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Campaña en Cerdeña (215 AC)
En el 215 AC Cerdeña se desencadenó una rebelión encabezada por un notable local llamado Hampsicora que pidió auxilio a los cartagineses. Le mandaron una flota con un ejército de 12.000 infantes, 1.500 jinetes y 20 elefantes bajo mando de Asdrúbal Calvo, pero una tormenta les desvió a las Baleares. Tito Manlio fue reforzado por una legión romana (posiblemente urbana), armando también a sus marineros, y consiguiendo reunir un ejército de 22.000 infantes y 1.200 jinetes.
Sin perder tiempo se dirigió al campamento enemigo, Hampsicora estaba en ese momento reclutando rebeldes en otras partes de la isla. Su hijo Hosto, que había quedado al mando del campamento rebelde, debido a su imprudencia y falta de experiencia, fue incitado a presentar batalla y aceptó, a pesar de que el enemigo claramente era superior. En la batalla murieron 3.000 sardos y otros 800 son capturados. El resto huyó a Cornus para unirse a Hampsicora.
La flota púnica arribó finalmente a la isla desembarcó las tropas al oeste de la misma, retornando a Cartago. Manlio acude a interceptarlos, y cerca de Cornus acamparon ambos ejércitos, el romano y el sardo-cartaginés.
Los sardo-púnicos desplegaron: los púnicos (12.000) a la derecha con su caballería (1.200) en el ala derecha y los sardos (10.000) a la izquierda con su caballería en el ala izquierda. Los romanos desplegaron con una legión en cada lado con aliados y su caballería (1.200) en las alas.
Se produjo la batalla campal, durante la cual el flanco sardo cedió ante el empuje romano, lo que permite a estos envolver contra las tropas púnicas que fueron atacadas por retaguardia y aniquiladas, muriendo 12.000 hombres incluido Calvo y siendo otros 3.700 hechos prisioneros entre ellos algunos jefes. Hampsicora huyó a Cornus, pero finalmente los romanos logran rendirla. Pacificado el territorio Manlio retornó a Roma con la legión de refuerzo.
Guerra en Sicilia (215-210)
Levantamiento de Sicilia
En el 215 AC, dos legiones que se encontraban en Sicilia fueron enviadas a Italia y son sustituidas por las los legiones V y VI formadas con los restos de Cannas, conocidas como las Legiones Malditas. En el reino de Siracusa se produjo la muerte del rey Hierón y el ascenso al poder de su hijo Gelo, que era procartaginés, pero su súbita muerte abortó el cambio de bando.
Subió al trono entonces el nieto Jerónimo (Hierónimo). Influenciado por sus tíos cambió de bando. Dos cartagineses Hipócrates y Epícides comenzaron a tentar pueblos con guarnición romana mientras el rey reunió un ejército de 15.000 hombres y marchó hacia Leontium (Leontinos entre Siracusa y Catana a 12 km de la costa). Allí fue asesinado, tomando el mando su tío Andranodoro que se declaraba pro-cartaginés, comenzando la guerra en Sicilia de lo cual se informó Apio Claudio Pulcro, dando cuenta de haber concentrado sus tropas junto a la frontera del reino siracusano.
En el 214 AC, Publio Cornelio Léntulo se hizo cargo de la parte occidental de Sicilia, mientras la oriental seguía a cargo de Apio Claudio Pulcro.
El senado romano ordenó a Claudio Marcelo que se trasladase con su ejército de 4 legiones incompletas a la parte occidental de la isla. Los romanos poseían igualmente una flota de 100 barcos lista para comenzar las operaciones junto a Siracusa. Una flota púnica se dirigió al cabo Pachynum (actual Pessaro). Los primeros acontecimientos conocidos sucedieron cuando una columna de 4.000 hombres mandados por Hipócrates atacó a las tropas mandadas por el pretor de la parte oriental de la isla, Apio Claudio Pulcro, causándole bajas importantes.
Marcelo trató de alcanzar una solución política con los notables siracusanos que gobernaban la ciudad para que Hipócrates y Epícides abandonasen la isla. Epícides acudió a la ciudad de Leontino y sublevó a la población. Los notables siracusanos, enviaron tropas para controlar la ciudad junto a efectivos romanos, pero estos últimos llegaron antes. Marcelo con su ejército y Apio Claudio con los suyos asaltaron la ciudad, huyendo Hipócrates y Epícides a la cercana Erbeso.
Marcelo ordenó ejecutar a 2.000 desertores romanos que estaban enrolados en las tropas entonces rendidas. El contingente siracusano enviado para controlar la rebelión de Leontino fue interceptado por un mensajero con el mensaje de que detuvieran su avance y se dirigieran a Megara Hybalea (Hibla Mayor ?). Los jefes tras apartar a los sediciosos de la tropa trataron de tomar Erbeso a traición, adelantándose con la caballería, pero fracasaron y retornaron a Megara Hybalea. Con el grueso de las tropas marcharon asaltar la ciudad nuevamente, pero fueron interceptados por Hipócrates y Epícides que los convencieron para no cumplir las órdenes, por lo que sus jefes los llevaron de vuelta a Megara Hybalea.
Llegados a Siracusa consiguieron hacerse con el favor popular y el control de la ciudad, asesinando a los notables que la gobernaban y siendo ellos elegidos nuevos pretores, apresando un cuatrirreme romano en el puerto y la delegación que iba en él.
Primer asalto romano a Siracusa (213 AC)
Marcelo levantó su campamento en Leontino y se dirigió a Siracusa. El ejercito romano, divido entre la flota y el ejercito de tierra se acercó a Siracusa, por tierra hasta el Olympieion, en donde establecieron el campamento fortificado, y por mar se fondeo frente a la ciudad, evitando de esta manera que la flota cartaginesa desde el exterior o bien la propia siracusana intentasen alguna maniobra.
Siracusa estaba situada en una envidiable posición. Durante la etapa del tirano Dionisio había sido totalmente fortificada la meseta de Epipolae, asi como otras obras defensivas menores. Durante la etapa de Hierón II, se dedicaron grandes recursos a reforzar el perímetro defensivo de la urbe, con un total de 22 km de muralla. En una última etapa se confió el diseño de las nuevas construcciones al singular Arquímedes, que construyó aspilleras de casi medio metro, desde donde los defensores acribillaban a los asaltantes con toda clase de proyectiles. En los tramos en que la muralla discurría en terreno llano, las dotó con catapultas y escorpiones para que la muralla no pudiese ser expugnada a la fuerza.
Tras inspeccionar el perímetro defensivo, Marcelo escogió un tramo de la muralla bien alejado del corazón de la ciudad y que al mismo tiempo permitía el ataque por tierra de una forma mas adecuada que otros lugares. El ataque terrestre se realizó sobre el pórtico Escitico, cerca del puerto de Trogilos y en donde la muralla tocaba con el mar.
Al mismo tiempo, la flota romana mandada por el propio cónsul; atacaría la Achradina desde el mar, disponiendo de 60 quinquirremes abordo de las cuales se encontraban gran número de arqueros y vélites, que con sus proyectiles mantenían a los siracusanos fuera de las almenas. Se acercaron a las murallas 8 quinquirremes más unidas de dos en dos, a tal efecto se les habían quitado los remos por los lados en que las unían. En cada una de estas plataformas se levantaba una sambuca (escalera móvil cubierta).
Durante el primer asalto, Arquímedes defendió la muralla instalando catapultas de diferente alcance, cuando los romanos se encontraban lejos los bombardeaba con proyectiles de tiro indirecto con catapultas, y cuando estaban cerca con armas de tiro directo como ballistas. Marcelo desistió de acercarse a la muralla al menos de día, planifico él mismo el ataque por la noche. Los romanos se acercaron a la muralla sin ser vistos. Sin embargo, Arquímedes ya lo tenía previsto y se encontraba preparado. Cuando los romanos llegaron junto a la muralla, entraron en funcionamiento los escorpiones instalados en las troneras de las murallas, que apoyados por arqueros hicieron gran matanza entre los romanos hasta el punto de inutilizar cualquier intento de asaltar la muralla.
Las sambucas, acercadas a su vez junto a las murallas fueron deshechas por unos extraños artefactos diseñados por el sabio siracusano. Cuando se acercaron al muro, los artefactos sobresalían a lo alto de la muralla transportando grandes peñascos e incluso bolas de plomo que se dejaban caer sobre la sambuca enemiga destrozándola e incluso poniendo en grave aprieto a las mismas naves. Los barcos asaltantes fueron sorprendidos con el lanzamiento de grandes pedruscos mediante unas órbitas hasta entonces inimaginables, de tal manera que en ángulos que parecían imposibles de ser alcanzados, los romanos recibían el impacto de los proyectiles siracusanos.
Arquímedes también había desarrollado una máquina que constaba de una mano de hierro (garfio), suspendida de una cadena que atenazaba al barco por la proa, y mediante un sistema de poleas; el barco era elevado del agua y cuando se encontraba suspendido el aire se soltaba, yéndose a pique la mayor parte de las ocasiones. Marcelo ya no sabía qué hacer contra los inventos de Arquímedes, siendo además los romanos presos de la mofa y burla de los defensores siracusanos que asistían asombrados a tan desigual combate entre los hombres y las maquinas.
El asalto por tierra que llevo a cabo Appio Claudio no fue menos desastroso que el naval, debiendo desistir también del ataque. Reunidos los oficiales romanos, se decidió no intentar más asaltos a viva fuerza, procediendo al asedio por hambre de la ciudad, aunque en los meses siguientes no dejara de intentarse todo lo humanamente posible para asaltar las murallas de Siracusa.
Dejó a Apio Claudio al mando y con un tercio de sus tropas inició una campaña contra otras zonas rebeldes de la isla. En primer lugar marcha hacia el sur a Heloro, que se rindió cuando vio aparecer su ejército. A continuación se dirigió a Erbeso que igualmente se rindió. En Megara Hybalea la resistencia fue mayor y tuvo que ser tomada al asalto, siendo asolada a continuación como escarmiento para las demás ciudades.
La flota cartaginesa del cabo Pachynum retornó a Cartago e informó de los sucesos. El senado cartaginés mandó preparar un poderoso ejército de 25.000 infantes, 3.000 jinetes y 12 elefantes bajo el mando de Himilcón.
Himilcón desembarcó en Heraclea Minoa al sur de la isla con su ejército. Desde allí se dirigieron hacia Agrigento tomándola. Enterado Hipócrates la llegada de Himilcón, partió a su encuentro con 10.000 infantes y 500 jinetes desde Siracusa, burlando el cerco. En las cercanías de Acrilae, se encontraron con fuerzas de Marcelo, se produjo un enfrentamiento en el que los siracusanos fueron aniquilados. Hipócrates consiguió huir a la ciudad de Acrilae con la caballería superviviente.
La llegada de Himilcón hizo que Marcelo tuviera que retroceder hasta Siracusa. Los cartagineses se acercaron hasta 12 km de la ciudad. Una flota púnica al mando de Bomílcar logró entrar en Siracusa con suministros mientras los romanos desembarcaron una legión de refuerzo en Panormo (Palermo), al norte de la isla. Himilcón trató de interceptarla para evitar que se uniese al resto del contingente romano, finalmente la legión logró llegar a las cercanías de Siracusa donde Apio Claudio se hizo cargo de ella.
Bomílcar se hizo a la mar retornando a Cartago burlando a la superior flota romana, mientras Himilcón viendo la fortaleza del dispositivo romano en Siracusa, optó por dirigirse al interior de la isla para rebelar nuevas poblaciones. Tomó Murgantia, importante centro de suministro romano, capturando gran cantidad de grano. La guarnición romana de Enna provocó una matanza en la población, para dar un escarmiento a los que pensaran pasarse a los púnicos. Se acercaba el final del año 213 AC y Apio Claudio viajó a Roma para presentarse a las elecciones consulares, dejando en su lugar a Tito Quinctio Crispino. Éste mejoró notablemente las condiciones del mismo construyendo nuevos alojamientos a 8 km de Siracusa en un lugar llamado Leoncia.
Conquista romana de Siracusa (212 AC)
Al comenzar la primavera se desató con toda virulencia la ofensiva cartaginesa sobre la isla, al operar con toda libertad el ejército cartaginés de Himilcón. Marcelo se vio obligado a aliviar un tanto el cerco sobre la ciudad y a dirigir parte de sus fuerzas sobre los cartagineses, desesperanzado de tomar al asalto las murallas ni de rendir la ciudad por hambre, pues entraban con facilidad suministros por mar dada la amplitud del perímetro.
Marcelo lo intentó mediante la traición, intentando repetidas veces crear una quinta columna dentro de la ciudad, en una de esas ocasiones, habiendo ya convenido con los de dentro un plan, se vino todo abajo por culpa de un chivato, la represión alcanzó a unos 80 conjurados que fueron rápidamente ejecutados.
Lo que sí consiguió Marcelo, gracias a un intercambio de prisioneros, fue poder acercarse a las murallas en la zona del puerto de Trogilos, junto a la torre llamada Galeagra, punto equidistante entre el campamento romano y las posiciones siracusanas. Los romanos pudieron así observar que la altura de algunos tramos de muralla no era tan grande como en principio habían creído.
El cónsul romano escogió un día especial para realizar el asalto. Informado por un desertor de que se celebraban durante tres días las fiestas dedicadas a la diosa Artemisa y que entre la guarnición corría con generosidad el vino, eligió atacar de madrugada, cuando el alcohol hubiese hecho efecto en los enemigos. Se envió entonces un contingente de 1.000 hombres en fila y guardando un silencio total hasta el pie de las murallas en el punto que habían elegido. Primero treparon unos pocos y finalmente todos los hombres pudieron subir a las murallas y hacerse con ellas. Se dio entonces la señal y avanzó todo el ejército que comenzó a colocar más escalas en las murallas asaltadas. Mientras, las tropas romanas ya dentro de la meseta, avanzaban sin resistencia hasta el Hexápilo en donde por fin fueron descubiertos. Los romanos se hicieron con una puerta de la muralla a la que comenzaron a abrir. Los centinelas siracusanos, llevados por el pánico, abandonaron sus posiciones, dándolas ya por ocupadas y se retiraron en masa a la Achradina.
Epícides, establecido en la ciudad, reacciono rápidamente y al mando de sus tropas, se dirigió hasta la meseta de Epipolae intentando entablar combate con los romanos, pero reflexionó y se volvió a la ciudad. De esta forma, Marcelo pudo por fin atravesar las murallas y establecerse firmemente en la meseta Epipolae.
Marcelo se dirigió con sus tropas hacia la colina de Eurialo, en donde se levantaba la fortaleza del mismo nombre, intentó hacerse con ella mediante la negociación, pero no lo consiguió. En vista de que la posición era inexpugnable optó por retroceder y establecer su campamento entre los barrios de Ticha y Neapolis, lejos de las zonas habitadas para evitar que las tropas se desbandasen. Luego, y con un cierto orden, permitió el saqueo de las propiedades siracusanas en esas zonas de la ciudad. Por aquellos días Filodemo, oficial al mando de la fortaleza de Eurialo, entregó la misma a los romanos al cerciorarse de que no sería ayudado por los suyos. Pactó la rendición y se retiró con sus tropas a la Acrhadina.
Bomílcar, que permanecía entonces en el puerto de Siracusa con una flota de 90 navíos, al percatarse de que el bloqueo de la flota romana a la ciudad se había levantado por causa de un temporal, largo velas hacia Cartago con 35 naves dejando a Epícides en Siracusa con las otras 55. Llegado a África, convenció al senado cartaginés de la necesidad de ayudar a Siracusa por lo que se le entregaron 45 barcos más y retornó así con 100 navíos a la sitiada ciudad.
Entonces los acontecimientos se precipitaron, el ejército terrestre cartaginés, al mando de Himilcón, con los restos de las fuerzas siracusanas de Hipócrates se acercaron por el este. Al mismo tiempo la flota cartaginesa de Bomílcar fondeaba en el puerto grande y amenaza las comunicaciones entre el segundo campamento romano y el campamento antiguo en donde se encuentra Quintio Crispino. Epícides, una vez confirmado que Himilcón e Hipócrates atacaban las posiciones romanas de Crispino, avanzó a su vez contra las de Marcelo en la meseta de Epipolae.
Todos los ataques fueron rechazados, los romanos permanecieron en sus posiciones y por si esto fuera poco, la peste hizo acto de presencia en ambos bandos, pero con más virulencia en los cartagineses recién llegados no habituados a las aguas pantanosas, el propio Himilcón cayó víctima de la enfermedad. Finalmente el ejército cartaginés se retiró.
Los siracusanos de Hipócrates, que también murió de la enfermedad, se retiraron lejos de la ciudad repartiéndose entre las fortificaciones menores de la zona (a no más de 15 km de Siracusa) en donde comenzaron a reorganizarse recibiendo refuerzos de las ciudades propias y aliadas.
En la ciudad el desaliento se apoderó de la población, pero poco tiempo después se recibieron noticias, los cartagineses volvían y esta vez con una flota de 100 naves y al mismo tiempo las tropas siracusanas del exterior se estaban reorganizando rápidamente, llevando la esperanza a la población.
Llegaron entonces noticias de que la flota púnica se encontraba parada junto al promontorio de Pachino. Días después la situación seguía igual, por lo que Epícides resolvió embarcarse en un navío rápido y dirigirse hacia sus aliados. Tras cerciorarse de que los cartagineses rehuían el combate y se alejaban definitivamente de Siracusa, decidió abandonar también la ciudad y se retiró a Agrigentum, junto a las tropas cartaginesas.
En la ciudad las noticias de la retirada cartaginesa y la de Epícides, el líder de la defensa decidió entregar la ciudad, se enviaron embajadores al campamento de Marcelo para tratar la rendición. Llegados a un acuerdo, regresaron los legados a la ciudad en donde, junto a los otros notables decidieron acabar con la vida de los oficiales que Epícides había dejado al frente de la guarnición. Eran leales a su causa y no estaban por la tarea de entregar la ciudad a los romanos. Después reunieron la asamblea ciudadana en donde de común acuerdo se nombró un nuevo gobierno y se decidió entregar la ciudad a los romanos.
Entonces un numeroso grupo de desertores romanos (se estima en unos 4.000), aterrados con la idea de que serian entregados a sus compatriotas, convencieron a los mercenarios de que ambos serían represaliados por los romanos. Tras ponerse de acuerdo, tomaron las armas y arremetieron contra la población, asesinaron a los miembros del gobierno recién formado y se repartieron la defensa de la ciudad. Nombraron a seis oficiales como jefes de manera que tres mandasen en la Achradina y otros tres en Nasos. Cuando la situación ya se había calmado, los mercenarios poco a poco se fueron dando cuenta de que su situación no era igual que la de los desertores romanos, evidentemente estos serían castigados, pero que ellos no tenían por qué serlo.
Marcelo, disponía entre sus filas de cierto número de personajes hispanos recién llegados de la península, enviados por los Escipiones a fin de que en los diversos frentes de la lucha convenciesen a sus compatriotas para abandonar la causa cartaginesa y pasarse a la romana. Uno de ellos les contó que en Hispania, los romanos estaban ganando la guerra y que casi todas las tribus y naciones se pasaban a sus filas. Les ofrecía la posibilidad de servir en el bando romano o bien ser repatriados con honores a la península, la alternativa era seguir luchando y morir, Merico un oficial hispano aceptó traicionar a sus compañeros.
Días después, a Merico le tocaba defender el tramo de muralla que se extiende entre la Acrhadina y la isla de Nasos, se lo hizo saber a Marcelo. El cónsul hizo entonces remolcar un barco de carga repleto de soldados que desembarcó de madrugada en la zona de la muralla que daba al puerto grande y que estaba bajo custodia de Merico, luego entraron estos en la ciudad y aguardaron. Al amanecer Marcelo desencadenó un ataque masivo desde la meseta de Epipolae contra las murallas de la Acrhadina. Allí se concentraron los defensores, incluso desde la isla de Nasos salieron a la carrera las tropas allí establecidas para sumarse a la defensa. Después, unas naves ligeras romanas desembarcaron tropas en la isla que, posiblemente con ayuda de los romanos y los mercenarios de Merico, se hicieron con las posiciones siracusanas sin apenas oposición.
Solo resistieron los desertores romanos, el resto huyó dando la causa por perdida. Una vez que en la ciudad se supo de la irrupción de los romanos, las defensas siracusanas se derrumbaron, los desertores romanos huyeron o se dispersaron y así, las autoridades pudieron por fin abrir las puertas de la ciudad a Marcelo y sus legiones.
Siracusa fue saqueada y Arquímedes fue asesinado cuando estaba pintando unos circulos en el suelo, un soldado no le reconoció y le mató allí mismo.
Final púnico en Sicilia
En el 211 AC, Marcelo derrotó junto al río Himera del grueso del contingente cartaginés superviviente, conservando estos únicamente la ciudad de Agrigento, retornando en verano a Roma, siendo obligado a ceder el mando de su ejército en la isla al pretor de extranjeros Marco Cornelio Cetego. En medio de la pugna política contra él, se le concede una ovación y no un triunfo, argumentando que no había logrado la pacificación total del territorio. También se le denegó el retorno de las legiones desterradas, desplegadas al oeste de la isla. El pretor Marco Cornelio además inició la búsqueda de agraviados por Marcelo con intención de formar una comisión que se presente al senado romano para exponer sus quejas.
Ya sin Marcelo en la isla, se produjo el desembarco de un contingente púnico de 8.000 soldados y 300 jinetes, el cual reavivó la sublevación de algunas localidades como Murgantia, Hybla y Macella. Al mismo tiempo los soldados desterrados descontentos por no poder retornar, comenzaron a tener un comportamiento negligente. Vencidos estos obstáculos, el pretor Marco Cornelio consiguió hacerse con la situación y aplacar la rebelión.
En el 210 AC, tras la casi pacificación de Sicilia, sólo queda un reducto cartaginés en el sur de la isla en torno a Agrigento. Fueron nombrados Marco Claudio Marcelo y Valerio Levino. La polémica rodeaba al primero que vió como llegaba una comisión de siracusanos al Senado a expresar sus quejas. Igualmente otra comisión de campanos llegó para quejarse de Quinto Fulvio Flaco, el otro triunfador del año anterior. Estos hechos motivaron que, aunque inicialmente Sicilia era el destino de Marcelo, se optase por cambiarlo con Levino, pasando este a la isla mientras el primero tendría Italia como su zona de operaciones.
En Sicilia se produjo la caída de Agrigento y la conquista total de la isla por los romanos. La isla se uniría a Roma como una provincia romana, siendo un paso importante hacia el norte de África y Grecia en los siguientes conflictos.
Antes de retornar a Roma, el cónsul Levino reclutó a 4.000 mercenarios en la región de Agathyrna y los mandó a Regio como refuerzo para realizar saqueos en el Brucio.
Levino retornó a Roma para organizar las elecciones consulares, dejó al mando en la isla al pretor Lucio Cincio Alimento y ordenó al jefe de la flota Marco Valerio Mesala que con la mitad de los barcos llevase a cabo una campaña de saqueo en territorio africano. La campaña se llevó a cabo en Útica de manera exitosa tomando botín y prisioneros, donde le informaron del envío a Hispania de Masinisa con un ejército de 5.000 númidas para reforzar a Asdrúbal Barca con la intención de que este pasase a Italia desde allí.
Primera Guerra Macedónica (214-205 AC)
Alianza Púnico-Macedónica
En primavera del 216 AC, se recibió aviso de Scerdileas, tirano de Iliria, sobre el alistamiento de una flota de 100 birremes por parte de Filipo V de Macedonia con el fin de invadirlos. Macedonia buscaba una salida al mar Adriático a través de iliria. Roma destacó 10 quinquerremes de su flota siciliana al puerto de Regio con el fin de que prosiguiesen viaje hacia Iliria. Enterado Filipo por sus espías de la presencia de la flota en Regio, decidió desistir de su intento y retornar a Macedonia cuando ya se encontraba en la isla Cefalenia.
Filipo V de Macedonia, ante lo sucedido en Cannas, decidió unirse a la guerra con el bando cartaginés, mandando una delegación de embajadores a Italia a pactar los términos del acuerdo con el púnico. Filipo debería tratar de desembarcar en Italia por el Adriático con un ejército que se uniera al de Aníbal. La delegación desembarcó en territorio italiano y fue interceptada en Apulia, siendo llevada a Luceria para hablar con el pretor Levino, a quién informaron que se dirigían a Roma. Tras proseguir su marcha, llegaron a Campania donde pactaron con Aníbal los términos del acuerdo, enviando el general cartaginés a tres embajadores junto con la delegación de regreso a Macedonia.
La embajada macedonia, tras embarcar de vuelta a su país, fue interceptada en Cumas por Publio Valerio Flaco, comandante de la flota romana que patrullaba el sur de la costa de Apulia. Una carta de Aníbal a Filipo y los términos del tratado entre ambos fueron descubiertos por los romanos. Se informó a Graco de lo ocurrido, no obstante uno de los barcos de la embajada logró escapar avisando de lo sucedido. Esto hizo que se enviase una nueva delegación macedonia y el consiguiente retraso hasta el verano de los planes de alianza púnico-macedónica.
El tratado concluyó en el verano del 215 AC. En el que se prometía apoyo militar mutuo contra los enemigos (excepto cuando fueran aliados de la otra parte). El tratado no hacía mención alguna de la invasión de Italia por parte de Filipo.
La noticia de la alianza entre Filipo y Cartago suponía un duro golpe para Roma. Se enviaron inmediatamente 25 barcos para que se unieran a Publio Valerio Flaco y su flota, que patrullaba la costa de Apulia. Se enviaron el mismo número de barcos para que guardaran la costa Adriática cerca de Tarento, en un intento por frenar los impulsos expansionistas de Filipo, reduciendo su campo de operaciones a la propia Macedonia y encerrándolo progresivamente en su propio territorio.
Campaña en Iliria
A finales de verano del 214 AC, Filipo intentó de nuevo tomar el control de Iliria por mar, con una flota de 120 lembi (birremes) desembarcó en la zona capturando Orico que estaba débilmente defendido, y navegó a través del río Aous (actual Vjosë) y asedió Apolonia.
Una embajada iliria llegó a Brindisi informando a Levino de lo sucedido y pidiendo ayuda. Este embarcó junto a su legión, dejando el resto de sus fuerzas en Tarento bajo mando de Lucio Apustio.
Levino llegó a la zona en dos días. Se presentó en Orico expulsando a la guarnición macedonia, y envió a 2.000 hombres bajo el mando de Quinto Nevio Crista para que auxiliara a la sitiada Apolonia; éste entró secretamente de noche en la ciudad burlando el asedio macedonio. A la noche siguiente, Crista realizó un asalto nocturno al campamento macedonio, estos perdieron 3.000 hombres entre muertos y prisioneros. Filipo escapó con en barco y regresó a Macedonia dejando atrás una buena parte des sus hombres y de su flota. Los macedonios trataron de huir en su flota por el río, pero al serle cortado el paso por los romanos, desembarcaron, quemaron sus naves e iniciaron el retorno a Macedonia por tierra. Levino invernó en Orico.
Tras la frustrada invasión de Iliria por vía marítima, y entonces bloqueado por la flota de Lavino que estaba fondeada en el Adriático, Filipo pasó los dos años siguientes (213 y 212 AC) realizando incursiones en Iliria por vía terrestre. Evitando la costa, Filipo tomó las poblaciones de Atintania y Dimale y subyugó a las tribus ilíricas de los dassaretas, los partinos y finalmente, a los ardiaei del sur.
Filipo fue finalmente capaz de obtener acceso al Adriático capturando Lissus, una ciudadela considerada inexpugnable. La captura de esta población hizo que los territorios adyacentes de la zona se rindieran sin dilación. Pero los cartagineses no pudieron aprovecharse de la captura.
Alianza romana con la Liga Etolia
Para detener la que parecía inminente invasión de Filipo a Italia o a Iliria, los romanos buscaron aliados entre los pueblos griegos a fin de desestabilizar las fronteras de Macedonia y obligar al monarca a defenderse en su propio territorio.
Lavino exploró la posibilidad de llegar a un tratado de amistad con la Liga Etolia en el 212 AC. Los etolianos habían firmado una paz con los macedonios en Naupacto en el 217 AC, pero tras estos cinco años se habían recuperado de los estragos causados en la guerra contra sus vecinos y estaban preparados de nuevo para levantarse en armas contra sus enemigos tradicionales.
En 212 AC, una asamblea etoliana se reunió para entablar las negociaciones con Roma. Lavino firmó un tratado de alianza entre Roma y la Liga Etolia para combatir conjuntamente a los macedonios. Los etolianos dirigirían las operaciones por tierra mientras los romanos lo harían por mar, cualquier ciudad capturada se concederían a la Liga. Los bienes muebles (incluyendo la población) serían para los romanos si actuaban solos o se dividirían entre los aliados si hubieran cooperado.
Tras conocer la alianza entre Roma y la Liga Etolia, Filipo se apresuró a asegurar su frontera norte. Realizó unas cuantas incursiones en Iliria, Orico y Apolonia y tomó la ciudad fronteriza de Sintia en Dardania. Filipo marchó rápidamente hacia el sur a través de Pelagonia, Lincestis, Botiea y Tempe, regresó hacia el norte atacando Tracia y a la ciudad principal de Iamphorynna. Tras lo cual, se retiró a Macedonia.
El primer objetivo de los nuevos aliados era Acarnania, aliada de Macedonia que se encuentra en la costa oeste del corazón Etolia. En el otoño de 212 AC, mientras Filipo estaba haciendo campaña en las fronteras del norte; alentados por su ausencia los etolios invadieron Acarnania. Los acarnianos juraron morir o vencer, enviaron a sus mujeres y niños a un lugar seguro en el Epiro, y contendrían a los etolios hasta que Filipo viniese en su ayuda desde el norte.
Nada más regresar, Filipo recibió una petición desesperada de sus aliados los acarnianos. El strategos (general) etolio Escopas había movilizado al ejército etolio y preparaba la invasión de Acarnania. Tras tener noticias de la determinación de los acarnianos, los etolios vacilaron y tras conocer la llegada de Filipo abandonaron definitivamente la invasión. Tras esto Filipo se retiró a Pella para pasar el invierno.
Los romanos tuvieron más éxito. Levino utilizó su flota para capturar Oeniadae y Lamna de los acarnianos y toda la ciudad de Zacynthus menos ciudadela. Las tres ciudades fueron luego entregados a los etolios.
En la primavera del 211 AC, Lavino navegó de nuevo desde Corfú con su flota y, junto con los etolios dirigidos por el stratego Sccopas, conquistaron la ciudad Anticira en la Fócida. De acuerdo con su alianza los romanos esclavizaron a la población, mientras que la ciudad fue entregada a los etolios, que pronto se perdería a manos de Filipo. A finales del verano de 211 AC, Levino fue reemplazado por el procónsul Publio Sulpicio Galba, que mandaría la flota romana durante la mayor parte del resto de la guerra.
En el 210 AC, Filipo tomó la iniciativa, tratando de expulsar a los etolios de Phthiotic Acaya (Tesalia), para conseguir acceso al centro de Grecia. El evento principal fue el asedio de la ciudad costera de Echino. El strategos etolio Dorimaco y Sulpicio Galva con la flota romana trataron de levantar el asedio sin éxito, finalmente la ciudad cayó. Filipo tomó también Falara y la ciudad portuaria de Lamia.
El único éxito romano de esta primera expedición en el Egeo fue la captura de la isla de Egina. A continuación, la isla fue entregada a los etolios, pero como no disponían de flota, se la vendieron a Atalo I rey de Pérgamo por 30 talentos. Esto condujo a Atalo a la guerra, y que se usó la isla como base principal de operaciones contra Macedonia en el mar Egeo.
En respuesta Filipo hizo una alianza con Prusias rey de Bitinia, que prometió a llevar su propia flota en el mar Egeo.
Ese mismo año Esparta se unió a la guerra, esta vez en el lado de Roma y los etolios. En ese momento Esparta estaba gobernada por Macánidas, como regente de Pélope, hijo de Licurgo. La entrada de Esparta en la guerra complicó enormemente las tareas de Filipo, ya que sus aliados en Acaya estaban entonces bajo el ataque de tres lados. En el 209 y 208 AC se vería obligado a acudir en su ayuda.
En la primavera del 209 AC, Filipo recibió peticiones de ayuda de sus aliados de la Liga Aquea del Peloponeso, que estaban siendo atacados por Esparta y sus aliados de la Liga Etolia. También recibió noticias del nombramiento de Átalo I de Pérgamo como uno de los líderes de la Liga Etolia y de que intentaba cruzar el mar Egeo hacia Asia Menor. Filipo marchó hacia el sur de Grecia. En Lamia se enfrentó al otro líder de la Liga Etolia, el strategos Firrias, que estaba apoyado por tropas auxiliares romanas y de Pérgamo. Filipo venció en dos batallas a su enemigo en Lamia (Primera y Segunda Batalla de Lamia), y le obligó a retirarse al interior de las murallas (lugar del que estaban poco dispuestos a salir para plantar batalla campal) tras haber infligido graves pérdidas a las tropas de Firrias.
Desde Lamia, Filipo se dirigió a Falara. Allí se encontró con los representantes de los estados neutrales del conflicto: Egipto, Atenas y Quíos. Estos países estaban intentando acabar con la guerra, ya que estaba afectando seriamente al estado del comercio, actividad económica más importante de esos países. Consiguieron una tregua de 30 días, pero al final no consiguieron la paz y continuó la guerra.
Continuación de la guerra
Átalo de Pergamo había conseguido desembarcar en Egina y la flota romana estaba en Naupacto. Desde Naupacto Sulpicio navegó hacia el este de Corinto y Sición y dirigió rápidas incursiones por esa zona. Filipo, con su caballería sorprendió a los romanos y los hizo huir hacia sus propias embarcaciones. Los romanos, con Sulpicio a la cabeza, se retiraron a Naupacto.
Tras ello, Filipo se unió en las inmediaciones de Dyme al general de Acaya, Cycliadas para dirigir un ataque conjunto a la ciudad de Elis, la base de la Liga Etolia contra Acaya. Sin embargo, Sulpicio había navegado hacia Cyllene y pudo reforzar la ciudad con 4.000 legionarios romanos antes del asedio. Filipo dirigió la carga de caballería contra el enemigo, pero fue abatido de su caballo y tras una encarnizada batalla los macedonios fueron derrotados. Filipo logró escapar. Tras esa derrota, Filipo capturó la ciudadela de Fírico, tomando 4.000 prisioneros y 20.000 animales.
Cuando le llegaron noticias de nuevas incursiones en Iliria, Filipo abandonó Etolia y volvió a Demetrias en Tesalia. Mientras, Sulpicio había navegado por el Egeo y se había unido a su aliado Átalo I de Pérgamo en Egina para pasar el invierno.
En el 208 AC, Átalo y Sulpicio combinaron su flota compuesta por 25 barcos de Roma y 35 de Pérgamo e intentaron sin éxito tomar Lemnos, pero lograron ocupar la isla cercana de Parapetos (Skolas), que estaba bajo posesión macedónica.
Tras su éxito, Átalo y Sulpicio se reunieron en Heraclea de Traquinia con el consejo de líderes de la Liga Etolia que incluían los estados neutrales de Egipto y Rodas, que continuaban intentando lograr que finalizara el conflicto. Cuando Filipo tuvo noticias de la conferencia, marchó rápidamente hacia el sur donde intentó capturar a los líderes enemigos, pero llegó demasiado tarde.
Rodeado por sus enemigos, Filipo fue obligado a adoptar una nueva política defensiva. Distribuyó a sus comandantes y líderes militares por todo el territorio macedónico y estableció un sistema de hogueras por todas las ciudades importantes para que informaran de los movimientos de los enemigos.
Tras abandonar Heraclea de Traquinia, Átalo y Sulspicio saquearon Óreo, en el norte de Eubea y Opunte, la ciudad principal del este de la Lócrida Opuntia. Las riquezas de Oreos se reservaron para Sulpicio mientras que las de Opunte fueron para Átalo. Sin embargo, con las fuerzas divididas, ya que Sulpicio se había ido para iniciar la confiscación de los bienes de su ciudad, Filipo, avisado por el sistema de señales de fuego, atacó y tomó Opunte. Átalo fue cogido por sorpresa y logró escapar por muy poco.
Final de la guerra
En la etapa final de la guerra los romanos se retiraron del mar Egeo. Sulpicio se despidió de Dyme, la más occidental de las ciudades aqueas, para después concentrarse en patrullar la costa de Iliria. Desde el punto de vista romano, se había alcanzado el objetivo, manteniendo Filipo lejos de la costa de Iliria, mientras que el peligro de Aníbal estaba en su punto más extremo. Además en el 207 AC se produjo la invasión de Italia de Asdrúbal, y es posible que la legión de Sulpicio Galba fuese retirada para ayudar a lidiar con esta amenaza. También quedó claro después de diez años que Cartago no iba a ayudar a Filipo.
Esto dejó a los etolios en una posición vulnerable, agravada por una reactivación inesperada de la fuerza aquea, que fue provocado por el nombramiento de Filopomen hijo de Craugis de Megalópolis como comandante de la caballería aquea. Era un capitán mercenario experimentado, que había vuelto a Acaya después de pasar diez años en Creta.
Después de capturar la ciudad de Tegea, Macánidas de Esparta comenzó a avanzar hacia Mantinea. Los aqueos ocuparon una posición en la estrecha llanura a las afueras de la ciudad, donde se habían librado anteriormente tantas batallas. Filopemen se dice que había colocado sus tropas detrás de una estrecha zanja. Ambos ejércitos tenían probablemente aproximadamente los mismos efectivos, los espartanos 15.000 hombres y los aqueos de 15 mil a 20 mil.
La batalla comenzó con un raro ejemplo de utilización de las máquinas de asedio como artillería de campaña. Macánidas condujo a sus mercenarios a un ataque contra el ala izquierda aquea. Esto se hizo de algunos de los mercenarios de Filopemen y tropas ligeras cedieran y fueran perseguidos y de nuevo hacia Mantinea.
A pesar de este revés inicial Filipomen logró reformar su línea y atacar a la falange espartana. La falange era una fuerza poderosa, pero muy vulnerable si se rompe. Esto parece ser lo que pasó, cuando la falange aquea atacó a los espartanos al cruzar la zanja y atacarlos.
En algún momento durante esta fase de la batalla, Macánidas regresó al campo de batalla con sus tropas mercenarias. En la lucha que siguió Macánidas murió, posiblemente por el propio Filipomen.
Los espartanos se dice que perdieron 4.000 hombres durante la batalla. Filopemen fue capaz de recuperar Tegea, y luego invadir Laconia.
Sin distracción en el sur Filipo fue capaz de concentrarse en derrotar a los etolios. Les expulsó de Tesalia y recapturó Zacinto (Islas Jónicas). Después invadió Etolia desde el norte, saqueando el santuario etolio en Thermum.
A pesar de considerar la huida de Átalo como una pequeña derrota, Filipo notó que la guerra estaba otra vez cambiando de bando. Átalo fue obligado a volver a Pérgamo donde se enteró de que el rey de Bitinia, Prusias I, que estaba emparentado con Filipo, se estaba movilizando contra Pérgamo. Sulpicio mientras tanto volvió a Egina. Libre de la presión de las flotas combinadas de Roma y Pérgamo. Filipo fue capaz de reanudar la ofensiva contra los etolios. Capturó la ciudad de Tronio, a la que siguieron las plazas fuertes de Titronium y Drymea, al norte del Cefiso. Filipo también retomó el control de Oreo.
En el 206 AC, los estados comerciantes con grado de neutralidad en el conflicto siguieron intentando impulsar un tratado de paz. En Elateia, Filipo se entrevistó con los embajadores de Rodas, Egipto, Bizancio, Quíos, Mitilene y quizás Atenas, además de algunos líderes etolios. La guerra se estaba inclinando cada vez más del lado de Filipo, sin embargo los etolios no estaban dispuestos a firmar un acuerdo de paz con las abusivas imposiciones del rey macedonio. Tras tres meses más de conflicto los etolios se vieron obligados a firmar una paz desfavorable sin el consentimiento de Roma, con el fin de poder conservar su territorio.
A la primavera siguiente los romanos enviaron a Publio Sempronio Tuditano con 35 barcos y 10.000 infantes y 1.000 jinetes a Dirraquio, en Iliria, donde incitó a la revuelta contra Filipo a los partinos y se asedió Dimale. Sin embargo cuando llegó Filipo, Sempronio levantó el asedio y se refugió bajo las murallas de Apolonia. Sempronio intentó sin éxito que los etolios volvieran a entrar en la guerra contra Filipo, pero estos, cansados de guerra, se negaron.
Sin más aliados en Grecia, pero habiendo cumplido el objetivo de evitar que Filipo apoyara a Aníbal en la guerra contra Roma, el Senado estaba preparado para firmar la paz. Un tratado firmado en Fénice en el 205 AC, conocido como la «Paz de Fénice», finalizó oficialmente la Primera Guerra Macedónica, un conflicto armado que había durado nueve años. Ambos quedaron satisfechos, Roma había impedido que Filipo se uniese a Aníbal, y Macedonia había ampliado considerablemente sus territorios.