parte de los númidas que habían regresado (5).
Con la infantería pesada cartaginesa en frente, los númidas en los flancos hostigándoles continuamente, los elefantes y peltastas todavía entre los manípulos romanos haciendo de las suyas y la caballería pesada en la retaguardia destrozando cualquier resistencia a base de cargas, los romanos se encontraron totalmente rodeados. Fueron reducidos a un espacio cada vez más pequeño a costa de ceder terreno al enemigo que avanzaba inexorablemente, no pudiendo hacer uso de sus armas apenas. Fue una auténtica sangría, siendo masacrados casi todos los legionarios y aliados libios, sobreviviendo tan solo 500 soldados que permanecieron en torno a Régulo que fue hecho prisionero. De las fuerzas de Régulo solo sobrevivieron los 2.000 del ala izquierda que consiguieron llegar al cuartel general de Adis.
De las fuerzas de Jántipo solo perecieron 800 mercenarios del ala derecha, del resto del ejército se desconocen, pero serían despreciables.
Los 2.000 legionarios supervivientes y aguantaron un asedio cartaginés infructuoso.
Desastre de Camarina (254 AC)
Roma en el 255 AC, reunió una flota con intención de asestar el golpe definitivo. Desconociendo la derrota de los llanos de Bagradas, en primavera envió un ejército y una flota de 364 naves bajo el mando de los cónsules Servio Fulvio Petino Nobilior y Marco Emilio Paulo. Querían, al menos rescatar a los 2.000 supervivientes que se habían refugiado en Aspis y hacer a la vez ofrecer una demostración de fuerza, ya que el plan original se había visto frustrado. Cuando la flota dobló el promontorio Hermeo se topó con la escuadra cartaginesa a la cual derrotó al primer choque apresando 140 navíos (el número varía en las traducciones) con sus respectivas tripulaciones. Después fondeó frente a Aspis, recogió a los 2.000 supervivientes y puso rumbo a Sicilia. De regreso, el convoy sufrió un temporal frente a Camarina en el que se perdieron 100.000 hombres, según Polibio “Pues de las trescientas sesenta y cuatro naves vinieron a quedar solo ochenta embarcaciones”, fue la mayor catástrofe naval conocida hasta ese momento.
El año siguiente, sufrió otro desastre por una tormenta frente al cabo Palinuro, al intentar desembarcar de nuevo en África, este desastre hizo que los romanos abandonasen todas las aventuras ultramarinas y se concentrasen en la conquista de Sicilia.
Guerra en Sicilia (254 – 247 AC)
Conocedores los cartagineses del naufragio de la armada romana, creyeron que la derrota por tierra, y las catástrofes por mar, había debilitado a los romanos, y emprendieron con más ardor los preparativos marítimos y terrestres. Enviaron a Asdrúbal a Sicilia con las tropas que habían sido trasladadas anteriormente desde Heraclea junto con 140 elefantes.
Durante la ausencia de este, Cartalón había aprovechado la ocasión para atacar Akragas (Agrigento) y la tomó. Sin embargo, al no verse capaces de mantener la ciudad, la quemaron y la abandonaron.
Asdrúbal llegó a Lilibeo (puerto en el extremo occidental) en donde inició el entrenamiento de las tropas y elefantes con la intención de iniciar una ofensiva en toda regla. En Cartago se equiparon 200 navíos para enviarlos inmediatamente a la isla para que se sumasen a la expedición.
Por desgracia para los intereses púnicos, el general Jántipo se vio obligado a huir de Cartago para evitar su asesinato por parte de los líderes cartagineses; ya que no deseaban pagar sus servicios, lo cual privó a Cartago del que hasta el momento había demostrado ser su mejor general en tierra.
Conquista romana de Panormos (Palermo) (251 AC)
Afortunadamente Roma se sobrepuso pronto al desastre. En el 254 AC, en tres meses, fue capaz de construir otros 220 barcos. Entraron en funciones los cónsules Cneo Cornelio Escipión Asina (el mismo que había sido capturado en Lipari) y Aulo Atilio Calatino.
Los cónsules toman el mando de la flota recién construida, atravesaron el estrecho para reunirse con los navíos que se habían salvado del naufragio y partieron hacia Panormos (actual Palermo), puerto situado en la costa norte, en donde fondearon con las 300 naves.
Panormos fue puesta bajo asedio cayendo en un tiempo breve. En los primeros ataques se derribó un torreón cercano al mar a través de cuyas ruinas los romanos lograron entrar en la zona vieja de la ciudad. El resto acabó entregándose sin resistencia alguna.
En Panormos los romanos darían un buen trato a la población lo que repercutirá en poblaciones cercanas como Petra, Solunto, Tyndaris y otras que se desembarazarán de las guarniciones púnicas para pasarse al bando romano.
En el 253 AC, entraron en funciones los cónsules Cneo Servilio Cepión y Cayo Sempronio Bleso. A pesar de la caída de Palermo, los cartagineses contaban con otras plazas fuertes muy bien defendidas; los romanos eran conscientes que asediarlas significaba prolongar la guerra muchos años. Para este año se decidió volver a intentar un ataque a África si bien con distintos planes. Cartago no sería el objetivo sino las plazas costeras más alejadas de la capital.
Los cónsules se hicieron cargo de la flota, partieron para Sicilia y desde allí marcharon a África. Bordearon la región efectuando muchos desembarcos. Fondearon la armada en la isla Meninx (actual Yerba) y allí comenzaron de nuevo los problemas relacionados con la falta de experiencia en el mar, al igual que sucedió en los acontecimientos que llevaron al desastre naval frente a la ciudad de Camarina.
La marea baja dejó a la armada varada, provocando grandes apuros, el regreso de la marea cuando menos la esperaban hizo que lanzaron al mar toda la carga. Regresaron a Sicilia bordeando Lilibeo y arribando a Palermo. En lugar de seguir costeando salieron a mar abierto en dirección a Roma, siendo sorprendidos por un temporal (frente al cabo Palinuro, en las costas de Lucania) que les supuso la pérdida de más de 150 navíos.
Los ataques comenzaron con asaltos navales sobre la ciudad de Lilibeo, el centro de poder cartaginés en Sicilia, y con saqueos en África. Ambos esfuerzos, sin embargo, terminaron en fracaso. Los romanos se retiraron de Lilibeo y la fuerza africana se vio envuelta en otra tormenta que la destruyó.
En el 252 AC, entraron en funciones los cónsules Caio Aurelio Cota y Publio Servilio Gémino. Se toma la ciudad de Himera.
Aurelio Cota pidió unas cuantas naves a Hierón de Siracusa para zarpar hacia Lipari. Allí deja a cargo del asedio al tribuno Quinto Casio con órdenes expresas de evitar la batalla. Quinto, haciendo caso omiso, ataca la ciudad con el resultado de graves pérdidas romanas.
Posteriormente Aurelio Cota asume el mando, depone a Casio y toma Lipari matando a todos sus habitantes.
En 251 AC lograron tomar la ciudad de Quefalodón, y desde ahí se lanzaron contra Panormos.
Ataque cartaginés a Panormos (251-0 AC)
En Sicilia estaban en ese momento los cónsules Lucio Cecilio Metelo y Cayo Furio Pacilo. Asdrúbal, comandante de las tropas cartaginesas en la isla, recibió la noticia de que Furio se había marchado a Roma con la mitad del ejército; en tanto que Cecilio Metelo se quedaba con el resto en Panormos, con el fin de proteger a los aliados hasta que le llegara el relevo de los cónsules entrantes.
Asdrúbal partió de Lilibeo con su ejército que serían unos 60.000 efectivos y acampó cerca de Panormos. Cecilio que disponía de unos 21.000 efectivos, advertido de la proximidad del cartaginés, retuvo a sus tropas dentro de los muros a la espera de ver los movimientos del oponente. Asdrúbal, convencido de que Cecilio no saldría a campo abierto para hacerle frente, avanzó con todo el ejército y descendió por unos desfiladeros aproximándose. Decidió arrasar la comarca cercana a la ciudad con la intención de provocar la reacción del romano y obligarle a una batalla campal, cosa que no consiguió.
Cecilio aguardó hasta que los cartagineses cruzasen el río Orethus que fluía delante de las murallas de la ciudad y ordenó a las tropas ligeras que comenzaran a hostigarlos para obligar a que desplegara todo el ejército. Mientras, otra parte de la infantería ligera se situó frente al foso con instrucciones de que, cuando tuviesen los elefantes a tiro, descargasen sobre ellos una lluvia de proyectiles; en el caso de verse presionados debían refugiarse tras el foso y lanzar otra salva. Los obreros de la ciudad iban sacando toda clase de proyectiles arrojadizos y los colocaban junto a la muralla para abastecerlos.
Los manípulos salieron con Cecilio por otra puerta que quedaba opuesta al ala izquierda de los cartagineses.
Tan pronto los elefantes cargaron, los que les estaban hostigando retrocedieron hacia el foso. Allí desde allí lanzaron una lluvia de proyectiles a la que se sumó otra desde lo alto de la muralla. Los elefantes, acribillados y heridos, se desmandaron y se giraron contra sus propias filas arrollando y matando a los hombres, a la par que deshicieron la formación cartaginesa. Es entonces fue cuando Cecilio atacó con todas sus fuerzas, en un movimiento oblicuo, contra el flanco izquierdo cartaginés. Estos, sumidos en un desconcierto total, huyeron atropelladamente.
Cecilio persiguió al enemigo provocando numerosas bajas (unas 11.000 frente a 2.500 romanas) y logrando capturar 10 elefantes con sus respectivos guías en plena huida. El resto que andaban errando sin orden fueron capturados una vez terminada la batalla.
A su regreso a Roma “organizó un triunfo espectacular en el cual se pudo ver a 13 jefes enemigos y 120 elefantes”.
Asediaron la ciudad bajo el mando de los nuevos cónsules Cneo Cornelio Escipión, y Aulo Atilio Cayatino. La ciudad cayó tras una operación que combinó fuerzas de tierra junto con técnicas de asedio. Varias ciudades de la zona se unieron a la causa romana como Ieta, Solous, Petra y Tindaris.
Al año siguiente, se hicieron nuevas incursiones navales en la costa africana, especialmente en Túnez, que tuvieron un resultado dispar debido, en gran parte, al mal tiempo y las mareas, sobre todo en el viaje de regreso a Panormos, donde a causa de un temporal, se perdieron 150 barcos.
Asedio de Lilibeo (Marsala)
En el 250 AC entraron en funciones los cónsules Caio Atilio Régulo y Lucio Manlio Vulso, ambos ejercían esta magistratura por segunda vez.
A pesar de los desastres navales sufridos, los romanos eran conscientes de que las plazas fuertes púnicas no podían ser asaltadas únicamente por tierra por lo que construyeron 50 barcos nuevos y organizaron una nueva flota de 200 naves, aunque esta vez sin la precipitación con la que lo hicieron en anteriores ocasiones. La enviaron contra la fortaleza cartaginesa de Lilibeo, mandada por Himilcón que contaba con 10.000 mercenarios, y que era clave para Cartago si quería permanecer en Sicilia. Esto se debía a que desde ella se podían controlar las rutas marítimas a la vez que podía servir a los romanos como punto desde el que amenazar el litoral africano.
Los cartagineses, al haber perdido Panormos, habían trasladado su cuartel general a Lilibeo. Los cónsules partieron hacia allí con la flota de 200 navíos, en el camino, asediaron y quemaron las ciudades cartaginesas de Selino y Heraclea Minoa. Finalmente llegaron a Lilibeo, echando anclas frente a la ciudad y, junto a las tropas terrestres que se hallaban en la isla, comenzaron el asedio.
Los romanos comenzaron las tareas de asedio atacando un torreón situado a la orilla del mar (al igual que hicieron en Palermo); posteriormente fueron abatidos otros seis contiguos a este. Los restantes se empezaron siendo batidos con arietes. A medida que el tiempo pasaba el cerco se iba estrechando.
Himilcón contrarrestaba el asedio con reparaciones y contraminas, a la vez que no paraba de hostigar a los romanos. Durante el día y la noche se producían pequeños combates en torno a las máquinas de asedio, “tan obstinados que a veces en estos encuentros quedaba más gente sobre el campo que la que acostumbraba a morir en las batallas”.
Algunos jefes mercenarios conspiraron entre sí para entregar la ciudad. Aprovechando la noche pasaron las líneas para conferenciar con los romanos. Alexón, natural de Acaya, descubrió la trama y se lo comunicó a Himilcón. Este reunió a los mercenarios y les prometió recompensas con tal de que no se sumaran a la conspiración.
En Cartago, se preparó una flota de 50 navíos con 10.000 hombres al mando de un tal Aníbal, hijo de Amílcar (no confundir con los de apellido Barca). Aníbal fondeó en las islas Egadas aguardando el momento oportuno. Cuando se levantase un viento que permitiese desplegar las velas y entrar en Lilibeo para romper el bloqueo naval.
La entrada al Lilibeo por mar era complicada debida a los numerosos bajíos que existían en la zona Aníbal consiguió burlar el cerco y llevar los refuerzos a la ciudad.
Aprovechando la salida de Himilcón, Aníbal logró romper de noche el bloqueo naval y llevó las naves a Drépano, en donde se había establecido el nuevo jefe cartaginés, Aderbal (a Asdrúbal lo habían crucificado en Cartago por su derrota ante Cecilio Metelo).
El tiempo pasaba y el asedio romano no producía efecto. Cartago estaba informada de todo gracias, otro Aníbal, llamado el »Rodio», que pudo burlar el bloqueo y penetrar con su barco en el puerto de la ciudad debido a su gran conocimiento del viento y los bancos de arena. Los romanos enviaron 10 barcos para bloquearle su salida, pero pudo escapar de nuevo, repitiendo la hazaña en varias ocasiones, lo que animó a otros barcos cartagineses a romper el bloqueo, y poder así aprovisionar a la ciudad. Finalmente los romanos encontraron la manera de cerrar el paso reuniendo cantos rodados y arrojándolos al agua, consiguiendo encallar a un cuatrirreme que después usaron para capturar a Aníbal el »Rodio» y utilizar también su barco para el bloqueo, que definitivamente fue efectivo y se dispusieron a asediar Lilibeo.
Cierto día se levantó un vendaval que proporcionó una gran oportunidad a los cartagineses para destruir las obras de asedio. Unos mercenarios griegos le exponen su plan a Himilcón el cual da su visto bueno. Realizaron una salida por tres puntos y provocan varios incendios que el viento no tardó en propagar al resto de las máquinas.
Los romanos, viendo el desastre sufrido, sumado al deterioro de sus naves, se conformaron con rodear y cercar la ciudad con foso y trinchera, y rodear con un muro su propio campo y dejar pasar el tiempo para que se rindiesen por hambre.
Batalla de Drépano (Trapani) (249 AC)
Pero el asedio no dio el resultado esperado. Las numerosas bajas debidas casi exclusivamente a la propagación de enfermedades hicieron que el Senado mandase a otros 10.000 remeros que ayudasen en el asedio. Por su parte, Cartago, estaba preparando una fuerza naval considerable en las cercanías de Drépano (actual Trapani), 40 kilómetros al norte de Lilibeo, cuyo mando estaba destinado a un general llamado Aderbal. Publio Claudio Pulcher, uno delos cónsules del 249 AC, determinó, justo cuando llegaron los 10.000 nuevos remeros, atacar la nueva base cartaginesa por sorpresa antes de que los cartagineses terminaran de construir su nueva flota. El plan parecía apropiado, ya que una victoria fácil y rápida habría facilitado después la toma de Lilibeo. Pero desde el primer momento los preparativos no salieron bien, ni los presagios fueron favorables. El cónsul, viendo que los pollos sagrados rechazaban los alimentos, lo que significaba que los dioses no daban el visto bueno a la expedición, los arrojó al mar para que en vez de comer, bebieran.
No obstante, siguió adelante y se hizo a la mar de noche con 123 barcos, para no ser avistado por las naves enemigas, pero en la más absoluta oscuridad, la formación romana no pudo mantenerse y se desvió de la ruta costera. Formando cada vez más una línea más larga y dispersa Aderbal, enterado de la situación, prefirió salir al encuentro de los romanos antes que quedarse en el puerto. Esto le dio ventaja, ya que por poco, y gracias a la velocidad de sus navíos, pudo salir del puerto antes de que llegaran las naves romanas para bloquearles la salida y extendieron su línea en mar abierto. Los romanos, desorganizados y con una tripulación inexperta trabaron combate en desventaja, máxime cuando tuvieron que virar hacia mar abierto e incluso algunas naves chocaron entre sí. Finalmente, y con mucha complicación, consiguieron formar una línea de batalla cercana a la costa y con los espolones apuntando hacia mar abierto. Dicha desventaja era patente porque los romanos estaban entre las naves enemigas y la línea de costa, limitando su espacio para maniobrar.
Además, los romanos en esta ocasión no llevaban los famosos corvus, ya que debido a su peso, los barcos eran menos veloces y menos maniobrables, además de que en condiciones de tormentas, se hacía muy complicado mantener el rumbo, por ello, para ganar velocidad y ligereza. Se deshicieron de ellos, pese a que tan buenos resultados les había dado, con lo que la posibilidad del abordaje quedaba descartada.
Por ello, el combate tuvo al espolón como arma principal, pero la precaria situación de los navíos romanos, hicieron que muchos, al verse rodeados, acabaran encallando o quedaran embarrancadas en la playa.
También la inexperiencia de los remeros romanos contribuyó a su derrota, ya que no consiguieron abrir una brecha en el despliegue enemigo y coger a las naves cartaginesas por retaguardia. La victoria cartaginesa fue fácil gracias a su superioridad tanto en la habilidad de su tripulación como en el uso del espolón desde popa. Solo 30 barcos romanos, entre ellos el del cónsul, consiguieron abrir una brecha y huir por la izquierda a través de la costa, consiguiendo escapar. Fueron capturadas 93 naves romanas y Claudio Pulcher poco después compareció en juicio en Roma por su conducta temeraria y por encolerizar a los dioses por el tema de los pollos sagrados. Fue el único caso de un juicio romano a lo largo de la guerra y el cónsul fue condenado a pagar una multa considerable.
Desastre de Camarina
Pero las cosas no le fueron mucho mejor al otro cónsul, Lucio Junio Pulo, que al mando de otra flota romana de 120 navíos más 800 barcos de provisiones se dirigía a Lilibeo para aprovisionar a los romanos que sitiaban la ciudad. Pero antes de llegar a Sicilia, la flota se dividió en dos y el cónsul, con unos 60 barcos, la mitad de la flota, esperó a los rezagados en Siracusa. Los rezagados iban al mando de los cuestores navales.
Por su parte Cartago, tenía 30 naves al mando de Aderbal más 70 naves que habían arribado en Sicilia mandadas por Cartalón para atacar la flota de Junio Pulo y navegó por las inmediaciones de la costa de Heraclea Minoa. La flota comandada por los cuestores advirtieron la presencia del cartaginés, por la aparición de unos pequeños barcos, llamados lemboi, que servían de avanzadilla de la flota, pero que eran incapaces de entablar una batalla duradera y no tenían la velocidad suficiente para escapar. Los romanos consiguieron refugiarse en un fondeadero cerca de Fintias (actual Lucata) y erigieron catapultas para mantener a raya, desde la orilla, a los barcos púnicos que se acercaban. Esto dio resultado parcialmente, ya que solo fueron apresadas algunas naves romanas y dio tiempo a que el resto de la flota romana pudiera reunirse y de nuevo proseguir el viaje hasta Lilibeo. El viaje no estuvo exento de problemas, ya que la flota romana al completo de nuevo divisó a la flota de Cartalón y el cónsul, no estaba dispuesto a entablar batalla, dio rodeo sobre la parte abrupta de la costa siciliana llegando hasta Camarina.
Cartalón se mantuvo a la espera y decidió no seguirlos. Finalmente, el comandante cartaginés avisado de que se acercaba un temporal, y aconsejado por los capitanes, hizo que la flota rodeara el cabo Pachinus, para resguardarse del viento y encontrarse con los romanos que estaban expuestos a la fuerte galerna frente a la costa sin posibilidad de huir. La flota fue destruida y el cónsul pudo escapar a duras penas. Este desastre, junto al de Drépano, hizo reconsiderar a Roma si era viable seguir con la guerra marítima. Sin la utilización de corvus junto con las tempestades y tormentas, más las pérdidas humanas y por último, que no había fondos para la construcción de una nueva flota, era casi imposible mantener un frente marítimo. Además, los socii navales estaban en la misma situación y no podían seguir aportando hombres para la causa. Tomaron una estrategia más conservadora y llevaron su guerra solo en tierra, concretamente de nuevo en Sicilia en donde las legiones tenían superioridad frente al ejército cartaginés. Cartago, que podría haber aprovechado la ventaja que ahora poseía en el mar, no lo hizo, en parte debido a que en el norte de África, Hannón estaba extendiendo el imperio hasta Libia y no podía mantener a la vez la flota y ejército.
Amílcar Barca en Sicilia (247-1 AC)
Amílcar Barca fue destinado a Sicilia como general del ejército púnico en el año 247 AC para sustituir al general Cartalón. Cartalón no había logrado inclinar la balanza a favor de los púnicos, ya que prácticamente se limitó a la defensa de las ciudades de Lilibeo y Drépano, las únicas plazas de importancia que les quedaban en la isla. Con este cambio el Senado Cartaginés pretendía dar un golpe de efecto para cambiar que curso de la guerra, pues esta duraba 17 años y no pintaba muy bien para los púnicos. Incluso una parte del Senado de Cartago apoyaba la resolución de una negociación con los romanos y una retirada de la isla.
Amílcar en Hercte (247-4 AC)
Amílcar eligió asentarse en el monte Hercte (actual Castellacio, al norte de Palermo) que era un punto desde el cual podía incursionar hacia Italia. Además estaba situado a medio camino entre Mesana y las dos ciudades púnicas asediadas Lilibeo y Drépano, siendo ideal para entorpecer las líneas de comunicación romanas tanto por mar como por tierra. Se fortificó en el monte y decidió volver a la estrategia del mar, ahora que Roma no contaba con una flota.
Reemprendió las razias contra la costa italiana, para distraer a la flota romana y forzar a Roma a reclamar la paz, obligada por sus castigados aliados.
Los romanos respondieron inmediatamente enviando fuerzas que estaban asediando Drépano a Hercte, con el fin de bloquear sus acciones, hubo escaramuzas diarias, sin que ninguno obtuviese ventaja.
Los romanos no tuvieron otra opción que mandar parte del ejército consular que estaba sitiando Drépano, así que, con su acción en Hercte, Amílcar no solo había conseguido poner en apuros a Panormos, si no que también alivió la situación de Drépano. El general cartaginés se enquistó en la elevación que poseía y no hubo legión que pudiera echarlo, causando muchas bajas a los romanos, mientras seguía con las incursiones en las costas de Italia.
Ante el golpeo incesante, los romanos se vieron obligados a proteger mejor sus costas, con lo que se fundaron nuevas colonias en Alsium (Ladispoli) y Fregene (Fregenae) y Brindisi (Brindisium). Los ciudadanos romanos por su parte aportaron naves para formar una pequeña escuadra con la que azotar las costas de África, a cambio de recibir el botín que se consiguiera durante las incursiones.
Amílcar sabía que no podría aguantar allí eternamente. Llevaba tres años en Sicilia, y sabía que, aunque no había perdido una batalla desde que aguantaba la posición de Hercte, tampoco había liberado la ciudad y probablemente los romanos sí recibirían refuerzos, por lo tanto decidió que tenía que hacer algo.
En el 244 AC después de finalizar sus operaciones en el norte de África, Hannón el Grande propuso la desmovilización de gran parte de la armada cartaginesa para ahorrar dinero, en vez usarse para reforzar las fuerzas de Amílcar en Sicilia. El Senado de Cartago lo acató, ya que la flota era muy cara de mantener.
Amílcar en Erice (244-2 AC)
Amílcar pensaba que con una acción rápida y por sorpresa podría conseguir una gran victoria que hiciera que el Senado Cartaginés invirtiera más recursos en la guerra, solo faltaba seleccionar un objetivo y lanzarse sobre él. Finalmente se decantó por Drépano (Trapani) que había pedido ayuda urgente y estaba a punto de caer, ya que el cónsul Cayo Buteos había tomado la isla de Pelias próxima a la península donde se ubicaba Drépano y donde las defensas eran más débiles.
Anticipándose al envío de refuerzos de sus enemigos ideó un plan para evacuar a sus tropas por la noche y llevarlas a Erice cerca de Drépano, así podría desembarcar directamente en la retaguardia del ejército sitiador y asestarle un golpe devastador.
Una noche de 244 AC, Amílcar decidió embarcar a sus hombres y trasladarse a Erice, un monte situado en las proximidades de Drépano, desembarcaron en la actual Cala Bonagia a unos 5 km de Erice, atacando a la guarnición romana que se hallaba en el pueblo. Los mataron a todos, sin embargo un destacamento romano que se encontraba en el templo de Afrodita, en la cima del monte Giuliano, logró repeler los ataques púnicos. Gracias a este destacamento los romanos pudieron ir reforzando gradualmente la posición para finalmente lanzar ataques desde el propio monte con la ventaja que ello conllevaba, haciendo incómoda la posición de Amílcar, atrapado entre aquella guarnición y el ejército consular situado en el valle.
La situación estaba en tablas, los romanos eran incapaces de tomar las dos últimas ciudades púnicas en Sicilia por culpa del hostigamiento de Amílcar y este no podía romper los asedios por falta de recursos.
En el 242 AC, el cónsul Fundanio rechazó con arrogancia la solicitud de Amílcar de una tregua para recobrar a los muertos, diciendo que sería mejor que pidiera una tregua para salvar a los vivos. Sin embargo, las tornas se cambiarían poco después, cuando el mismo cónsul sufrió muchas bajas en otro ataque y fue él quien solicitó la tregua. Amílcar, con ingenio, respondió que estaba en guerra con los vivos, pero había llegado a un acuerdo con los muertos, accediendo a la petición.
Ese año ocurrió otro incidente en el que unos 1.000 mercenarios galos trataron de traicionar a Amílcar y entregar Erice a los romanos, pero su plan fue descubierto y desertaron al enemigo.
Batalla de las islas Egadas (241 AC)
Finalmente fue Roma la que se decidió a romper este estancamiento, aunque estaba casi al borde del colapso económico, el Senado adoptó una medida extrema: emitió un empréstito público (tributo) a cargo de los ricos para construir una nueva flota con el dinero recolectado, el cual sería pagado cuando el Estado tuviese nuevamente ingresos suficientes. La nueva flota, compuesta por 200 quinquerremes de los más modernos en esa época, fue encomendada al cónsul Cayo Lutacio Catulo, quien se dirigió al oeste de Sicilia para bloquear totalmente los accesos marítimos de Lilibeo y Drépano. Ambos accesos fueron sitiados por completo en el invierno del 242 AC, y dejaron a dichas ciudades al borde de la inanición.
Durante todo ese tiempo, el cónsul Lutacio, previendo que tarde o temprano Cartago enviaría una flota, impuso un riguroso entrenamiento a sus hombres, que salían a bogar y realizar maniobras cada día.
En la primavera del 241 AC, llegaron informes de que la flota púnica había anclado en la más occidental de las islas del archipiélago de las Egadas (Égates), conocida como «Isla Sagrada» (actual Marettimo). La flota púnica al haber estado inactiva durante dos años en los puertos, sus tripulaciones estaban muy mal adiestradas. Catulo decidió atacar inmediatamente a dicha flota para evitar que Amílcar Barca fuese abastecido, el 10 de marzo ambas flotas se enfrentaron y decidieron el final de la guerra. La flota de Catulo que disponía de 200 quinquerremes que no llevaban el corvus, era muy superior en todos los aspectos, venció a la flota cartaginesa que era de 250 naves de varios tipos, infligiéndole 120 bajas, 50 naves hundidas y otras 70 capturadas, así como 10.000 prisioneros, las naves restantes emprendieron una desordenada fuga. Los romanos tuvieron 30 naves hundidas y otras 50 averiadas.
Sin flota, las posiciones púnicas en Sicilia eran indefendibles. Amílcar fue obligado a capitular y firmar la paz. Las condiciones de paz que negociaron Lutacio Catulo y Amílcar Barca estipulaban que Cartago debía abandonar Sicilia y pagar 2.200 talentos de plata fraccionados en 10 pagos, además de un pago extra de 1.000 talentos que se tendrían que abonar inmediatamente.
El ejército de Amílcar se retiró desfilando y armado pues se había ganado el respeto de sus enemigos, dirigiéndose a Lilibeo, desde donde posteriormente fueron enviados a Cartago por barco.
Secuelas de la guerra
Es difícil determinar el número exacto de bajas en los bandos implicados en la Primera Guerra Púnica debido al sesgo que ofrecen las fuentes históricas, que normalmente tienden a exagerar las cifras para incrementar el valor de Roma.
Según las fuentes de Roma, perdieron 700 naves (debido al mal tiempo y a las batallas) y al menos buena parte de sus tripulaciones. Cartago perdió 500 naves durante la guerra, así como parte de sus tripulaciones.
Aunque no se puedan calcular con exactitud, las bajas fueron importantes en ambos bandos. Polibio comenta que la guerra fue, por aquella época, la más destructiva en términos de bajas humanas de la historia de la guerra, incluyendo las batalla de Alejandro Magno.
Cartago no tenía suficiente dinero para pagar a los mercenarios, y les propuso una reducción de su paga, estos se sublevaron dando lugar a la »Rebelión de los Mercenarios».
Tal vez la consecuencia política más inmediata de la Primera Guerra Púnica fue la caída del poder naval de Cartago. Las condiciones firmadas en el tratado de paz tenían la intención de comprometer la situación económica de Cartago y de impedir la recuperación de la ciudad. La indemnización exigida por los romanos causó tensión en las finanzas de la ciudad y obligaron a Cartago a buscar otras áreas de influencia para conseguir el dinero para pagar a Roma.
En cuanto a Roma, al final de la guerra marcó el inicio de la expansión más allá de la península italiana. Sicilia se convirtió en la primera provincia romana, gobernada por un ex pretor, en lugar de un aliado. Sicilia sería muy importante para Roma, siendo la principal fuente de grano.