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Batalla de Arrentium 285 AC
Roma intentó dar su merecido a los senones por el apoyo brindado a Samnio, pero fueron ayudados por los bóyos, ínsubros, lingones, y gesatos, reuniendo un ejército compuesto por una infantería de 50.000 hombres y una caballería de 20.000 jinetes, y pusieron sitio a Arrentium.
El cónsul Lucio Cecilio Metelo Denter fue enviado con un ejército consular (20.000 efectivos) para aliviar la ciudad. Los galos salieron a hacerle frente con unos 30.000 para hacerle frente y le derrotaron, siendo masacrado, murió el propio Cecilio así como 7 tribunos militares, y unos 13.5000 romanos; las bajas galas se estiman en 5.500 hay muy pocos datos de la batalla, pero es muy probable que los galos les tendiesen una trampa.
Batalla del el lago Vadimon 283 AC
Como su sucesor los romanos nombraron a Manio Curio Dentato, que envió una embajada a los galos para negociar el regreso de los prisioneros romanos. Cuando los enviados fueron asesinados, Dentato se enfureció tanto que inmediatamente con un nuevo ejército partió hacia el territorio de los galos senones. Estos presentaron batalla y fueron derrotados y expulsados de su tierra, en la que los romanos establecieron la colonia de Sena Gallica, la primera que se fundó en territorio galo. Esta victoria alarmó tanto a los boyos, que temían compartir el mismo destino de los senones e invitaron a los etruscos a unirse a ellos.
Sus fuerzas combinadas marcharon en masa contra los romanos, y fueron derrotados aplastantemente en la batalla del el lago Vadimon (actual Bassano) a unos 55 km al norte de Roma por el nuevo cónsul Publio Cornelio Dolabella. Los boyos y etruscos, sin embargo, conseguirían levantar otra fuerza al año siguiente, presionando a los jóvenes para que se movilizasen. Pero cuando fueron derrotados nuevamente por los romanos, los galos pidieron un acuerdo de paz, que les fue concedido.
Batalla de Populonia 282 AC
La batalla de Populonia se celebró en el año 282 AC, entre Roma y los etruscos y tuvo lugar cerca del mar Adrático. Los romanos dirigidos por el cónsul Neo Domicio Calvino Maximo resultaron victoriosos, y la amenaza etrusca sobre Roma disminuyó de manera brusca después de esta batalla. Los etruscos firmaron la paz, pero siguieron siendo una amenaza. Dos años después se produciría la invasión de Pirro.
Batalla de Fiesole o Faesulae 225 AC
Roma había estado en paz con las tribus de la Galia Cisalpina durante muchos años. En 236 AC, los boyos amenazaron la colonia romana de Ariminum, invitando a los aliados de la Galia Transalpina para ayudar, amenazando una paz que había durado 45 años. La amenaza se disipó cuando los aliados galos cayeron y se enfrentaron entre sí. Los terribles castigos impuestos por los romanos 45 años anteriores estaban entonces olvidados entre las generaciones más recientes de galos.
En el 232 AC, Cayo Flaminio, un tribuno plebeyo, se saltó la ley aprobada por el Senado y dividió el Ager Gallicus en pequeños lotes para los ciudadanos romanos, con gran disgusto de los aliados; porque la tierra pública realmente pertenecía a la Federación y los magnates senatoriales romanos la utilizaron para el arrendamiento de grandes porciones de la misma.
Los galos sobre todo los boyos e ínsubros, también, se dieron cuenta de la pérdida permanente de tierras, y temía aún más la invasión, pero se tomaron su tiempo, trabajando en alianzas y una vez más la negociación con los hermanos transalpinos. Sin embargo, el hecho de que los romanos dividieran el territorio anteriormente galo de Picenum en 234 AC, generó un fuerte resentimiento entre sus vecinos, los boyos e ínsubros.
Cuando una fuerza de galos transalpinos cruzó los Alpes en 230 AC, los romanos movilizaron un ejército, pero no tuvieron que intervenir porque los boyos de la Galia Cisalpina se ocuparon de repeler a los invasores.
Se formó una liga de la mayoría de las tribus cisalpinas: los ínsubros, boyos, lingones, y taurinos (llamado tauriscos por Polibio). Se enviaron emisarios a través de los Alpes para obtener aliados trasalpinos, pagaron grandes sumas de dinero a los gesatos (gaesatae literalmente «lanceros«) dirigidos por Aneroëstes y Concolitanus, para que se unieran a ellos en la lucha contra Roma. Los romanos, alarmados por esta movilización celta, pactaron un tratado con el cartaginés Asdrúbal dándole el control sin restricciones de Hispania para así poder concentrarse en la amenaza más cercana.
Mientras tanto, los romanos no habían estado inactivos, eran conscientes de la alianza gala, que había tardado varios años para preparar y organizar. Estaban alarmados, recolectaron maíz, cereales y otros suministros, reunieron las legiones, llamaron a los aliados e incluso marcharon a las fronteras ante los rumores de la inminente invasión. Reclutaron dos ejércitos consulares dobles (8 legiones), más ejércitos aliados no soccii para conjurar la amenaza.
Los romanos nada más tener noticias de que los gesatos habían superado los Alpes, despacharon al cónsul Lucio Emilio Papo con un ejército consular doble (cuatro legiones romanas con 20.000 infantes y 1.500 jinetes, además de 30.000 infantes y 2.000 jinetes de los aliados o socii), estacionado mayoritariamente en Ariminum para vigilar la ruta costera del mar Adrático.
Situaron además a 45.000 infantes y 4.000 jinetes sabinos y etruscos en la frontera etrusca bajo el mando de un pretor, y enviaron a los aliados etrusco-sabinos con 20.000 efectivos junto con los galos aliados vénetos y cenómanos con otros 20.000 efectivos para atacar el territorio de origen de los boyos y distraerlos de la batalla.
El otro cónsul, Cayo Atilio Régulo, tenía un ejército del mismo tamaño que el de Lucio Papo, pero estaba estacionado en Cerdeña y la flota a su disposición para cortar la retaguardia gala. En Roma había una reserva de 21.500 ciudadanos y 3.000 aliados, y dos legiones de reserva en Sicilia y Tarento.
En 225 AC, los galos evitando enfrentarse con el ejército de Papo en Ariminum, giraron hacia el sur y cruzaron los Apeninos, burlando las fuerzas etruscas que estaban custodiando la frontera. En algún lugar cerca de Florencia, cruzaron el río Arno y se encontraron en Etruria, sin ningún enemigo a la vista.
Poco a poco se dirigieron hacia el sur, dispersándose en el campo saqueándolo todo a su paso, llevándose a personas y animales como botín y junto con las carretas de bueyes con el producto del saqueo. Mientras tanto, el pretor reunió a su ejército etrusco-sabino que estaba cerrando los pasos y partió en su persecución. Unos cuatro días más tarde, alcanzó a los galos cerca Clusium, a solamente 136 kilómetros al norte de Roma. Al enterarse de esto, los galos reunieron a sus dispersas fuerzas y volvieron de nuevo hacia el norte, para hacerles frente. Los dos ejércitos se encontraron al atardecer, no había mucha distancia de separación. Como era tarde ambos ejércitos acamparon y encendieron sus fuegos.
Los galos idearon una estratagema. Abandonaron el campamento en silencio durante la noche, dejando sus fuegos encendidos y su caballería que tenía la orden de esperar hasta el amanecer, y después, cuando fueran visibles para el enemigo, atraerles hacia el sur. Mientras tanto, el resto del ejército tomaba posiciones en los bosques y colinas cubiertas de matorrales cerca de una ciudad llamada Fiesole o Faesulae.
Al amanecer, los romanos viendo que los galos se habían marchado y que había una retaguardia de caballería, dedujeron que el grueso no estaba lejos y se apresuraron a levantar el campamento y perseguirles siguiendo el rastro dejado por miles de caballos.
Cuando entraron en la trampa, la caballería gala dio media-vuelta y contraatacó, al mismo tiempo las fuerzas galas ocultas atacaron a los romanos desde los flancos. El ejército etrusco-sabino se rompió y huyó y se refugiaron en una colina en el valle, donde permanecieron a la espera. Unos 6.000 habían muerto, incluyendo los heridos incapacitados para escapar. Los galos rodearon la colina, pero estaban demasiados cansados para asaltarla, decidieron dejar a grupos de caballería para vigilarla a la espera de reanudar el ataque al día siguiente.
Lucio Emilio Papo llegó en el momento oportuno para socorrer a las tropas del pretor. Acampó cerca de los galos de manera que los refugiados en la colina, al ver los fuegos, recobraron el ánimo. Al caer la noche algunos hombres desarmados se infiltraron entre las tropas galas y consiguen llegar al campamento del cónsul para informarle de la situación. Enterado de todo, Lucio Emilio ordenó a los tribunos que se preparen para sacar a la infantería cuando comenzase a amanecer mientras él mismo se haría cargo de la caballería para intentar unir los dos ejércitos.
Aneroëstes persuadió a los galos para que se retirasen a lo largo de la costa etrusca con su botín para retomar la guerra más adelante, cuando el botín hubiera sido puesto en lugar seguro.
Antes del amanecer los galos levantaron el campamento y enfilaron el camino que recorre la costa de Etruria (la Vía Aurelia).
A su vez, Lucio Emilio Papo recogió las tropas del pretor, pero desestimó librar de momento una batalla campal. Decidió seguir al ejército galo para aprovechar alguna zona favorable, les persiguió y acosó por retaguardia sin arriesgarse a entablar batalla.
Cayo Atilio desembarcó sus tropas en Pisa y tomó la dirección sur para cortar el paso a la que pretendían seguir los galos.
Batalla de Telamón 225 AC
Cayo Atilio se dirigió al sur a marchas forzadas, cubriendo una distancia de 150 km en tres días.
Cuando los galos se encontraban en las cercanías de Telamón sus forrajeadores se topan con los batidores de Cayo Atilio y fueronn capturados.
Llevados ante el cónsul y a preguntas de éste explican lo sucedido y comunican la presencia cercana de los dos campamentos, el de ellos y el de Lucio Emilio. Es entonces cuando Atilio cae en la cuenta que acaba de cortar la retirada de los galos a la vez que los tiene cercados pues no había tenido contactos anteriores con Emilio. Ordenó a los tribunos que formasen las legiones y marchasen en la medida en que la zona permitiera el avance con el frente desplegado. Él mismo se dirigió con la caballería hacia una colina situada sobre el camino por el que tenían que pasar los galos para cubrir el despliegue.
Los galos, desconocedores de la presencia de Atilio, supusieron en un principio que algunas tropas de Lucio Emilio, tras superarlos de noche con la caballería, habían ocupado la colina. Por lo tanto, rápidamente despacharon destacamentos de caballería y tropas ligeras para despejar la elevación. Tras algunas escaramuzas se enteraron por un prisionero que las tropas eran de Atilio.
Papo, aunque enterado del desembarco de las legiones en Pisa, ignoraba que estuvieran tan cerca. El combate que se había entablado en la colina le dio la certeza de que se hallaban muy próximas. Ante lo cual envió de inmediato a su caballería para apoyar a la de Cayo Atilio, mientras él, tras ordenar formar a la infantería avanzó contra el grueso del ejército galo.
Los galos, viéndose rodeados desplegaron frente a Papo a los gesatos e imsubres, mientras que frente a Atilio quedaron los taurinos y boyos. Los carros de guerra se colocaron en los flancos. El botín se trasladó a una elevación cercana bajo fuerte protección de tropas. El frente de batalla tenía 2,5 km de frente.
Formando de esta manera un doble frente, entre las primeras filas galas los gesatos se despojan de sus ropas pues pensaban que así tendrían mayor maniobrabilidad en ciertas zonas en las que las zarzas se prendían a los vestidos y dificultaban el manejo de las armas.
En un principio, el único combate que se desarrolla es el de la colina. El cónsul Atilio cayó abatido siendo su cabeza llevada ante los reyes galos. La caballería romana, tras duros combates, se adueñó al fin de la elevación.
Lo que tuvo lugar a continuación, cuando ya las tropas de a pie se acercaron la una a la otra, es descrito por Polivio: «Era incalculable el número de cornetas y bocineros, cuyos sones, confundidos con los gritos de guerra lanzados a la par por las tropas, redundaban en un estruendo de tal altura e intensidad que el griterío parecía emanar no sólo de las trompetas y las huestes, sino de los parajes del entorno que les hacían eco» Pol. II, 29.
De repente, la infantería ligera romana inicia el lanzamiento de proyectiles desconcertando totalmente a los galos. Los gesatos fueron los peor parados al ir desnudos sin ningún tipo de vestimenta que amortiguara los impactos. Algunos, dejándose llevar por un ardor irracional, se abalanzaron sin concierto sobre las primeras filas romanas entregándose a la muerte. Otros, en cambio, retrocedieron atemorizados sembrando el desorden de los que estaban detrás. «Fue así como los proyectiles romanos liquidaron el arrojo de los gesatos«.
Respecto a las huestes de insubres, taurinos y boyos, tan pronto los romanos retiraron a la infantería ligera, avanzaron contra ellos lanzando primero sus pilum y recibiendo la carga romana bien formados. Se entabla una feroz lucha cuerpo a cuerpo en la que los galos logran resistir en un principio. Solamente la superioridad de sus armas hizo que empezasen a ser superados tanto en conjunto como individualmente.
«Porque a la considerable ventaja del escudo para la defensa, y de la espada para el ataque …en cambio la de la espada gala se limita al tajo» II, 30.
Fue entonces cuando la caballería romana cargó desde la colina sobre las alas. Los galos de a pie son masacrados sin tan siquiera abandonar sus posiciones, mientras la caballería se dio a la fuga.
Concolitano y 10.000 galos fueron rodeados y capturados. Polibio asume que los restantes 40.000 fueron masacrados, pero en realidad muchos miles probable se escabulleron por las laderas boscosas a uno y otro lado.
Aneroestes se escapó con sus guerreros para el hogar, pero a partir de la vergüenza de la derrota, cometió suicidio. El botín rescatado fue devuelto a los etruscos, el botín recogido a los galos fue enviado a Roma, y Papo marchó hacia el norte y adentró sus legiones en territorio de los boyos, saqueando durante varios días antes de regresar a Roma, donde Emilio celebró un triunfo. La invasión gala más grave jamás había sido completamente desbaratada y la propia Roma salvada.
Batalla de Clastidio o Clastidium 222 AC
La aplastante victoria en la batalla de Telamón, hizo que los romanos decidieran expulsar a las tribus galas del valle del Po. Al siguiente año, los dos cónsules combinarían sus ejércitos de tamaño normal e invadieron el territorio de los boyos, obligándoles a someterse a Roma a pesar de los reveses debidos a las severas lluvias y las consiguientes epidemias.
Entraron en funciones los cónsules Marco Claudio Marcelo y Cneo Cornelio Escipión Calvo. Los ínsubros despacharon una embajada con propuestas de paz y la promesa de acatar lo que se les impusiera. Los cónsules insistieron ante el senado para que bajo ningún concepto se les concediese la paz.
Los galos, resueltos a poner en juego sus últimas esperanzas, recurrieron a sus vecinos del Po entre los que logran reclutar unos 30.000 mercenarios principalmente gesatos. Reforzados de esta manera sus filas esperaron el ataque romano.
Al inicio de la primavera los cónsules condujeron sus tropas al país de los insubres. Una vez allí acamparon junto a la ciudad de Acerrae a la que pusieron cerco.
Los ínsubros incapaces de socorrer a la población asediada por encontrarse previamente ocupados por los romanos en otros puntos estratégicos; hicieron que parte de sus tropas atraviesen el Po en dirección al territorio de los anares, aliados de Roma, en donde ponen cerco a Clastidium con la intención de desviar la atención sobre Acerrae.
Al tener noticia los cónsules del cerco de Clastidium, Marco Claudio Marcelo marchó a toda prisa con 3.200 equites (2/3 de la caballería combinada de ambos ejércitos) y 600 velites, decidido a llevar socorro a los sitiados. Informados de la presencia de los romanos, los ínsubros levantaron el cerco y avanzaron a su encuentro en formación de combate para enfrentarse a los romanos con cerca de 10.000 galos de infantería y caballería.
Cuando ambos ejércitos desplegaron y antes de empezar la batalla tuvo lugar un homérico duelo entre el rey gesato Britomarus y el propio Marcelo, del que el cónsul salió vencedor tras atravesar con su lanza la armadura del galo, ganando así la legendaria spolia opimavi, máxima distinción romana en combate.
Plutarco, Vidas Paralelas, Marcelo VII describe el combate: «En esto lo vio el rey (Virdumaro), y conjeturando por las insignias que aquel era el general, picó a su caballo y se adelantó mucho a los demás, provocándole a grandes voces y, blandiendo su lanza; era superior a los demás galos y sobresalía entre ellos por su talla y por toda su armadura, en que brillaban el oro, la plata y la variedad de los colores, con lo que venía a ser como rayo de luz entre nubes. Llevaba Marcelo su vista por toda la hueste enemiga, y como al descubrir aquellas armas le pareciesen las más hermosas de todas y se le ofreciese que con ellas había de cumplir su voto, arremetiendo contra su dueño le atravesó con la lanza la coraza y con el encuentro del caballo le hizo perder la silla y caer al suelo todavía con vida; pero repitiéndole segundo y tercer golpe acabó luego con él. Apeóse en seguida, y luego que tomó en la mano las armas del caído, alzando los ojos al cielo, exclamó: “¡Oh Júpiter Feretrio, tú que registras los designios y las grandes hazañas de los generales en las guerras y en las batallas, tú eres testigo de que con mi propia mano he traspasado y dado muerte a este enemigo, siendo general, a otro general, y siendo cónsul, a un rey; conságrote, pues, estos primeros y excelentísimos despojos; tú concédeme para lo que resta una ventura igual a estos principios!«
A continuación la caballería romana cargó contra la desmoralizada línea gala cuyo centro al parecer aguantó la embestida, pero no así sus flancos que cedieron. Pronto tanto la caballería como la infantería galas huían de los équites romanos que infligieron una grave derrota a los galos. Según Plutarco, la de Marcelo fue una victoria reseñable y extraña: Pues nunca antes o después, según se nos ha contado, tan pocos jinetes habían vencido a tantos juntos de a caballo y a pie. Muchos cayeron al río y murieron arrastrados por la corriente, pero la mayoría fue masacrada por la caballería romana.
Cneo Cornelio Escipión consiguió hacerse con Acerrae, la cual rebosaba de trigo, al tiempo que los ínsubros que quedaban en la zona huyeron hacia Mediolanum (actual Milán), el enclave más importante de su país. El cónsul los persiguió y se plantó ante Mediolanum. En un principio los ínsubros no reaccionaron, pero cuando Cneo Cornelio se dio la vuelta para regresar a Acerrae lanzaron un ataque contra su retaguardia causándole numerosas bajas e incluso forzaron la huida de algunas unidades. De repente Cornelio instó a la vanguardia a detenerse y ordenó girarse contra los galos. Se entabla un combate con los perseguidores. Los ínsubros, animados por su momentáneo triunfo sobre la retaguardia romana, aguantaron cierto tiempo, pero al final se desbandaron hacia los montes cercanos. Cneo Cornelio los persiguió arrasando y saqueando en su camino todos los campos por donde pasaba.
Mediolanum acabó capitulando una vez perdida toda esperanza de salvación. Con la caída de su enclave principal los insubres se rindieron a los romanos.
Hacia el año 220 AC, los romanos eran dueños del valle del Po y comenzaron la fundación de las colonias de Plasencia y Cremona, frente a territorio ínsubro. Dos años más tarde, Aníbal llegaría y levantaría a los galos contra Roma una vez más. Los taurinos se negaron a unirse. Tan solo con 8.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería, en su mayoría ínsubros, se unieron a Aníbal antes de la batalla del Trebia. Después de la liberación del valle del Po, los galos de Aníbal aumentaron a 20.000 soldados de infantería y 4.000 de caballería, pero esto no era más que una fracción de la potencia gala antes de la batalla de Telamón y sus secuelas, que había roto su poder militar galo para siempre.
Batalla de Cremona 200 AC
El año 200 AC, un general cartaginés de nombre Amílcar que al parecer había sido lugateniente de Asdrúbal Magón y que se había quedado en la zona tras la derrota de éste. Decidió soliviantar a las tribus locales contra Roma, consiguió levantar a los galos ínsubros, cenomanos y boyos, así como a los ligures celinos, ilvates, y otras tribus asaltaron y saquearon la colonia romana Plasencia. Los romanos en esos momentos estaban ocupados con la Segunda Guerra Macedónica, obligaron a Roma a dirigir su atención al norte de Italia una vez más.
Tras el éxito de esta acción los galos cruzaron el río Po, y avanzaron con la intención de saquear Cremona, la otra colonia romana en la Galia Padana. Al enterarse de la suerte que habían corrido Plasentia, los habitantes de Cremona tuvieron tiempo de preparar las defensas para soportar un asedio y enviar un mensaje al pretor romano antes de que llegasen los galos. Estos no obtuvieron la sorpresa, por lo que la ciudad no pudo ser tomada al asalto, así es que decidieron someterla a un asedio.
El gobernador de la provincia era el pretor Lucio Furio Purpúreo se encontraba acampando con su reducido ejército en las inmediaciones de Rímini. Frente a los 40.000 efectivos galos, el pretor solo contaba con 5.000 efectivos romanos y aliados o socii.
El ejército consular de Etruria estaba esperando a su nuevo comandante, el cónsul electo Cayo Aurelio Cota, por lo que el Senado ordenó al ejército se dirigiera directamente a Rímini y que el relevo del mando se realizara allí. Al mismo tiempo el senado envió una embajada a Cartago para reclamar que le entregasen a Amílcar.
El gobierno cartaginés respondió de que lo único que podían hacer era condenarlo al destierro y confiscar sus bienes; ya que no le obedecían y estaba actuando por cuenta propia, y que estaban cumpliendo escrupulosamente todos los puntos del tratado (entrega de refugiados y desertores) además de abastecer a Roma y al ejército romano de Macedonia con trigo.
El ejército consular llegó a Rimini y el pretor Lucio Furio, decidió no esperar al cónsul Cayo Aurelio y partió con las tropas a marchas forzadas hacia Cremona. Cuando llegó a los alrededores de la ciudad, decidió dar descanso sus tropas en lugar de atacar inmediatamente a los sitiadores galos, que estaban desprevenidos y desperdigados con su campamento desprotegido. Al advertir la presencia romana, reunieron todas las tropas galas y ligures en su campamento. Al día siguiente, ofrecieron batalla a los romanos.
Lucio Furio decidió aceptar la batalla. Contra la costumbre de situar las legiones romanas en el centro y las aliadas en los flancos, decidió que las legiones aliadas desplegasen a la derecha bajo el mando del legado Marco Furio, mientras que las legiones romanas desplegarían a la izquierda bajo el mando del legado Marco Cecilio. Salieron del campamento primero Marco Furio con las legiones aliadas y cuando estaban terminando de desplegar, toda la masa de guerreros galos y ligures cayó sobre esas tropas chocando furiosamente, a la vez que, en razón de su mayor número, comenzaron a desbordarlos por ambos flancos.
Rápidamente, Lucio Furio ordenó a Marco Cecilio, marchaba detrás con las dos legiones romanas que desplegasen a ambos flancos de las legiones aliadas, para evitar que fuesen desbordadas.
Las legiones aliadas al ver la aproximación de las romanas, aguantaron y Lucio Furio consiguió restablecer la línea de batalla, produciéndose la lucha cuerpo a cuerpo que era favorable a los romanos.
Amilcar con su superioridad numérica, ordenó el desbordamiento por ambos flancos, este nuevo intento de desbordamiento fue desbaratado por Lucio Furio al enviar la caballería romana, al mando del legado Lucio Valerio Flaco que les atacó de flanco.
Como estaban siendo destrozados en todos los sectores del campo de batalla, los galos se dieron la vuelta y en medio de una salvaje huida buscaron refugio en su campamento. La caballería les persiguió, llegando a continuación la infantería que atacó el campamento.
Solo unos 6.000 galos consiguieron escapar, más de 35.000 fueron muertos o hechos prisioneros; según Livio se capturaron 70 estandartes, junto a 200 carros galos cargados de botín. 2.000 hombres que los galos habían capturado en Plasencia, fueron puestos en libertad y devueltos a sus hogares. El general cartaginés Amílcar cayó en esa batalla, así como tres nobles generales galos.
Tras la victoria, llegó el cónsul Cayo Aurelio Cota y se hizo cargo del ejército, encontrándose con que la guerra había terminado, furioso envió al pretor a Etruria, para luego llevar sus legiones a territorio enemigo para saquearlo.
Al año siguiente, un ejército bajo el mando del pretor Cneo Bebio Tánfilo, que había asumido el mando de estas tropas de las manos de Cayo Aurelio, en esa provincia. Sufrió una derrota a manos de los galos, sufriendo 6.000 bajas y a punto estuvo de perder todo el ejército.
Batalla del río Mincio 197 AC
En el 196 AC, se produce un levantamiento en la Galia Padana, al mismo tiempo estaban empeñados en la Segunda Guerra Macedónica. Los cónsules electos para el año siguiente fueron Cayo Cornelio Cetego y Quinto Minucio Rufo, se comprometieran a aceptar la decisión del Senado, el cual emitió un decreto para que Italia fuera administrada por ambos cónsules y que Tito Quincio Flaminio (vencedor en Cinoscéfalos ese mismo año) viera confirmado su mando en Macedonia hasta el momento en que el Senado designara a su sucesor con el cargo de procónsul. A cada uno de los cónsules se les asignarían dos legiones; con ellas deberían dirigir la guerra contra los galos cisalpinos, que se habían rebelado contra Roma.
El plan consensuado por ambos cónsules era avanzar independientemente con ambos ejércitos, convergiendo sobre el centro de la Galia Padana.
El cónsul Quinto Minucio avanzaría por Liguria, embarcó sus fuerzas en Pisa y desembarcó en Genoa (Génova) y se internó en Liguria, rindiendo las fortificaciones de Clastidio (Casteggio) y Litubio, sometiendo a los celeyates y a los cerdiciates. En territorio de los ilvates, se rindieron 15 ciudades fortificadas y 20.000 hombres. Desde allí, llevó sus legiones al país de los boyos, cuyo ejército, había cruzado el Po para reunirse con ínsubros y cenomanos.
El cónsul Cornelio Cetego partió de Rimini y se dirigió al país de los boyos para unirse a Minucio. Al recibir noticias de la invasión de su territorio, los boyos exigieron que todos debieran apoyar a quienes sufrían la mayor presión, mientras que los ínsubros declararon que no dejarían indefenso su propio país. Así pues, dividieron sus fuerzas; los boyos marcharon a proteger su país y los ínsubros y cenomanos tomaron posiciones a orillas del río Mincio. En el mismo río, 3 km más abajo, fijó Cornelio su campamento. Desde allí, se enviaron emisarios a diferentes aldeas de los cenomanos y a Brixia, su capital, que dieron garantías de que no tomarían parte en los combates. Ignorantes de este pacto, los ínsubros ofrecieron batalla a los romanos. Sin embargo, algo debieron sospechar, ya que fueron situados en retaguardia, como reserva.
Ambos ejércitos desplegaron y los romanos cargaron. Livio informa que los ínsubros «no resistieron el primer choque» y fueron derrotados, algunos autores dicen que los cenomanos los atacaron por retaguardia cuando la batalla estaba en marcha. Lo que está claro es que los romanos fueron los vencedores.
Quinto Minucio, el otro cónsul, solo pudo contentarse con saquear la tierra de los boyos, puesto que estos, al enterarse de la derrota de los ínsubros, desistieron de todo intento de lucha. Los guerreros abandonaron a sus líderes en su campamento y retornaron a sus hogares para defender sus propiedades y familias de la codicia romana. A su regreso a Roma, ambos cónsules celebraron un triunfo cada uno.
Batalla de Mutina o de Plasencia 193 AC
Los boyos volvieron a levantarse en el 194 AC, se enfrentaron cerca de la ciudad de Mutina (actual Módena).
El cónsul Lucio Cornelio Merula condujo las legiones al territorio de los boyos, el ejército romano se dedicó al saqueo y provocar estragos para provocarles a una batalla campal, los boyos no querían enfrentarse en campo abierto, esperando una oportunidad para tenderles una emboscada.
Mientras que el cónsul condujo a sus tropas hacia Mutina (Módena), los boyos le siguieron, y por la noche, más allá del campo romano, ocuparon un barranco que era un paso necesario para los romanos. Pero no actuaron de forma diligente y en silencio, los romanos se dieron cuenta de tal movimiento, y el cónsul, decidió levantar el campamento en plena luz del día, a pesar de que no era la costumbre. Como precaución adicional, envió por delante exploradores, quienes le informaron sobre el número de enemigos que tendrían que hacer frente.
Antes de la batalla reunió los bagajes y encargo su defensa a los triarios. A continuación, se dirigió con el resto del ejército hacia los galos. Los galos desplegaron al descubrir que la emboscada había sido descubierta y que tendrían que luchar en campo abierto. El frente era estrecho y los romanos desplegaron en dos líneas delante las legiones aliadas y detrás las romanas.
El choque comenzó temprano. La batalla fue larga y de desgaste, a medio día el sol era muy fuerte, y los aliados pidieron el relevo, renovándose la lucha con nuevo ímpetu. Mérula se dio cuenta de que los boyos empezaban a flaquear y ordenó a Cayo Livio Salnore, comandante de la caballería auxiliar, que cargase contra la formación enemiga lanzando jinetes al galope, manteniendo en reserva la caballería de las legiones. Al parecer consiguió romper la formación enemiga y empezaron a darse a la fuga. Enviando a los jinetes romanos en su persecución.
Según Tito Livio perecieron 14.000 guerreros, se capturaron 721 equites y 3 duces, con 212 insignias y 73 carromatos, los romanos sufrieron 5.000 soldados, 23 centuriones, 4 comandantes auxiliares y los tribunos de la segunda legión Marco Genucio y Quinto Marcio y Marcus. Esta batalla marcó el fin de la campaña gala en Italia. La mayoría de la aristocracia boya murió y los sobrevivientes se dividieron entre aquellos que querían resistir a toda costa y los partidarios de rendirse. Finalmente, en 192 AC. los romanos lanzaron una gran ofensiva contra ellos. Un año más tarde el cónsul Publio Cornelio Escipión Nasica les venció definitivamente.