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Desembarco de Escipión en África
Después de conquistar Hispania en el 205 AC, Escipión se dirigió a Roma y se entrevistó con el Senado y presentó los resultados de su exitosa campaña, de cómo había destruido los ejércitos púnicos de España, cuantas ciudades había tomado y cuantos pueblos ahora se rendía a los pies de Roma. Además, aprovechó para plantear su estrategia que suponía la invasión de África para derrotar a Cartago en su tierra. Fue elegido cónsul y viajó a Sicilia con 7.000 voluntarios y 30 barcos a preparar la expedición, allí había dos legiones completas, las famosas legiones Malditas V y VI.
La flota de guerra de 40 naves y 400 naves de transporte, se concentró en Lilibeo y el mando de la misma le fue entregado al mejor colaborador y amigo de Escipión, Cayo Lelio.
Tras concluir el embarque de tropas y abastecimientos Escipión reunió en tierra a todos los pilotos, capitanes y a dos oficiales de cada barco a los que dio instrucciones precisas de como se llevaría a cabo la travesía. Dispuso tanto él como su hermano (Lucio Escipión) se harían cargo del ala derecha de la formación naval con 20 barcos de guerra. En el centro se situaron los barcos de transporte (400). El ala izquierda con otros 20 barcos de guerra, sería mandada por el jefe de la flota Cayo Lelio y Catón (que por aquel entonces era cuestor).
Los barcos de guerra llevarían una luz, los de carga dos y el barco insignia tres. La flota se dirigiría hacia el sur, el punto o la zona de desembarco elegida fue la de Emporio, la rica zona situada, eso si, muy al sur del corazón de las posesiones cartaginesas. Al mismo tiempo cerca de la zona de desembarco, se movería su amigo y aliado Masinisa, Escipión esperaba poder conquistar la región antes que desde Cartago pudiesen llegar refuerzos.
Al amanecer del día siguiente, dio la orden de partida, poco a poco la flota se fue perdiendo en el horizonte.
La flota romana, ya en alta mar, se encontró enseguida con una densa niebla que desorientó a los pilotos, las luces de los barcos impidieron que se embistiesen entre sí. La niebla duró hasta la noche y al día siguiente de nuevo al atardecer envolvió de nuevo a la escuadra. Al amanecer del tercer día de navegación la niebla se disipó y un fuerte viento empujo a los barcos hacia la costa de África, divisaban ya entonces la misma, era el cabo Falero (Bon), cerca de Útica, desembarcando unos 25.000 efectivos.
La población púnica, tras divisar la inmensa flota y posteriormente la multitud de los desembarcados, emprendieron la huida hacia la capital y las restantes ciudades de la zona, los hombres, mujeres y niños atestaban los caminos.
La capital, conmocionada por la noticia, se dispusieron confusamente para la defensa, se envió inmediatamente un contingente de 500 jinetes para hostigar y espiar a las fuerzas enemigas. Por aquel entonces no se disponía en África de ningún ejército realmente competente, además, el único general de prestigio a mano, era Asdrúbal Giscón, que ya había sido derrotado anteriormente por Escipión en Hispania, no obstante se recurrió a él y se le pidió que asumiera el mando de las operaciones.
Primeros enfrentamientos
Mientras tanto, los romanos, una vez desembarcados, avanzaron hacia Útica, primer objetivo de la campaña dado que necesitaban asegurarse un a base de operaciones. Primero se enfrentó a la caballería cartaginesa que les vigilaba, dispersó al contingente enemigo. Luego hizo una operación de castigo contra el territorio enemigo capturando 8.000 hombres entre ciudadanos y esclavos (habitantes de la región que no habían tenido tiempo, o no habían querido, retirarse). Se tomó una rica ciudad por el camino y todo ello, riquezas y prisioneros, se embarcó en parte de la flota que se envió de vuelta a Sicilia. El suceso más importante del momento fue la aparición de Masinisa, quién se unió a las fuerzas de Escipión con unos 2.000 jinetes númidas.
Las fuerzas romanas avanzaron entonces hasta los alrededores de la ciudad de Útica seguidos de cerca por la flota romana, que por la costa, seguía los pasos de las fuerzas terrestres.
El ejército de Escipión llegó ante Útica. Los cartagineses habían reunido una fuerza de 4.000 jinetes (posiblemente númidas) al mando de un tal Hannón, para hostigar al ejército desembarcado. El oficial púnico les había acuartelado en la ciudad de Salaeca, de esta forma, en vez de permanecer en campo abierto se encerró entre murallas.
Escipión, que se dio cuenta del error cometido por su adversario, creyó conveniente aplastar este contingente antes de atacar Útica. Envió por delante a Masinisa y sus fuerzas hasta las mismas puertas de la ciudad de Salaeca, el númida llamaría la atención del cartaginés y le atraería hacia una emboscada.
Los cartagineses respondieron a la provocación, y poco a poco fueron desplegando desordenadamente toda su caballería contra lo que suponían una presa fácil. Masinisa que era el cebo les atrajo a una zona donde Escipión, que se encontraba detrás de unas lomas con su caballería, esperando el momento oportuno, les atacó. Hannón y unos 1.000 jinetes fueron rodeados y muertos, los demás se dispersaron y huyeron, pero fueron perseguidos por los romanos y sus aliados, siendo capturados unos 2.000 más.
Libre ahora de la oposición enemiga, dejó una guarnición en la ciudad y durante una semana se dedicó a devastar los campos cartagineses, consiguiendo así reunir un ingente botín. De vuelta al campamento embarcó todos los prisioneros y bienes saqueados en la flota y los remitió a Lilibeo (puerto de apoyo en Sicilia).
Asedio de Útica
Escipión volcó todos sus recursos en sitiar la ciudad de Útica, sometiéndola a un férreo cerco y asedio de la misma. Las fuerzas navales, mediante el uso de una torre de asalto construida sobre dos quinquerremes y provista de catapultas, lanzaban todo tipo de proyectiles sobre las murallas enemigas, atacando un sector de la muralla. Mientras las fuerzas de tierra el otro con catapultas y todo tipo de material de asedio que fueron emplazados en una loma que dominaba la ciudad, bombardeaban la ciudad, los asaltos fueron repetidamente rechazados, los cartagineses fueron capaces de destruir la torre construida sobre los quinquerremes.
Escipión intentó derribar las murallas golpeando con arietes. También arrancó mediante largos ganchos las protecciones de cuero que hacían más alta la muralla y protegían a sus defensores. Fracasó en sus intentos ante la decidida defensa presentada por los uticenses, que no cejaban y golpeaban repetidamente a las fuerzas de asalto romanas desde las mismas murallas. También realizaron numerosas salidas en las que destruían las armas de asedio enemigas. Este precioso tiempo que el general romano perdió ante la ciudad cartaginesa fue empleado por los púnicos para organizar sus fuerzas.
Asdrúbal Giscón, que era el general en jefe, procedió rápidamente a realizar una leva por la que reclutó una fuerza de 30.000 infantes y 2.000 jinetes, acampando fuera de las murallas de Cartago, sin embargo, esperó todavía el apoyo del ejército de Sifax. Cuando este llegó, Asdrúbal levantó el campamento y avanzaron juntos hacia el enemigo. Sifax contaba con unos 50.000 infantes y 10.000 jinetes, entre ambos habían reunido una fuerza en teoría irresistible, acamparon entre Útica y Cartago, posiblemente al otro lado del río Bagradas, cada ejército en su propio campamento.
La llegada de las fuerzas enemigas obligó a Escipión a abandonar el asedio que duraba ya 40 días. Como se aproximaba el invierno, procedió a dejar las operaciones y se volcó en las obras de fortificación del campamento en donde se disponía a invernar que era una lengua de tierra que se abría hacia el mar no lejos de Útica, a la que denominó Castra Cornelia.
La llegada del invierno del 204 AC, hizo que los dos ejércitos contendientes se estableciesen en campamentos suspendiendo las hostilidades a gran escala. Ahora los romanos se reabastecían de Sicilia e Italia. Los cartagineses, entre tanto, preparaban la flota y enviaron legados a Hispania y Liguria para reclutar allí mercenarios, consiguiendo cerca de 4.000 infantes, que fueron enviados a través de las ciudades situadas al norte de África.
Batalla de los campamentos (203 AC)
Escipión estaba acorralado por dos ejércitos enemigos acampados confiadamente a pocos kilómetros de sus fortificaciones. El rey númida Sifax, ofreció la paz a Escipión, iniciándose las negociaciones. Con astucia, Escipión fue alargando las negociaciones. Estas se celebraban en el campamento púnico, los legados romanos obtuvieron una interesante información acerca de las condiciones del campamento enemigo, parecía toscamente construido, principalmente a base de cabañas anárquicamente distribuidas y con materiales altamente inflamables. Durante varios días se sucedieron los contactos entre romanos y númidas. Hasta que, llegado un día determinado, los romanos exhortaron a Sifax a hablar con Asdrúbal Giscón, con lo cual las negociaciones se llevaron a cabo en el otro campamento. Cuando Escipión creyó que ya tenía información suficiente de ambos campamentos, dio por acabada la tregua.
Decidió un ataque nocturno, para ello dividió sus tropas en tres columnas: la primera, la caballería al mando de Masinisa, fue enviada más allá del campamento de Sifax para cortar la posible la retirada; la segunda al mando de Lelio, atacaría directamente el campamento del númida; la tercera al mando del propio Escipión, acecharía fuera del campamento púnico hasta que encontrase la oportunidad de actuar.
El avance nocturno hasta las posiciones del enemigo se hizo sin contratiempos y de esta forma, cuando cada uno llego a sus posiciones pudo comenzar el ataque. De repente, cientos de soldados portando teas encendidas se acercaron a la empalizada del campamento y las lanzaron al otro lado de la misma. El campamento númida, construido todo sin cuidado y en pleno desorden, y compuesto principalmente de tiendas o parasoles hechos a base del ramaje que se había recogido de los alrededores. El fuego no tardó en prender con fuerza y en poco tiempo el caos se apoderó del campamento númida. Al parecer nadie sospechaba todavía lo ocurrido, todos lo atribuían algún accidente. Por ello se limitaron tan solo a alejarse de las llamas descuidadamente. Muchos salieron así en tromba del campamento a campo abierto, otros murieron sin remisión entre el gran fuego que se formó en el interior de la empalizada o aplastados por sus compañeros al confluir en su huida por las puertas gran cantidad de soldados al mismo tiempo.
Los más, sin embargo, fueron los que cayeron a manos de los romanos que esperaban fuera del campamento. Los cartagineses, entre tanto, que vieron a lo lejos el resplandor del gran incendio que se había desatado en el campamento númida. En principio también pensaron que se debía a algún hecho fortuito, por ello unos acudieron en ayuda de sus aliados, y los otros salieron del campamento a contemplar el trágico espectáculo. Ambos cayeron en manos de las tropas del propio Escipión que acechaban en la oscuridad de la noche. Enseguida cundió el pánico entre los cartagineses, que soldados romanos aprovecharon para irrumpir en el campamento enemigo y prender también fuego en el mismo. Fue un completo desastre para los cartagineses, Asdrúbal dio al instante todo por perdido, escapó del campamento con parte de la caballería sin detenerse por un camino.
La peor suerte fue para las tropas de Sifax, la caballería de Masinisa dio fácil cuenta de la mayor parte de los númidas que huían de su campamento y fueron pocos los que consiguieron quedar sanos y salvos lejos del alcance de sus enemigos. Asdrúbal se refugió en una localidad cercana, en donde trató de reorganizar y recoger a los supervivientes, sin embargo, las tropas romanas avanzaban con decisión y, atemorizado, levanto de nuevo el campamento para retirarse ya sin descanso hasta la propia capital.
Las bajas fueron de 40.000 hombres muertos, 5.000 prisioneros, 2.700 caballos y 7 elefantes capturados.
Batalla de los Grandes Campos o de Bagradas (203 AC)
Escipión reanudó el cerco de Útica que siguió resistiendo. Entretanto, Asdrúbal, a los que se habían unido 4.000 mercenarios hispanos, estaba reorganizando un nuevo ejército. Sifax se encontraba en su reino, había emprendido a su vez una leva de jóvenes e inexpertos reclutas a los que proporcionó armas y caballos.
Escipión comprendió el peligro si Aníbal regresaba a África y decidió que era preciso aplastar al contingente de Asdrúbal antes de que regresara. Emprendió la marcha con una legión y la totalidad de la caballería y se dirigió a las llanuras de Bagradas, donde se encontraban Sifax y Asdrúbal.
Los cartagineses situaron en el ala derecha la caballería púnica frente a la caballería de Masinisa. En el centro los hispanos flanqueados por púnicos y aliados africanos. En el ala derecha la caballería de Sifax frente a la romana.
Las fuerzas romanas desplegaron como era ya habitual, la legión en triplex acies con la caballería a los flancos. Los romanos empezaron el ataque por las alas, Masinisa con su caballería atacó a los púnicos, y la caballería italiana atacó a los númidas de Sifax. El ataque fue devastador e hizo huir a toda prisa a la caballería cartaginesa, más inexperta en la batalla, atacando posteriormente por flanco y retaguardia el centro púnico.
En el centro, los cartagineses y sus aliados africanos no aguantaron apenas el choque con legión romana, ya que de inmediato cundió el pánico entre sus líneas y huyeron, solo aguantaron los hispanos, que fueron rodeados por los flancos y exterminados.
Batalla de Sirta (203 AC)
Tras la batalla, Escipión ordenó a Lelio y Masinisa que persiguieran a Sifax que iba de regreso a su reino, dándole alcance cerca de Cirta. Allí el rey reclutó nuevas tropas para enfrentarse a ambos generales en campo abierto. Sifax intentó organizar sus tropas al estilo romano, pero aunque disponía de fuerzas suficientes, eran en su gran mayoría soldados inexpertos y poco instruidos.
El choque comenzó como una escaramuza de caballería, que poco a poco comenzó a crecer en dimensiones. La caballería númida de Sifax llevaba la iniciativa, hasta que llegó el grueso de la legión romana. La infantería legionaria, emplazada entre líneas, ofreció un frente sólido a la caballería de Sifax, que tuvo que batirse en retirada.
Las tropas de infantería de Sifax, en su mayoría reclutas pobremente armados, se hundieron en pánico ante la visión de la perfectamente formada legión romana. Sifax, desesperado, corrió entre sus tropas, intentando infundirles moral para que dieran la vuelta y se enfrentaran al enemigo. En un movimiento desesperado, cargó en solitario contra los romanos, pero su caballo herido le arrojó al suelo.
El rey númida fue tomado prisionero, haciendo imposible así la reorganización de sus tropas. La batalla se perdió, y los romanos capturaron la ciudad, que capituló al ver a su rey encadenado.
Las bajas de Sifax fueron 5.000 muertos y 2.500 capturados. Los romanos tuvieron 375 muertos.
Últimas acciones en el 203 AC
Escipión marchó sobre Cartago ante la cual presento las tropas en orden de batalla, los cartagineses, que no disponían ya de fuerzas para enfrentarse al romano en campo abierto, renunciaron al desafío y se limitaron a preparar un contraataque pero esta vez naval. Un ataque púnico con 100 navíos, consiguió apoderarse entre 60 y 100 barcos mercantes.
Escipión volvió a poner cerco a Útica, pero volvió a fracasar, sin duda harto ya de la guerra de asedio, decidió prender fuego a todas sus máquinas de guerra, dedicándose a partir de entonces a saquear los territorios del interior en busca de botín y suministros.
Los cartagineses acordaron con Escipión la suspensión temporal de las hostilidades, los cartagineses pagarían el mantenimiento del ejército romano mientras durase la tregua.
También exigieron no reclutar en lo sucesivo más mercenarios para sus ejércitos; evacuar Italia; reducir su flota de guerra a 30 navíos; entregar a todos los desertores; pagar 1.500 talentos de plata de indemnización; reconocer el reino de Masinisa y sus conquistas en Numidia; y que no combatir fuera de sus fronteras.
Los partidarios de la guerra en Cartago, llevaron a cabo un ataque contra los embajadores romanos, estos pudieron salvar la vida, tras esta acción Escipión, evidentemente, rompió las conversaciones y reanudo las hostilidades de inmediato.