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Sin esperar respuesta, Luis XIV decidió invadir la archidiócesis de Colonia, el obispado de Lieja, así como parte del Palatinado en septiembre de 1688. Además, también invadió el condado de Venaissin, un enclave papal en el sur de Francia.
Asedio de Philipsburg (27 de septiembre al 30 de octubre de 1688)
Fuerzas opuestas
En septiembre de 1688, el delfín Luis de Francia mandando nominalmente un ejército de entre 30.000 y 40.000 efectivos, 52 piezas de artillería de gran calibre y 24 morteros, junto con el mariscal Duras, y los tenientes-generales Catinat y Vauban, se dirigieron a la ciudad Philipsburg, llegando el 27 de septiembre. Las tropas movilizadas para este asedio son el regimiento de Auvernia, el 2º batallón del regimiento de Sault, el regimiento de caballería de Berry, el regimiento de caballería Real de Champagne y el regimiento de caballería real de Navarra.
La fortaleza de Philipsburg estaba defendida por el conde Maximilian von Starhemberg, con un regimiento de poco más de 2.000 hombres, de los cuales solo 1.600 eran capaces de luchar debido a una enfermedad, y una artillería que consta de 17 piezas medianas y 90 cañones pequeños. Las reservas de alimentos y municiones eran suficientes, pero carecía de soldados con experiencia (solo una veintena o menos), de suboficiales y solo ocho oficiales bajo su mando. Arquitectónicamente, la fortaleza está sustentada por un reducto llamado de Rin, y una fortificación con cañones al otro lado del Rin que estaba conectada a ella por un pasaje cubierto llamado «puente volante».
Toma del reducto del Rin
Los franceses optaron por la estrategia de asedio típica de Vauban de aislar las construcciones defensivas y luego atacarlas sistemáticamente, comenzando por las más débiles. El 27 de septiembre de 1688, el ejército rodeó la fortaleza. A primeros de octubre, los franceses atacaron para destruir «puente volante», el único vínculo entre la fortaleza principal y el reducto del Rin, al otro lado del río. Al observar los movimientos del ejército francés, la instalación de una batería frente al reducto y la construcción de las primeras trincheras de asalto, Maximilien colocó 50 hombres en el reducto entonces desocupado. Esta decisión frenó el avance del enemigo durante unos días. Cuando los franceses comienzan a disparar el 4 de octubre y asaltar el reducto, los defensores estaban seguros al otro lado del Rin mediante el uso de botes. La pérdida del reducto expuso el lado débil de la fortaleza al fuego de la artillería francesa.
Toma de los primeros baluartes
El 6 de octubre, Vauban ideó un plan general de ataque: dividir las pocas unidades de defensa lanzando tres ataques simultáneos en diferentes puntos para facilitar la conquista de los bastiones de la fortaleza. Con la ayuda de ataques de distracción, las unidades de zapadores avanzaron a pesar de los disparos de los soldados imperiales. Sin embargo, dado que el material de asedio aún no había llegado al sitio, no era posible comenzar el ataque principal. Los ataques de diversión continuaron hasta el 9 de octubre, permitiendo a los zapadores franceses acercar las zanjas a los bastiones y e instalar la artillería necesaria para la ofensiva.
Al amanecer del 10 de octubre, las trincheras planeadas para el ataque principal se abrieron y comenzó un fuego violento contra Philipsburg. La fortaleza y sus obras defensivas fueron objeto de fuego continuo de los morteros franceses. El daño fue significativo: los edificios están destruidos, los pozos enterrados y las murallas muy dañadas (muchas brechas y tráfico imposible). Durante las noches, doscientos defensores fueron ocupados rehabilitando las obras. A pesar de estas dificultades, los defensores infligieron pérdidas significativas a los franceses. Hasta el 12 de octubre, los zapadores continúan cavando trincheras, la mayoría de los cuales llegaban a los fosos de la fortaleza. Al día siguiente, el ejército francés tomó una pequeña obra.
El 14 de octubre, los defensores intentaron una salida: llegaron a las trincheras enemigas y comienzan a destruir las obras y los materiales de asedio. Bajo el mando del teniente general Catinat, los franceses lanzaron un contraataque que obligó a las tropas imperiales a retirarse después de haber sufrido muchas pérdidas. Otra salida contra un punto de ataque secundario tuvo menos éxito, fue rápidamente rechazada y causó nuevas pérdidas humanas. Después de estas luchas, los imperialistas piden una tregua para recoger y tratar a los heridos. Catinat estuvo de acuerdo con la condición de que solo los soldados franceses llevasen a los heridos. Esto le permitió espiar a su oponente: dos ingenieros vestidos como soldados inspeccionaron discretamente la condición de las estructuras fortificadas y sus alrededores.
Los días siguientes, el trabajo de socavación y la construcción de nuevas baterías continuaron a pesar de la lluvia torrencial. El 17 de octubre, los asediados intentaron una nueva salida contra este trabajo. Sin embargo, aunque causaron pocos daños a las instalaciones, los franceses sufrieron grandes pérdidas de vidas. La noche siguiente, los franceses comenzaron a vaciar el foso de las murallas. Los asediados ganaron una pequeña victoria el 18 de octubre al destruir una batería y hacer explotar un depósito de pólvora enemiga. En la noche del 19 al 20 de octubre, los franceses comenzaron a llenar el foso de una obra en el ala derecha de la fortaleza. Trabajando bajo el fuego pesado de los defensores, sufrieron nuevas pérdidas.
El 20 de octubre, después de un poderoso bombardeo, los franceses lanzaron el asalto a la obra. Debido al bombardeo del bombardeo, los soldados de la guardia se pusieron a cubierto y no se percataron del ataque. Los franceses cruzaron la zanja seca y cayeron a su retaguardia. Los soldados imperiales huyeron en pánico. Un capitán imperial, el conde Archo, trata de corregir la situación con 60 hombres. A pesar de su resistencia, él mismo pereció en la lucha, y la obra finalmente fue conquistada. Solo un pequeño número de los 140 defensores lograron salvarse. Con la moral más baja, una contraofensiva era impensable para los asediados. El estado de las tropas encerradas en la fortaleza se volvió precario, prácticamente no había vino y el agua se estaba pudriendo.
Hasta el 26 de octubre, los franceses continuaron con su trabajo minando mientras aseguraban las posiciones conquistadas. El 26, Vauban estaba seguro de que una victoria solo podía impedirse con la llegada temprana del invierno o un ejército de socorro. Como el Emperador no podía permitirse reunir un nuevo ejército, realmente no hay posibilidad de que una tropa Imperial llegara a Philippsburg. El mismo día, Vauban disparó 18 piezas de artillería del calibre más grande durante dos días contra la fortaleza llamada «el Bastión de la Corona«. El 28 de octubre, todavía se defendía este bastión que ya no era más que una ruina. Durante la noche, dos voluntarios franceses inspeccionan discretamente su estado y el de su guarnición. Vauban consideró que la fortificación estaba madura para un asalto. Se produjo un ataque violento en el preciso momento en que el conde Maximiliano reunía a sus oficiales para discutir una capitulación. Forzado a desalojar a los franceses de sus posiciones cerca del bastión de la Corona, Maximiliano intentó un contraataque. Sin embargo, los soldados imperiales ya no seguían sus órdenes. Al notar estas dudas, Vauban ordenó el asalto general e inmediato de las tropas francesas. Después de una breve resistencia, los imperiales se retiran al bastión para no ser abrumados por un enemigo superior. Al final del día, el bastión de la Corona se perdió. Los defensores entonces se limitaron a defender la fortaleza principal. Desanimados y debilitados, las tropas imperiales no lo hicieron.
Toma de la fortaleza
El 30 de octubre la fortaleza capituló después de 32 días de asedio. Los asediados tienen el derecho a retirarse con libertad y seguridad a Ulm. Así Starhemberg salió de la fortaleza el 1 de noviembre con cerca de 1.500 hombres, 100 carros y 6 cañones. En la fortaleza, los franceses encontraron 150.000 libras de pólvora, 22.000 balas de cañón, 1.600 sacos de grano y 124 piezas de artillería de todos los calibres.
Las pérdidas de los franceses durante el asedio ascendieron a 587 muertos y 1.013 heridos. Por su parte, el ejército imperial tuvo unos 600 muertos.
Después de su llegada a Ulm, el conde von Starhemberg fue convocado a Viena. De hecho, debía justificarse ante una comisión militar por haber rendido Philipsburg. Finalmente, esta comisión lo exoneró por completo.
Saqueo del Palatinado
El ejército de Luis XIV procedió a tomar Mannheim, que capituló el 11 de noviembre, seguido poco después por Frankenthal. Otras ciudades cayeron sin resistencia, incluyendo Oppenheim, Worms, Bingen, Kaiserslautern, Heidelberg, Speyer y, sobre todo, la fortaleza clave de Mainz (Maguncia). Después se dirigieron a Coblenza, donde el elector de Trier, se negó a rendir la ciudad. Boufflers ordenó someterla a fuertes bombardeos con morteros, Vauban se opuso al bombardeo, durante el mes de noviembre la ciudad fue bombardeada causando muchas bajas entre la población civil, pero la ciudad no cayó en manos de los franceses, que habían ocupado toda la orilla izquierda del río Rin.
Jorge III; el elector de Sajonia, Ernesto Augusto de Hannover y Carlos I, landgrave de Hesse-Kassel, llegaron a un acuerdo en Magdeburgo que movilizó a las fuerzas del norte de Alemania. Leopoldo I, emperador alemán, declaró la guerra al rey de Francia en diciembre de 1688.
En esa fecha, Luis XIV había atacado solo al emperador alemán, esperando que la Liga de Augsburgo no entrara en una guerra total.
La Liga de Augsburgo no era lo suficientemente fuerte como para enfrentar la amenaza, pero mientras tanto, el Emperador reclutó a los bávaros, suabos y franconios. Tropas bajo el elector de Baviera que estaban en el frente otomano acudieron para defender el sur de Alemania. Los franceses no se habían preparado para tal eventualidad. Al darse cuenta de que la guerra en Alemania no iba a terminar rápidamente, y que no sería un desfile militar; Luis XIV y el marqués Louvois, ministro de la guerra, resolvieron una política de tierra quemada en el Palatinado, Baden y Württemberg con la intención de negar a las tropas enemigas los recursos locales y evitando que invadieran el territorio francés.
El conde de Mélac estacionado sus tropas en Heilbronn bajo las órdenes de mariscal Montclar. En una primera fase, desde diciembre de 1688 hasta marzo de 1689, las regiones del Palatinado y Württemberg fueron devastadas desde Heilbronn, incluyendo Donauwörth, Marbach-am-Neckar y Schorndorf.
Las operaciones se reanudaron el 16 de febrero con el ataque al castillo de Heidelberg y el 2 de marzo, la ciudad fue incendiada. Por lo general, este tipo de operaciones incluía la destrucción de cultivos, matanza o robo de ganado y destrucción de las fortificaciones. En este caso, además de estos actos, las ciudades, pueblos, castillos, iglesias fueron arrasadas sistemáticamente, puentes destruidos, poblaciones impulsadas, el 8 de marzo le tocó el turno a Mannheim y luego Frankenthal, Worms, Speyer (cuya catedral fue destruida) y otras ciudades en la orilla izquierda del Rin. El 31 de mayo, Louvois bombardeó el fuerte Landskrone y la ciudad de Oppenheim. En la orilla derecha del Rin, las ciudades de Bretten, Maulbronn, Pforzheim (10-11 de agosto), Baden-Baden, etc., conocieron el mismo destino.
Según Jean-Philippe Cenat, la destrucción en el Palatinado no fue acompañada de una matanza de la población civil. Según André Corvisier, los habitantes tenían una semana para evacuar los locales antes de la quema del Palatinado, mientras que había carromatos disponibles para aquellos que querían refugiarse en Alsacia.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que Luis XIV no apreciaba los abusos cometidos por Louvois. Este último pronto cayó en desgracia.
Sin embargo, el progreso liderado por los franceses llevó a las potencias europeas a reagruparse. Así, en mayo de 1689, el emperador alemán y las Provincias Unidas firmaron el Tratado de Viena, una alianza ofensiva y defensiva contra Francia. En los meses que siguieron, el rey de España decidió unirse a esta alianza.
Reacción alemana
Los alemanes se prepararon para recuperar lo que habían perdido, y en 1689 formaron tres ejércitos a lo largo del Rin. El más pequeño de ellos, inicialmente bajo el elector de Baviera, protegía el Alto Rin entre las líneas al norte de Estrasburgo hasta la Selva Negra. En el medio del Rin se encontraba el mayor ejército bajo el mejor general imperial y comandante en jefe, Carlos V, duque de Lorena. En el bajo Rin estaba el elector de Brandeburgo que, ayudado por el célebre ingeniero holandés Menno van Coehoorn, sitió a Kaiserswerth. Kaiserswerth cayó el 26 de junio antes de que el Elector se dirigiera con su ejército a Bonn.
Asedio de Bonn (16 de septiembre al 10 de octubre de 1689)
El ejército imperial de Jorge Federico Waldeck y el francés de duque de Humières maniobraban uno contra el otro pero sin buscar el enfrentamiento decisivo. Waldeck, el comandante general de las fuerzas aliadas, desconfiaba de tomar una acción ofensiva contra los franceses hasta que recibiera refuerzos de Renania, pero las fuerzas de Brandenburgo estaban concentradas en sus propias operaciones en Colonia. En junio de 1689, Brandeburgo tomó Kaiserswerth, dejando a Bonn como el único asentamiento importante en Colonia que aún no estaba en manos aliadas.
En Bonn había 8 batallones franceses y uno alemán, con un total de 6.500 infantes, 800 jinetes y 400 hombres dragones, bajo el mando de Claude Francois Bidal. La fortaleza tenía un reducto al otro lado del río, donde habían situado 50 hombres que debían aguantar los asaltos iniciales, y luego debían regresan a la ciudad.
El 11 de julio, los comandantes aliados Hans Adam von Schöning y Adriaan van Flodroff atacaron el reducto del otro lado del río. El comandante del reducto fue herido en la cabeza, y no dejó de defender la brecha con 5 soldados que permanecieron con él. Después de lo cual, se retiró. Se asentaron dos baterías de cañones y morteros para bombardear Bonn al otro lado del Rin.
Once días después, el ejército aliado llegó a las afueras de Bonn. Las baterías abrieron fuego, pero el asedio formal no comenzó hasta el 16 de septiembre cuando Federico de Brandeburgo tomó el mando. Federico, siguiendo el ejemplo de sus enemigos franceses, bombardeó la ciudad, en vez de hacer una brecha en sus murallas.
Las tropas de Münster y los destacamentos del ejército de Lüneburg y Holanda atacaron en el lado francés con 60 cañones y 12 morteros. En ocho días, se disparan 7.000 bombas, que arruinan la mayoría de las casas.
Maguncia (Mainz) se rindió el 8 de septiembre de 1688. El gobernador de Bonn, lejos de estar intimidado por el bombardeo, aguantó hasta que llegaron refuerzos a la ciudad provenientes de la recién capturada Maguncia. Una vez hubieron llegado, rechazó los términos de rendición que les fueron presentados, resistiendo un último asalto el 12 de octubre de 1688. Los defensores se rindieron después de un bombardeo muy intenso que dejó a gran parte de Bonn en ruinas. Tan solo 850 de los 6.000 hombres que guarnecían Bonn pudieron rendirse el día 16 de octubre.
Asedio de Maguncia (Mainz) (1 de junio al 16 de septiembre de 1689))
La ciudad estaba defendida por Jacques-Henri I de Durfort y Nicolas Chalon du Blé. Una vez decidido el sitio de Maguncia (Mainz o Mayence), las tropas de Sajonia y Hesse-Cassel llegaron primero, se atrincheran allí, construyeron un puente sobre el río Meno (Main) debajo de su campamento; y, por un tiempo, solo lanzaron bombas contra los reductos que los franceses había construido sobre el Rin.
Carlos V de Lorena cruzó el Rin por el puente de Rüdesheim am Rhein y se acercó a Maguncia (Mainz), a la que rodeó el 17 de julio de 1689. El mismo día, el resto del ejército imperial cruzó el mismo río en un puente construido en Weisenau. Le siguieron las tropas sajonas. Algunos regimientos permanecieron en reserva al otro lado del Rin, y en las islas que se encuentran entre este río y el río Meno (Main).
La caballería del lugar hizo dos salidas, en las que los imperiales pierden mucha gente. Se encargó a 3.000 hombres que trabajen en las líneas circunvalación, y se llevaron 30.000 gaviones para que se cubran más fácilmente.
Maximiliano II Emmanuel de Baviera, Elector de Baviera, tras enviar un destacamento a la Selva Negra, se unió a los imperiales con unos 7.500 efectivos.
El trabajo de los imperiales avanza lentamente, porque los asediados hacen frecuentes salidas y arruinan el día lo que han hecho por la noche. En uno de ellos realizado el 22 de julio de 1689, los alemanes perdieron muchos hombres. El príncipe palatino Federico, que estaba en la trinchera con dos de sus hermanos, fue muerto por un disparo de cañón que le arrancó la cabeza.
Carlos V de Lorena tomó el vecindario detrás de la iglesia de Sainte-Croix; el elector de Sajonia se alojó en las alturas de Weisenau, y las tropas de Hannover se alojaron en la cartuja de Saint-Michel de Mainz.
Nicolas Chalon du Blé, marqués de Uxelles, que defendía la plaza, se defendió hasta el 10 de septiembre, habiendo causado más de 20.000 bajas al enemigo y tras siete semanas de trinchera abierta. Negoció una honorable capitulación, entregando Maguncia al duque de Lorena, por falta de pólvora y mosquetes. Salió al día siguiente con 6 cañones y 4 morteros, y se dirigió a Landau.
Después de tomar este lugar, Carlos V de Lorena y el elector de Baviera se unieron al Elector de Brandeburgo frente a Bonn, que todavía se defendía.
A su regreso a París, Nicolas Chalon du Blé fue abucheado públicamente.
Batalla de Walcourt o de Valcourt (25 de agosto de 1689)
El éxito de Guillermo de Orange en la Revolución Gloriosa, llevó a su adhesión al trono de Inglaterra, en febrero de 1689. Inglaterra concentró todo su poder comercial y militar en la lucha contra Francia, y el 12 de mayo de 1689 formó con las Provincias Unidas una coalición; cuyos objetivos eran nada menos que obligar a Francia a regresar a sus fronteras al final de la guerra de los Treinta Años y la guerra Franco-Española, privando así a Luis XIV de todos sus adquisiciones desde que asumió el cargo.
Durante los primeros meses del conflicto, el nuevo rey de Inglaterra estuvo ocupado sometiendo la rebelión jacobita en Inglaterra y Escocia, mientras que el rey de Francia estaba ocupado a lo largo del Rin, donde los poderosos príncipes alemanes estaban reuniendo sus fuerzas para repeler a los franceses detrás del río y vengarse de todos sus fracasos anteriores. Los Países Bajos Españoles eran solo un frente secundario, pero pronto se convirtieron en el principal teatro de guerra.
El 14 de mayo de 1689, Luis de Crevant, mariscal Humières reunió a su ejército en el Sambre, cerca de Boussières, donde movilizó a 24 batallones de infantería y 75 escuadrones de caballería, un total de 24.000 hombres, para hacer campaña en los Países Bajos españoles.
Guillermo III le confió al príncipe Waldeck, de 69 años, el mando general de 35.000 efectivos, incluyendo un contingente inglés de 8.000 bajo John Churchill, el recién nombrado conde de Marlborough. Guillermo era entonces escéptico acerca de la calidad de las tropas inglesas que carecían de orden y disciplina. Aunque Waldeck deploraba su «temperamento indiferente y la miserable condición de sus ropas y zapatos», más tarde escribió que esperaba que los ingleses»… fueran tan disciplinados como valientes«.
Los problemas administrativos y la llegada tardía de los contingentes retrasaron la ofensiva aliada en la región hasta fines de junio. Waldeck y Humières estuvieron con sus ejércitos dos meses marchando y contramarchando para obtener una ventaja estratégica. El 24 de agosto, el príncipe de Waldeck cruzó el río Sambre y acampó cerca de Walcourt (actual Bélgica), donde estaba satisfecho de estar en territorio enemigo.
El 25 de agosto, los recolectores enviados al campo, acompañado por 600 soldados del regimiento inglés del coronel Hodges, fueron atacados a unos 3 km al sur de Walcourt), en el lugar conocido como «la forja» corresponde a la antigua fragua de Féronval cerca de Silenrieux. Durante casi dos horas, Hodges impidió el avance de la vanguardia francesa y cubrió la retirada de los sorprendidos forrajeros antes de retirarse a un molino cercano.
A las 11:00 horas, Marlborough llegó a la zona, viendo que Hodges era atacado por varias baterías francesas, le ordenó retirarse detrás de una colina al este de Walcourt, donde el grueso de las fuerzas aliadas estaban esperando a los franceses.
A pesar de la incapacidad de sus tropas para superar la pequeña unidad de Hodges, Humières decidió atacar a Walcourt, ocupado por 600 hombres. Aunque las defensas de la ciudad eran antiguas, estaba asentado en una colina rodeada en parte por un río. El terreno no era favorable a los franceses. Sin embargo, se lanzaron varios ataques sucesivos. Los franceses sufrieron grandes pérdidas debido a los cañones colocados de enfilada. A pesar de todo, el mariscal francés persistió, y envió a algunos de los guardias franceses para tratar de tomar las puertas de Walcourt. El intento fracasó, y a las 14:00 horas, los refuerzos de la Guardia Coldstream y un batallón alemán llegaron para reforzar la guarnición de la ciudad.
Humières se vio obligado a expandir la batalla y sus hombres fueron lanzados a un ataque improvisado en el ala derecha aliada más allá de la ciudad. Alrededor de las 18:00 horas, Waldeck lanzó un doble contraataque contra los ya exhaustos franceses: los holandeses del general Slangenberg a la izquierda y Marlborough, al frente de los regimientos de caballería Guardia de la Vida y los Azules (apoyados por dos regimientos de infantería), en la derecha. Los franceses retrocedieron en confusión. La intervención de la caballería francesa, comandada por el coronel Villars, sin embargo, los salvó de la derrota.
Los franceses tuvieron 2.000 bajas, mientras que los aliados tienen menos de 300.
Waldeck no intentó aprovechar el éxito. Durante varios días, los dos ejércitos permanecen frente a frente, simplemente observándose el uno al otro. Waldeck regresó a Bruselas, y Humières humillado, regresa a la región del Escalda. Su reputación militar recibió un golpe fatal y, al final de la campaña de 1.690, fue reemplazado por el duque de Luxemburgo.
Para Guillermo III y la Alianza, esta victoria era un buen augurio para el estallido de la guerra.
Guerra en Cataluña
Revuelta de los Barretines
La revuelta de las Barretines (barretina es el gorro rojo usado por el campesinado catalán), fue una revuelta campesina que se produjo en el principado de Cataluña entre 1687 y 1689; que estuvo originada por un malestar social vinculado a una crisis agraria y a un entendido abuso de poder contra la población campesina, que se circunscribió a zonas rurales de la actual provincia de Barcelona, si bien los actores de esa revuelta se presentaron ante la capital del Principado.
Existían dos motivaciones generales para la revuelta:
- La plaga de langostas iniciada en Lérida en 1685 asoló el campo catalán por tres años, pues no se extinguió hasta 1.688, provocando penurias y carestía de alimentos, pues en 1.687 se estima que en algunas zonas fue destruida el 70 % de la cosecha.
- Las hostilidades con Francia, aunque finalizadas en 1684 con la Paz de Ratisbona, habían convertido a Cataluña en una zona de acuartelamiento de tropas, las cuales eran alojadas entre la población civil de bajo nivel socioeconómico, existían exenciones para los nobles, letrados, eclesiásticos, familiares de la Inquisición y ciudadanos honrados. Las ciudades y villas estaban exentas por privilegio real o por pago de dinero, contribuyendo la población local igualmente a su sostenimiento (paja para monturas, comida para los soldados, posadas para los oficiales, etc.). El 26 de junio de 1687, había alojados en Cataluña 2.500 soldados de caballería y 3.000 de infantería.
El invierno de 1686/7 fue especialmente crítico, con aumento acusado de mortalidad infantil, por falta de recursos alimenticios, en el Berguedà, el Bages, Osona, el Vallés y el Penedès.
Fase inicial de la revuelta: Centelles (1687)
La rebelión se inició en Centelles (comarca de Osona), cuando el 8 de octubre de 1687, llegó a Centelles la compañía de Félix de Ballaró formada por 300 soldados de caballería y 500 soldados de infantería para alojarse en un municipio que solo contaba con 216 familias. Unido a los abusos del propio conde de Centelles sobre sus vasallos, como el control de precios de alimentos básicos; dio lugar a que se presentasen quejas al virrey Diego Mesía de Guzmán-Dávila, marqués de Leganés, hijo de uno de los jefes militares españoles en la guerra de los Segadors (1640-52), quién apresó por unos días a los síndicos locales Josep Llavina y Enric Torres, que a él se habían dirigido.
A finales de octubre de 1687, en Centelles se negaron a seguir contribuyendo con la entrega de 24 reales diarios al capitán Ballaró, como contribución para mantener las tropas, si el Virrey no restituía a los síndicos que estaban detenidos.
La revuelta de los Barretines se expandió por Cataluña durante la primavera de 1688, dirigida, entre otros payeses propietarios, por Sebastià Enric Torres y sus vecinos de l’Estany, Francesc Rocabruna y Josep Rocafort. Se trataba de un movimiento coordinado.
El propio virrey Velasco se desplazó hasta Granollers, acompañado de algunos miembros de la Generalidad, donde recibió una delegación local, que pidió disculpas, pero continuó negándose a pagar la contribución. Esa actitud se fue generalizando en buena parte de Cataluña, como indica Feliu de la Penya en una carta a Pedro de Aragón: «el fuego en Centellas ha sido apagado, pero las cenizas han sido escampadas por toda Cataluña«.
Los de Centelles consiguieron la adhesión de Tona y Vich (Vic), reuniendo una fuerza superior a la del ejército. En Barcelona, la Real Audiencia se planteaban si debía aconsejar retirar la caballería de la plana de Vic, realizar una incursión armada de mayor calado, o perdonar a los sediciosos, obviando sus faltas, resolviendo el capitán general, Oleguer de Montserrat, implorar a Leganés para que no procediera con mano dura.
Las autoridades no tomaron ninguna resolución, mientras que los campesinos procedieron a tejer una red de alianzas locales que se pondría en marcha en caso de amenaza.
Payeses a las puertas de Barcelona (1688)
En abril de 1688, un enfrentamiento entre un soldado y su hospedador, en el pueblo de Vilamajor, fue la excusa para que la liga campesina se pusiera en marcha, movilizándose varios centenares de hombres hacia Mataró para obligar a la población local a que dejase de pagar la contribución militar. Juntándose gente de diversas poblaciones; se reunió un grupo de varios miles de hombres que se dirigió hacia Barcelona, con gritos de «Visca el rei i mori el mal govern» (Viva el rey y muera el mal gobierno). Un episodio de protesta que tenía el mismo aspecto que los acontecimientos de la festividad del Corpus de Sangre de 1.640, la espoleta de la revolución de los Segadors. Se congregaron frente a las murallas de Barcelona hacia el día 7 unos 10.000 campesinos, procedentes de todos los rincones de la Cataluña central y litoral. Su apabullante presencia, y las amenazas de incendiar las casas de oficiales reales, les permitió que el memorial presentado fuera tomado en consideración, al contrario que las quejas de un año antes. Pedían:
- La restitución en sus cargos de los miembros de la Generalidad que habían sido en su día apartados de sus responsabilidades por haber cuestionado la gestión del virrey, y que defendieron las quejas de las poblaciones afectadas.
- Un perdón general.
- Una revisión de las contribuciones militares.
Aunque la Real Audiencia se opuso en un primer momento, aconsejaron al virrey que cediese en las peticiones, capitulando el día 10 de mayo.
El marqués de Leganés recomendó al Rey la restitución de los exmiembros de la Generalidad el 12 de mayo, siendo él mismo poco después sustituido debido a la mala gestión de la crisis por Juan Tomás Enríquez de Cabrera y Ponce de León, conde de Melgar.
Altercados antiseñoriales: extensión de la rebelión
En el verano de 1688, se produjeron una serie de altercados contrarios al poder local en diversas poblaciones, contagiadas por el éxito de la Rebelión de los Barretines, severamente reprimidas en su mayor parte. La más conocida fue la «Revolta de les faves» (Revuelta de las habas) de Manresa, pero también hubo altercados en Sabadell, Puigcerdà, Vilamajor, Berga, Sant Boi de Llobregat, Castelbó, Martorell y Cardona. Pero lo que más temían las autoridades era un estallido en Barcelona. Al tiempo que la negativa a pagar las contribuciones militares se replicaba por diversas poblaciones. El duque de Villahermosa fue nombrado nuevo virrey hacia octubre, en sustitución de su antecesor, superado por los acontecimientos, inició un proceso de detención y ajusticiamiento de incitadores a la rebelión.
Desde Centelles volvió a partir un nuevo cuerpo de hombres armados que se dirigió a Mataró, llegando allí el 26 de noviembre. La Diputación General y el Consejo de Ciento financiaron y apoyaron al virrey. En las poblaciones del Llobregat se formaron diversos cuerpos, en torno a 18.000 hombres, que rodearon Barcelona, produciéndose enfrentamientos con el ejército, que consiguió dispersar a los sediciosos. Se emitió un perdón general que excluía a diversos cabecillas, los cuales eran llamados a juicio. Se presentaron algunos de ellos, siendo perdonados.
La rebelión se dio por acabada con un perdón general emitido en marzo de 1690, si bien se continuaron publicando panfletos contra las contribuciones. El virrey intentó una nueva fórmula: obtener un donativo por parte de las ciudades, a lo que accedieron algunas donde predominaba la actividad manufacturera, pero en zonas agrícolas la resistencia al donativo fue constante.
El estallido de la guerra de los Nueve Años, convirtió de nuevo a Cataluña en frente militar entre Francia y España, por lo que las reivindicaciones populares pasaron a un segundo plano. Si bien en 1690 se producirían nuevas protestas impulsadas desde Francia, la prioridad a partir de ahí pasó a ser la defensa frente a las tropas francesas.
Algunos de los cabecillas de la revuelta fueron ajusticiados como en el caso de Antoni Soler, otros recibieron el indulto, alguno fue desterrado y otros emprendieron el camino del exilio, poniéndose al servicio del rey de Francia (Torres, Rocafort y Rocabruna).
Conquista francesa de Camprodrón
En 1689, el duque de Noailles llegó al Rosellón con órdenes de cerrar el paso a los españoles de una posible invasión desde Cataluña hacia el norte, mantener sus tropas en territorio catalán, y favorecer los conatos de revuelta en el Principado.
Desde marzo de 1689, el duque Villahermosa, capitán general de Cataluña, comenzó a pedir insistentemente tropas, entre ellas de Milán y Nápoles, para hacer frente a la amenaza francesa.
El 28 de abril de 1689, se declaró la guerra contra España en Perpiñán, la capital del Rosellón. En de mayo, Noailles concentró en El Voló a todas sus fuerzas, y con diversas marchas y contramarchas que parecían indicar una invasión del Ampurdán. Villahermosa envió tropas de la guarnición de Gerona hacia Olot para frenar el posible avance enemigo por ese lado.
El duque de Noailles que mandaba el ejército del Rosellón, el 14 de mayo cruzó la frontera, la vanguardia formada por 3.500 efectivos de un total de unos 15.000, apoyados por los migueletes de ese territorio, llegaron a Camprodón (Gerona), habilitando los caminos para el transporte de la artillería y bagajes. Noailles asentó su cuartel general en Llanes, comenzando el asedio. La fortaleza disponía de 4 bastiones y triple muralla.
El 22 de mayo, se acabaron las trincheras y se asentó la artillería, que como era de campaña, no consiguió abrir brechas, mientras que los morteros si causaron estragos dentro de la plaza, una de las granadas alcanzó el polvorín. Al día siguiente 23 de mayo, la guarnición se rindió con honores. La guarnición se dirigió a Olot, desde donde se dirigieron a Gerona, donde se formó un consejo de guerra, en el que el comandante fue condenado a muerte por entregar la plaza sin resistencia, siendo decapitado en Barcelona.
Los franceses dejaron una fuerte guarnición en Camprodón y las plazas importantes y se retiraron a La Junquera. Una semana más tarde, Noailles se movió hasta Santa Llogaia, a una legua de Figueras, con un ejército de 9.000 hombres y artillería de sitio. Villahermosa le seguía de cerca, pero el peligro de una armada gala de 30 navíos le obligó a dividir a su gente, enviando guarniciones a Roses, Palamós y Girona. EI consejo de guerra aceptó las explicaciones de Villahermosa, no sin insistir en que se hiciese alguna acción en el Principado. El virrey acató la orden y avanzó sus líneas haciendo retroceder al contrario a su territorio. Villahermosa guarnicionó Ripoll, Vic y Olot, pero no pudo tomar Sant Joan de les Abadesses al llegar antes un refuerzo francés de 1.500 hombres. Con todo, Noailles era todavía superior en tropas de campaña y podía volver a invadir el Principado cuando quisiera.
Reconquista de Camprodón
A fines de julio de 1689, llegaron a Barcelona 18 galeras de Nápoles, Sicilia y Génova con un regimiento alemán, un tercio lombardo con unos 2.500 efectivos. Inmediatamente estas tropas se remitieron por mar a la guarnición de Rosas, donde una semana más tarde desembarcaron 971 hombres del tercio lombardo.
El 11 de agosto se resolvió recuperar Camprodón, un poderoso ejército español dirigido por el duque de Villahermosa con un ejército de unos 16.000 efectivos, 4 piezas de artillería gruesa, 4 medianas y 2 trabucos. Comenzando la construcción de trincheras y el asentamiento de las piezas. Noalles reunió sus tropas para auxiliar a la plaza, contaba con 5.000 infantes, 1.500 jinetes, 4.000 somatenes y 7 piezas de artillería. Partió de Ylla el 17 de agosto y se detuvieron en Villafranca. Langallería que mandaba la vanguardia se asentó en las alturas de Tect, poco después llegó el grueso. Desde allí dispararon los cañones para alertar a la guarnición de su llegada.
Al día siguiente 18 de agosto, se produjo una batalla entre los franceses y españoles en que los franceses salieron mal parados con grandes pérdidas, refugiándose en su campamento.
El 22 de agosto los españoles presentaron batallas, pero los franceses rehusaron. Los españoles emplearon su artillería para bombardear el campamento francés. Noalles consideró abandonar la plaza, pero antes quiso destruir las fortificaciones para que no sirvieran a los españoles, empezando las operaciones de minado.
La noche del 25 el gobernador de la plaza, salió de la misma con sus 700 hombres, prendiendo las mechas de las 16 minas preparadas para volar la plaza, haciéndolo tres, pues un prisionero avisó y se apagaron las restantes. La plaza resultó muy dañada, pero peor fue comprobar que los franceses habían saqueado el lugar. Los franceses se retiraron de la zona habiendo sufrido unas 2.000 bajas frente a las 300 españolas.
Villahermosa se limitó a vigilar una posible entrada en el Ampurdán desde Figueras. Para el virrey era necesario levantar fortificaciones en Camprodon y en Perelada, pero no había dinero ni para pagar a las tropas. Durante el año de 1690, no hubo operaciones de importancia, la gran ventaja del ejército francés del Rosellón era disponer de recursos suficientes en su retaguardia y vivir en el territorio del enemigo (Cataluña).
Villahermosa solo podía poner en campaña 5.800 efectivos. Por otro lado, la moral era bajísima en un ejército que no había cobrado en seis meses. En vista de tal situación, no es de extrañar que los franceses actuasen como si de un paseo militar se tratara. Después de tomar Sant Joan de les Abadesses, haciendo prisionero aparte del tercio de la Generalitat, Noailles se dirigió hacia Olot donde forrajeó a discreción, enviando una fuerza de 5.000 hombres hacia Vich. Estas tropas derrotaron a los 2.000 hombres que el virrey envió y toda la comarca de Vich se sometió la obediencia a Francia. Villahermosa hizo lo que estaba en su mano: proteger lo mejor posible Castellfollit, única defensa de la montaña, sin perder de vista Gerona por si intentaba algo el enemigo.
El duque de Noailles tubo que enviar parte de sus huestes al frente saboyano. Al quedar debilitado su ejército, Noailles decidió dirigirse hacia la frontera pasando cerca de Castellfollit; aunque sin intención de sitiar la plaza, hasta llegar a Sant Joan de les Abadesses, cuyas fortificaciones mandó derruir, así como las de Ripoll y las torres de Ribes y Pradines, con lo cual todo el país quedaba sin defensa desde Prats de Molló a Vich. Solo entonces Noailles cruzó la frontera con 8.000 hombres y permaneció allí el resto de la campaña.
En el invierno de 1690, el duque de Medina Sidonia tomó posesión de su cargo de virrey de Cataluña.